La ganadería paraguaya se ha consolidado como una de las más competitivas de la región gracias a su bajo costo de producción y a la eficiencia de sus productores. Sin embargo, la reciente propuesta de crear un Instituto Paraguayo de la Carne (IPC) ha encendido las alarmas entre diversos sectores del rubro. ¿Realmente necesita Paraguay una estructura burocrática que, lejos de beneficiar al productor, podría terminar encareciendo su trabajo?
Uno de los principales argumentos en contra del IPC es el impacto financiero que tendría sobre los ganaderos. Instituciones similares en otros países han demostrado que, lejos de representar un alivio, terminan convirtiéndose en organismos con costos fijos elevados que inevitablemente se trasladan al productor. Esto significaría nuevos impuestos, tasas o aportes obligatorios que reducirían la competitividad del sector, una de las principales fortalezas de la ganadería paraguaya.
Además, la experiencia de otros países de la región plantea interrogantes. En Argentina, organismos estatales de control de la carne han sido utilizados en varias ocasiones para intervenir en el mercado, fijando precios o estableciendo restricciones a la exportación. En Paraguay, donde el sector ganadero ha crecido con menos intervención gubernamental, la creación de un ente regulador podría generar más trabas que soluciones.
Otro punto crítico es la necesidad real de un organismo de este tipo. Actualmente, las asociaciones de productores y gremios privados, así como otras instituciones del Estado, cumplen un rol fundamental en la promoción y regulación de la carne paraguaya, sin imponer costos adicionales obligatorios. La industria ya ha logrado posicionarse en mercados internacionales sin la necesidad de un instituto estatal que, lejos de aportar soluciones concretas, introducirá burocracia innecesaria.
Si la intención es mejorar la calidad y la competitividad de la carne paraguaya en el mundo, existen alternativas más eficientes que no impliquen una carga económica extra para el sector productivo. Antes de crear una nueva estructura que podría convertirse en un lastre, es necesario analizar si sus beneficios realmente justificarán su costo. En un país donde la ganadería es motor de la economía, la pregunta es inevitable: ¿vale la pena correr el riesgo?