En una jornada que coincidió simbólicamente con el Día de la Constitución Alemana, la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA) llevó adelante un operativo masivo en todo el territorio, ejecutando más de 170 redadas, registros domiciliarios y citaciones a ciudadanos por publicaciones en redes sociales consideradas como “discursos de odio e incitación”.
Aunque desde las autoridades alemanas se justificó el despliegue como parte de una estrategia contra expresiones extremistas, llamó la atención que buena parte de los procedimientos estuvieran motivados por comentarios dirigidos hacia figuras políticas. Esto generó fuertes reacciones en sectores académicos, jurídicos y ciudadanos, que alertaron sobre posibles retrocesos en el derecho fundamental a la libertad de expresión.
Distintas voces críticas calificaron la medida como paradójica: en nombre de proteger la democracia, se penaliza la palabra, justo en la fecha en que se conmemora la promulgación de la Ley Fundamental de Alemania, columna vertebral de las libertades individuales tras la Segunda Guerra Mundial.
El operativo refleja un creciente clima de tensión entre el control del discurso en redes sociales y los principios clásicos del pluralismo democrático, un debate cada vez más presente en Europa.