El asesinato del activista conservador Charlie Kirk generó una ola de indignación en todo el mundo, pero en la aplicación BlueSky —plataforma conocida como la “Twitter progresista”— sectores de izquierda dieron un paso más allá y comenzaron a debatir abiertamente quién debería ser la próxima víctima entre los referentes de derecha.
En esos foros se mencionan nombres de alto perfil como la escritora J.K. Rowling, el comentarista Matt Walsh, el expresidente estadounidense Donald Trump, el periodista y analista Ben Shapiro, los creadores de Libs of TikTok, el empresario Elon Musk y el periodista Andy Ngo.
Lo que en un principio parecería un “debate digital” refleja, en realidad, un clima político cada vez más hostil y peligroso, donde la violencia deja de ser un tabú para transformarse en una consigna implícita. El señalamiento de figuras públicas de derecha como “posibles objetivos” no solo exhibe intolerancia ideológica, sino que también legitima, desde sectores extremistas, la persecución y la violencia política.
El caso Kirk expuso una tendencia alarmante: la radicalización de espacios progresistas que, lejos de condenar la violencia, promueven la eliminación física de sus adversarios políticos. Un fenómeno que pone en riesgo no solo la libertad de expresión, sino la convivencia democrática misma.