En realidad, no es reina, es la consorte, tampoco tiene abolengo real sino un apellido común, de futbolista cabe decir, ni siquiera español como Piqué sino de olimpista como el de Richard Ortiz.
Peor aún, extracción de la profesión más prostituida que existe; la de periodista, prostitución intelectual que le dicen.
Como si fuera poco, divorciada, lo cual, según Jesús, el que se casa con una comete adulterio, como lo hizo el rey Felipe VI, esto mucho antes que la bosta se estrelle contra el ventilador en la Corona de España.
Por su parte, Letizia Ortiz es doblemente adúltera, triple o cuádruple por lo que se anda rebelando; “¡Pero que misógino este judío había sido!” ¿Cuál? ¿Jesús o yo? Ambos lo somos, no misóginos sino judíos, aunque en mi caso no soy tan duro porque también cargo con mis adulterios y creo que el Salvador fue más severo con los hipócritas que con los adúlteros. Es más, a una Letizia de su época le salvó la vida, y eso que la ley mandaba apedrear a muerte, como se hace hasta hoy en las sociedades musulmanas.
Con todo, cuando anduvo por suelo paraguayo, vestía chalequito y pantalones lo que produjo la queja de la mona que vistió sus más refinadas sedas para recibirla. Si bien en España se dice que la consorte es mona, no es por la misma razón que aquí la Celeste Amarilla.
En la puta madre patria que nos parió se usa el término mona para referirse a una mujer bonita, aquí, sin embargo, según el criterio de la gente, la susodicha tiene un gran parecido con el primate. Bueno, algunos sostienen que descendemos del mono, entonces usarían a la senadora como ejemplo. Aunque en mi opinión, es una combinación de actitudes monásticas y decimonónicas complementada por su parecer. Pobre, la mona en Maserati, como aquellos monos que ponían en los cohetes y los mandaban al espacio.
Hablando de monas y periodistas, la Leti me recuerda a otra del ramo de las rameras intelectuales; Noelia Díaz Esquivel, de aspecto más que otra cosa, lo que quiere decir que esta periodista y feminista militante compatriota es mona, pero en el concepto español, aunque mentalmente piensa y luego actúa como mona en sentido paraguayo.
No me toca aquí hacer la lista de los adulterios cometidos por Letizia Ortiz desde que se casó con Felipe de Borbón y Grecia, para eso están las redes que los exponen con lujo de detalles.
Lo que creo interesante es comentar sobre estos cuentos románticos del príncipe y la florista o la princesa y el mendigo que en la realidad cotidiana no funcionan o terminan en desastre. Es el caso que hoy nos ocupa como también fue el de Carlos III del Reino Unido con una plebeya, maestra de escuela, quien en vida fue otra que le hizo crecer grandes cuernos al entonces Príncipe de Gales hasta con jugadores de rugby o de polo si no me equivoco, me da igual, adúltera fue, que en paz descanse.
Para los cánones mediáticos actuales, todas estas verdades han de parecer muy “misóginas”, me encanta, en especial si logró molestar a alguna que otra “misándrica”. Tendrán que lidiar con ello mal que les pese.
Tengo por costumbre respaldar mis conceptos con bases bíblicas y no será esta la excepción.
Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Así que chiques menos enamoramiento y mayor conocimiento. Casarse por amor es como tomar una decisión muy importante cuando estás borracho, por eso cuando te pasa el pedo querés separarte. ¿Entonces qué hacemos? A la hora de elegir, usá más la cabeza que el corazón, solución.
“Porque a causa de la mujer ramera es reducido el hombre a un bocado de pan; Y la mujer caza la preciosa alma del varón”. Proverbios 6:26
Es exactamente esto lo que sucedió con el Rey de España así que bien haría en deshacerse de esa bruja y buscarse una esposa en la nobleza, aunque mona no sea.
Finalmente, sería algo bueno para esta fecha de celebración detenerse a pensar que es lo que realmente se celebra y por qué, entonces, repartiendo el pan dulce (panettone en mi caso) le dan más sentido a la Navidad entre tanta vanidad que nos acucia en la actualidad.
¡Felicidades!