El “discurso expansionista” del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, no debería ser leído como una simple ocurrencia o bravuconada expansionista. A pesar de lo extravagante que pudiera sonar, el planteo de Trump, además de estar avalado por la historia, tiene lógica geopolítica desde la mirada o los intereses de los Estados Unidos.
A excepción del período presidencial de Ronald Reagan, desde la década del ´70, tras la derrota en la guerra de Vietnam, la influencia de los Estados Unidos decreció, no por falta de poder económico o bélico, sino por el cambio en su postura internacional. Líderes progresistas como el recientemente fallecido Jimmy Carter, Bill Clinton y el propio Barack Hussein Obama, más allá de lo que pudiera parecer, redujeron paulatinamente el intervencionismo y generaron “vacíos estratégicos” que rápidamente fueron ocupados por Rusia y China, solo alcanza con mirar Sudamérica para notarlo.
El discurso de Donald Trump es, sin duda alguna, una respuesta directa a este retroceso. Su visión de una América expansionista y proactiva recuerda la estrategia de Reagan en los años 80, quien, con una política militar agresiva, forzó a la debilitada economía soviética a colapsar bajo el peso de un gasto militar insostenible.
Recursos y Estrategia – El caso Groenlandia
Con Rusia y China mostrando un interés creciente en la región del Ártico, el planteamiento de Trump cobra sentido, ya que la región no solo es rica en recursos naturales, sino que además tiene un valor militar crucial. Entonces, si los Estados Unidos logran una mayor influencia en esa región, ya sea logrando el control de Groenlandia, ya sea con una mayor presencia económica y militar; obligaría a sus competidores a elegir entre dos opciones poco favorables: enfrascarse en una competencia económica y armamentística insostenible para sus economías o retroceder estratégicamente.
En este escenario, Trump no solo busca hacerse de los recursos, quiere también beneficiarse del desgaste financiero de sus rivales. Rusia, con su economía afectada por la guerra en Ucrania más las sanciones, y China, inmersa en un proceso profundo de desaceleración económica, podrían enfrentar un dilema similar al de la URSS en los 80.
La diferencia entre estos tres actores es, sin dudas, el liberalismo económico. Donald Trump, prometió volver a un modelo de liberalismo económico extremo a través de la desregulación económica lo que se traduciría en crecimiento económico que fortalecería su posición global. En contrapartida, China y Rusia mantienen un férreo control estatal sobre las empresas, lo que ralentizó sus economías y limita su capacidad de expansión.
Más allá de la retórica
La estrategia de Trump tiene lógica y un objetivo: restaurar el poder y la influencia global de Estados Unidos a través de una combinación de expansión económica y presión estratégica; es por eso que esta postura incomoda a gran parte del mundo, sobre todo a aquellos que prosperaron en los vacíos de poder dejados por un Estados Unidos más retraído.