Por Lin Chia-lung (*)
La primera y más urgente tarea que debe abordar el organismo es dejar de sucumbir a la presión de la República Popular de China y abstenerse de distorsionar aún más la Resolución 2758 de la Asamblea General adoptada en 1971
Taiwán es un socio indispensable en las cadenas de suministro globales, ya que produce más del 90 por ciento de los semiconductores de alta gama mundiales y una parte significativa de los chips avanzados que impulsan la revolución de la Inteligencia Artificial (IA). Además, la mitad del comercio marítimo mundial atraviesa el Estrecho de Taiwán y lo convierte en una vía navegable internacional clave.
China continúa intensificando sus acciones agresivas contra Taiwán. Los intentos de Pekín de cambiar unilateralmente el statu quo del Estrecho de Taiwán y expandir el autoritarismo en toda la región del Indo-Pacífico son una profunda amenaza para la paz y la seguridad en todo el mundo.
En los últimos años, los líderes mundiales han aprovechado las ocasiones bilaterales y multilaterales – incluyendo las reuniones del G7, la UE, la OTAN y la ASEAN – para destacar la importancia de mantener la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de la importancia de reducir las tensiones en la región, las Naciones Unidas (ONU) aún no han tomado medidas para abordar los desafíos planteados por la República Popular de China o para incorporar a Taiwán al sistema de la ONU. La idea de que se debe optar entre la República Popular de China y Taiwán en el sistema de la ONU es una falsa dicotomía. Ahora es el momento adecuado para que la ONU evolucione y reconsidere sus políticas injustificadas que excluyen a Taiwán.
La primera y más urgente tarea que debe abordar la ONU es dejar de sucumbir a la presión de la República Popular de China y abstenerse de distorsionar aún más la Resolución 2758 de la Asamblea General de la ONU adoptada en 1971. Al tergiversar deliberadamente la Resolución 2758 y confundirla falsamente con su propio “principio de una sola China”, que difiere de la “política de una sola China” adoptada por muchos países, la República Popular de China ha suprimido implacablemente el derecho legítimo de Taiwán a participar significativamente en la ONU y sus agencias especializadas.
Esta tergiversación tiene consecuencias de largo alcance que van más allá de negar a los ciudadanos y periodistas taiwaneses el acceso a las instalaciones de la ONU y de impedirles visitarlas, asistir a reuniones y participar en la recopilación de noticias. De hecho, la táctica de Pekín de utilizar la Resolución 2758 como arma para difundir la falacia de que Taiwán es parte de la República Popular de China es una de las claves de una campaña más amplia para establecer la base legal para justificar una futura invasión armada a Taiwán. Sin embargo, contrariamente a las falsas reclamaciones de la República Popular de China, la Resolución 2758 simplemente aborda la cuestión de la representación de China en la ONU. No menciona a Taiwán. No afirma que Taiwán sea parte de la República Popular de China ni atribuye a la República Popular de China ningún derecho a representar a Taiwán en el sistema de la ONU. En otras palabras, la resolución no tiene nada que ver con Taiwán.
Este caso es ilustrativo de la creciente asertividad de la República Popular de China para imponer su voluntad en el escenario internacional. Y si no se cuestionan ni se corrigen, las falsas reclamaciones de Pekín no sólo alterarán el statu quo en el Estrecho de Taiwán, sino que también pondrán en peligro la paz y la estabilidad en el Indo-Pacífico y amenazarán el orden internacional basado en reglas.
Afortunadamente, en los últimos meses varios altos funcionarios estadounidenses han criticado la distorsión de la República Popular de China sobre la Resolución 2758 para justificar su espuria reclamación sobre Taiwán. Además, la Alianza Interparlamentaria sobre China, una organización internacional que comprende a más de 250 parlamentarios de 38 países y la UE, demostró su apoyo concreto a Taiwán al aprobar una resolución modelo sobre la Resolución 2758. Para mantener la paz y la seguridad internacionales como estipula la Carta de las Naciones Unidas, la ONU debe retroceder y alentar una interpretación correcta de la Resolución 2758, y explorar medidas para resistir las ambiciones agresivas de la República Popular de China.
El expansionismo de la República Popular de China no se detendrá en Taiwán. Las recientes regulaciones introducidas por la Guardia Costera de China son parte de una táctica más amplia de zona gris diseñada para reforzar las engañosas reclamaciones territoriales de la República Popular de China y expandir su influencia. Al introducir reglas que justifican el abordaje y la detención de buques y permiten a las personas ingresar a áreas marítimas en disputa, Pekín pretende hacer valer su control sobre aguas internacionales y desafiar las normas y reclamaciones globales. Para garantizar la paz mundial y la estabilidad económica, las Naciones Unidas y la comunidad internacional no solo deben reafirmar sus preocupaciones sobre la conducta coercitiva de Pekín, sino también trabajar conjuntamente para prevenir sus planes ilegales.
La historia ha demostrado que la determinación democrática debe demostrarse con antelación, antes de que sea demasiado tarde. Como principal foro mundial de cooperación internacional, el sistema de las Naciones Unidas está en una posición ideal para abordar los desafíos de seguridad regional y apoyar la estabilidad económica mundial. La próxima Asamblea General de las Naciones Unidas y su Cumbre del Futuro representan una oportunidad apropiada para abordar las principales preocupaciones de seguridad mientras avanzamos hacia objetivos más amplios del desarrollo sostenible mundial y construir una comunidad global más resiliente para las generaciones actuales y futuras.
Durante muchas décadas, Taiwán ha demostrado ser un socio responsable y confiable. Taiwán ha hecho contribuciones significativas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Aceptar la participación significativa de Taiwán en el sistema de las Naciones Unidas sería sin duda la mejor opción de la ONU para mitigar cualquier posible crisis regional, mantener la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán y estimular la prosperidad mundial.
De cara al futuro, Taiwán seguirá desempeñando su papel. Trabajando con los países de ideas afines para mantener cadenas de suministro globales saludables y resilientes – en particular en la industria de semiconductores – Taiwán está decidido a ayudar a impulsar el mundo hacia adelante durante muchas décadas más.
Para un mundo más seguro y mejor, el sistema de las Naciones Unidas necesita incluir a Taiwán.
(*) Ministro de Relaciones Exteriores de la República de China (Taiwán)