El régimen chino vuelve a demostrar que su política comercial está lejos de regirse por principios de libre mercado y responde, en cambio, a una estrategia geopolítica agresiva. Como consecuencia de una “investigación” del Ministerio de Comercio iniciada para evaluar supuestos daños a su industria cárnica, las autoridades aduaneras de China han suspendido las importaciones de carne bovina provenientes de seis plantas frigoríficas del Mercosur.
Detrás de esta maniobra, que carece de fundamentos técnicos serios, se esconde un doble objetivo: reafirmar el dominio comercial de China en la región y forzar una reducción en los precios de la carne importada, afectando directamente a los productores sudamericanos. Para los países del Mercosur que dependen de las exportaciones al gigante asiático, esta acción es solo el comienzo de una serie de restricciones que podrían comprometer la sostenibilidad del negocio cárnico.
Mientras Brasil, Argentina y Uruguay han apostado por la sumisión a los intereses comerciales chinos, Paraguay –al mantener su reconocimiento a Taiwán como nación independiente– ha sido excluido de este juego de presión y manipulación. Paradójicamente, esta exclusión lo protege de las represalias arbitrarias de Beijing, que usa el comercio como herramienta de castigo y sometimiento político.
Lejos de ser un actor confiable, China vuelve a demostrar que su influencia en la región es una amenaza para la estabilidad de las economías locales. Sus decisiones unilaterales exponen la vulnerabilidad de aquellos que han optado por depender de su mercado, dejando en evidencia la necesidad urgente de diversificar los destinos de exportación y reducir la influencia del gigante asiático en el Mercosur.