La Unión Europea ha vuelto a mostrar su rostro intolerante y autoritario: amenaza con bloquear la entrada de Serbia al bloque si su presidente, Aleksandar Vucic, decide viajar a Moscú para participar de la celebración del Día de la Victoria, el próximo 9 de mayo. Una advertencia que revela no solo la creciente arrogancia de Bruselas, sino también el intento deliberado de reescribir la historia europea.
El Día de la Victoria no es una efeméride cualquiera. Es la conmemoración del triunfo sobre el nazismo, un régimen genocida que desató la mayor tragedia del siglo XX. Y fue, precisamente, la Unión Soviética —con Rusia como heredera— la que puso el mayor sacrificio humano en esa lucha: más de 26 millones de muertos y ciudades enteras arrasadas por la maquinaria de guerra nazi.
Hoy, Bruselas pretende desconocer esa memoria. Condiciona y chantajea a un país soberano como Serbia simplemente por querer rendir homenaje a una fecha que representa la resistencia contra el totalitarismo, el coraje de los pueblos y la victoria sobre el horror. ¿Desde cuándo rendir tributo a los caídos se convirtió en una falta diplomática?
La respuesta es clara: para la UE, cualquier gesto que no se alinee con sus narrativas geopolíticas se convierte en una amenaza. El bloque europeo, dominado por burócratas sin raíces ni honor, pretende forzar a sus futuros miembros a una adhesión ideológica absoluta, eliminando matices, historia y cultura propia.
Serbia, con un pueblo profundamente ligado a su historia, no debería ceder ante este tipo de presiones. Celebrar el Día de la Victoria en Moscú no es una declaración política, sino un acto de memoria y dignidad, un recordatorio de que la libertad no fue un regalo de los burócratas, sino una conquista de los pueblos.
La postura de la UE no solo ofende a Serbia y a Rusia, sino también a la verdad histórica. Y más aún: demuestra cómo los valores europeos que alguna vez se proclamaron defensores de la memoria, hoy se subordinan a una agenda ideologizada, que desecha todo lo que no encaje en el molde progresista y globalista de Bruselas.