La izquierda británica, liderada por el Partido Laborista bajo Sir Keir Starmer, ha desencadenado una ola de críticas al presentar propuestas para alterar las leyes electorales del Reino Unido. Entre las medidas más controvertidas se encuentra la eliminación de los requisitos de identificación con fotografía, establecidos en 2022 para combatir el fraude electoral, y la posible extensión del derecho de voto a millones de ciudadanos extranjeros en elecciones nacionales.
Estas propuestas, respaldadas por el Instituto de Investigación de Políticas Públicas (IPPR), un grupo de expertos vinculado al laborismo, han sido acusadas de intentar manipular el resultado de las próximas elecciones. El IPPR argumenta que es crucial revisar la relación entre ciudadanía y derechos de voto en el Reino Unido, proponiendo también registrar automáticamente a jóvenes a partir de los 16 años, lo que podría añadir hasta 700.000 nuevos votantes cada año.
La reacción de la oposición no se ha hecho esperar. El exministro conservador Sir Jacob Rees-Mogg ha afirmado que el derecho al voto debe reservarse a aquellos que han demostrado un compromiso pleno con el país, es decir, los ciudadanos británicos. Rees-Mogg también ha cuestionado la validez de permitir que ciudadanos de la Commonwealth participen en las elecciones británicas, señalando que esta práctica colonial debe ser revisada en el contexto actual de alta migración.
Por su parte, Peter Bedford, otro parlamentario conservador, ha calificado las propuestas como «profundamente preocupantes», argumentando que extender el derecho de voto a cinco millones de extranjeros socavaría la confianza pública en el sistema electoral. Bedford ha criticado al Partido Laborista por desviar la atención de problemas reales como la crisis energética y el acceso a la sanidad, enfocándose en cambios que podrían favorecer su posición electoral.
Los líderes conservadores han expresado su preocupación por el impacto potencial de estas reformas en la democracia británica. Nigel Huddleston, copresidente del Partido Conservador, ha acusado al Partido Laborista de ignorar el fraude electoral y facilitar el voto a grupos que tradicionalmente les apoyan, en un intento de asegurar su ventaja electoral.
La propuesta de otorgar el voto a jóvenes de 16 y 17 años también ha generado controversia. Críticos como la exministra Esther McVey argumentan que esta medida parece diseñada para beneficiar al Partido Laborista, dado que los jóvenes votantes tienden a inclinarse hacia políticas progresistas. Rishi Sunak, ex primer ministro, advirtió antes de las elecciones generales de 2024 que estas reformas podrían causar «daño irreversible» al sistema democrático británico.
A pesar de las justificaciones del Partido Laborista sobre la modernización del sistema electoral y la inclusión, la oposición considera que estas propuestas comprometen la integridad de las elecciones y priorizan los intereses partidistas sobre las preocupaciones de los ciudadanos. El debate sobre estas reformas se perfila como uno de los más controvertidos en la agenda política del Reino Unido en los próximos meses.