La inseguridad se ha convertido en un flagelo cotidiano que afecta a todos los sectores de la sociedad. Cada día, un nuevo asalto se suma a la creciente ola de violencia, dejando a los ciudadanos desprotegidos y librados a su suerte.
Las redes sociales se transformaron en el principal medio para, al menos, visibilizar esta alarmante realidad, con videos que muestran a ciudadanos comunes enfrentándose a los delincuentes para proteger lo que con esfuerzo han logrado.
Un caso reciente ejemplifica esta situación: un trabajador, víctima de un intento de asalto, decidió enfrentarse al delincuente para evitar el robo. «Nunca esperé tanto en mi vida para ver a un policía, pero nunca apareció», declaró indignado. Este testimonio refleja la desesperación y la falta de confianza en un sistema que debería garantizar la seguridad.
Mientras tanto, el ministro del Interior, Enrique Riera, permanece en silencio frente a este panorama. Su presencia pública se limita a actos protocolares, como la entrega de patrulleras o las ceremonias de egreso de nuevos efectivos policiales que, ante la falta de preparación y equipamiento adecuado, terminan convertidos en las primeras víctimas de los delincuentes a los que deberían combatir.
La ciudadanía exige respuestas concretas y efectivas ante una crisis que no solo amenaza la integridad física de las personas y sus bienes, sino también la confianza en las instituciones encargadas de protegerlas. La inacción ya no es una opción, aunque parezca la norma.