Por José María Quevedo
La oposición vive equivocada. Y actúa en consecuencia. Subordinada a la agenda mediática, carece de iniciativa discursiva y termina por hacer propias luchas ajenas, luchas que garantizan espacios, pero no suman votos.
Hoy la dicotomía no es entre izquierda o derecha; liberales o colorados; es entre sistema y anti-sistema. Los que son parte y los que SIENTEN que no lo son. La política se siente, por eso ganan los colorados. Los opositores pueden exponer teorías de todo tipo para justificar sus derrotas, pero son incapaces de reconocer las variables esenciales que hacen a la ANR imbatible.
Las denuncias contra Nenecho y su gestión en 2021, no afectaron en lo más mínimo al hoy intendente de Asunción. Astutamente, el exCalle7 volvió personal las críticas de ABC y convirtió los artículos en persecución.
Esta vez parecía que el “bonogate” sí podía influir y beneficiar electoralmente a la oposición. Eso pensé. Y me equivoqué. Denunciado y denunciantes son percibidos como “la misma cosa”. Algo similar sucedió en las presidenciales. Los ataques fidelizan el voto colorado y dispersan el independiente. Las campañas basadas en la denuncia no ganan elecciones. Las campañas son contraste. Por eso es tan importante entender e interpretar correctamente las coyunturas. Si la estrategia se traza a partir de los editoriales de los diarios, de las opiniones de referentes de la comunicación o de creencias compartidas por un grupo de presuntos especialistas, las posibilidades de éxito son nulas.
“Nadie va a votar por el hijo de un stronista” me dijo un experto en cuestiones energéticas y “estratega” electoral cuando allá por 2015 expresé que Mario Abdo era el mejor candidato que la ANR tenía.
Ya en plena campaña, uno de los hombres fuertes del futuro presidente me confesó: “Mientras ataquen a González Daher y no al candidato, todo va bien”.
Confiados en la mirada propia, la Alianza concentró sus ataques en el hecho de que “Marito” era hijo del secretario del dictador, sin tener en cuenta qué: la imagen de Stroessner no era la de 1989; Abdo se había ganado las credenciales democráticas compitiendo y defendiendo la Constitución ante el intento reeleccionista de Horacio Cartes y el luguismo; la foto llevando el cajón del general derrocado generaba la percepción de una persona agradecida y confiable. Lo que la oposición exponía como puntos débiles, lo fortalecían.
Abdo ganó. Y ante la ausencia de un tercer candidato “divisor” del voto, la oposición culpó a los encuestadores, una excusa inaceptable si partimos del hecho que 15 días antes de la primera publicación que daba ganador al colorado por un margen de 30 puntos, teniendo la información decidieron ignorar la advertencia de cuanto podía influir este dato en la tropa propia.
En 2023 otra vez optaron por no atacar al candidato y hacer propio el discurso “del sistema” que fidelizaba el voto colorado a la vez que empujaba a los electores hacia Payo Cubas.
Todo indica que para las municipales 2026 repetirán el error. Sin estudios objetivos, sin iniciativa discursiva, sin causas que generen identificación y movilicen, la derrota opositora está asegurada.