Ayer, en un lapsus de locura me dio por la práctica de deportes de riesgo y me puse a opinar sobre el hecho de que me parecía mal que algunos personeros de la prensa hablaran en nombre del “Pueblo”, mala mía… una horda de toda calaña me salió al cruce por el solo hecho de opinar distinto.
Mi comentario fue sencillo y venía a cuento de la intervención de una cronista que abordó a la hija del vicepresidente Pedro Alliana y, a voz de cuello, se arrogaba la representación del pueblo. Mi opinión, la que generó indignación de la caterva fue:
«Ni la prensa ni sus voceros son la voz del pueblo».
Como bien sabemos, debido a las acciones de algunos individuos, las botellas de shampoo incluyen instrucciones. A continuación, se presenta una explicación un tanto más detallada:
La libertad de expresión es uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad democrática, porque permite que los ciudadanos podamos expresar nuestras ideas, críticas y opiniones libremente. En este contexto, la prensa desempeña un papel crucial al proporcionar una plataforma para la difusión de información y la discusión de temas e ideas relevantes. Sin embargo, es importante reconocer que, a pesar de su papel esencial, la prensa nunca puede ser completamente la voz del pueblo.
En primer lugar, porque la diversidad de opiniones y perspectivas dentro de cualquier sociedad es casi infinita y, aunque la prensa busque representar diferentes puntos de vista, está inevitablemente influida por factores como la propiedad de los medios, intereses comerciales y políticos, y las preferencias editoriales. Estos elementos limitan la diversidad de voces que se expresan y dan lugar a sesgos que distorsionan la representación genuina de las opiniones populares.
Otro aspecto bastante más moderno a tener en cuenta es que la prensa está sujeta a la influencia de las tendencias y la opinión pública. Entonces, en lugar de ser una voz objetiva e imparcial, los medios pueden verse (y se ven) tentados a seguir corrientes populares o adoptar posturas sensacionalistas para atraer audiencia, comprometiendo así su capacidad para ser una representación fiel de la diversidad de opiniones.
En última instancia, aunque la prensa puede aspirar a ser un reflejo fiel de la diversidad de opiniones en la sociedad, su naturaleza siempre estará marcada por limitaciones innatas.
“Vox populi, vox dei” (la voz del pueblo es la voz de Dios) puede ser una afirmación que resuene, recordándonos la importancia de escuchar las distintas perspectivas y experiencias que conforman el entramado de la sociedad. Sin embargo, es crucial reconocer que, dada la complejidad de factores que afectan a los medios de comunicación, la prensa nunca puede ser una representación completamente pura y sin sesgos de esa voz colectiva. O nos hacemos conscientes de esto, o vamos a seguir siendo engañados por unos y por otros.