Por Carlos Duarte
Estamos en mayo, mes en que recordamos nuestra Independencia Nacional de la Corona Española y homenajeamos a los próceres que hicieron posible ese acontecimiento histórico. Fue el inicio de nuestra formación como Nación.
Lograr ese reconocimiento exigió un arduo trabajo, tanto interno como externo, para que nuestros vecinos y el mundo pudieran vernos como un país soberano. Este camino comenzó con la consolidación de la identidad paraguaya durante el gobierno del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia —a quien considero el verdadero «Padre de la Nacionalidad Paraguaya»— y continuó con la presidencia de Don Carlos Antonio López, quien defendió firmemente nuestra soberanía, pero al mismo tiempo abrió las puertas a la cultura universal. Fue él quien promovió la formación de una nueva generación de intelectuales, becados en el exterior (lo que podríamos considerar como el génesis de lo que hoy conocemos como BECAL), que luego aportarían al desarrollo cívico del país.
Luego atravesamos la más dura de las pruebas: la Guerra de la Triple Alianza. Movidos por la envidia y otros intereses, nuestros vecinos intentaron aniquilarnos, y casi lo lograron. Pero la tragedia no terminó con la muerte del Mariscal Francisco Solano López; tras la guerra, los llamados “libertadores” se dedicaron a saquear el país e impusieron gobiernos afines a sus intereses, desfigurando por décadas nuestra autodeterminación.
Recordando apenas estas dos grandes etapas de nuestra historia, quisiera reflexionar sobre el patriotismo que, como paraguayos, debemos sentir con orgullo. Pero no hablo de un patriotismo superficial, limitado a lucir la escarapela tricolor durante las fechas patrias. Me refiero a un patriotismo real y profundo, que inspire progreso, compromiso con la cosa pública, prudencia, honestidad y sentido del deber en quienes ejercen el poder. Un patriotismo que nos recuerde que portamos una herencia histórica que merece ser honrada y transformada en acción concreta, para construir el país que anhelamos.
Seamos hijos dignos y orgullosos de la nacionalidad paraguaya, no solo en mayo, sino todos los días de nuestra vida.