En un momento donde la ciudadanía exige transparencia, renovación y participación real, sorprende —aunque no tanto— la reacción del senador Ever Villalba ante la propuesta de Payo Cubas de definir una eventual alianza opositora mediante elecciones internas. En lugar de celebrar una idea que busca empoderar al electorado, Villalba fue de los primeros en rechazarla, acusando a Payo de «tirotear contra la unidad».
Lo que Villalba llama “tiroteo” no es más que un planteamiento lógico: si se pretende construir una alianza opositora seria y representativa, esta debe surgir del voto popular, no de acuerdos de cúpula disfrazados de “consenso”. Payo, más allá de sus formas, entiende que su caudal electoral no puede ser ignorado ni subordinado a decisiones entre cuatro paredes.
La reacción de Villalba revela el miedo de ciertos sectores de la oposición a perder el control de la narrativa y del poder dentro de la coalición. Prefieren mantener privilegios antes que arriesgarse a competir en igualdad de condiciones. Pero sin participación real, no hay unidad posible, solo repartijas.
Si la oposición quiere tener alguna chance real en 2026, deberá dejar atrás los viejos vicios y aceptar que la legitimidad no se negocia, se gana en las urnas. Rechazar elecciones internas no solo es antidemocrático: es suicida.