El jueves 7 de diciembre por la noche se inició la fiesta de las luces que los judíos llamamos Janucá, vulgarmente apodada la “navidad judía”.
Con la primera estrella y hasta la primera del día siguiente, la fecha marcó el 25 del Kislev de 5784 según el calendario hebreo y coincidió esta vez, durante el día al menos, con el feriado nacional del 8 de diciembre.
Por su parte, según el calendario gregoriano, se cumplieron dos meses de la atroz masacre perpetrada por los cobardes terroristas enmascarados de Hamas en territorio de Israel el 7 de octubre.
El mundo entero, el civilizado al menos, debió encender esta vez las luces de la Janukia, candelabro especial de 9 brazos elaborado para la ocasión a diferencia del Menorá de siete. Entenderán o perecerán por falta de conocimiento.
La historia se repite porque somos los mismos seres humanos quienes la hacemos. De ahí que el año 5784 se refiere a la creación del hombre, se festeja el cumpleaños de Adán cada Rosh Hashaná, cabeza de año. Esto significa que el primer hombre, al menos en su naturaleza, no fue muy distinto a lo que somos en la actualidad.
Alrededor del año 180 A.C. el territorio palestino era dote de Cleopatra, una princesa siria casada con Tolomeo Filométor, rey de Egipto. Al morir ella, Antíoco Epifanes IV, rey de Siria de la dinastía seléucida, reclamó Palestina para sí. En el año 170 se apoderó de Jerusalén luego de una cruenta batalla y profanó el Templo sacrificando a una puerca en el altar principal y erigió otro al dios griego Júpiter. Luego saqueó la ciudad, prohibió el culto, esclavizó a mucha gente y obligó a los hebreos comer carne de cerdo. No satisfecho con todo esto, persiguió a los judíos tradicionales mientras protegía a los helenizados. Cualquier reunión, culto o lectura de la Torah estaba estrictamente prohibido con el riesgo de pagar con la vida la desobediencia. Los textos sagrados de la ley mosaica cuando no quemados eran diluidos en sopa hecha de carne de cerdo, el puchero inmundo.
Escrito está en una parte de la declaración de independencia de Estados Unidos de América lo siguiente: “en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga cadena de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad.”
Los abusos de Antíoco provocaron la rebelión de los Macabeos, la cual, es una de las páginas más heroicas de la historia judía.
Matatías, sacerdote de gran carácter y energía, comenzó la rebelión reuniendo un grupo de judíos valientes que se comprometieron a libertar la nación y restaurar el culto tradicional.
A Matatías le sucedió en la dirección de la revuelta su hijo Judas, conocido como Macabeo. Este nombre deriva de un vocablo hebreo que significa martillo. Judas tuvo la ayuda de sus cuatro hermanos.
En el 165 logró apoderarse de Jerusalén y purificó el Templo donde se dio el milagro de las luces ya que, al restablecer el culto, encontraron solo una redoma de aceite puro de oliva para encender el Menorá (el candelabro de 7 brazos) que no duraría más de un día (las llamas nunca deben extinguirse). Lo encendieron igual mientras producían más aceite para seguir alimentando el fuego sagrado. El milagro se dio cuando el aceite que ardía para solo un día duró 8 días, hasta que hubo suficiente para mantener la llama encendida de forma permanente. Es por eso que el candelabro de esta ocasión tiene 9 brazos, 8 representando los días del milagro y uno más elevado que el resto en el medio que representa la luz divina, a Dios mismo.
Israel mantuvo su esencia, su ser nacional y razón de existir como pueblo gracias a la resistencia heroica de un puñado de valientes. Generalmente no son necesarias las multitudes para actos heroicos como este y el pueblo elegido tiene varios episodios similares.
Actualmente, en esta guerra, Israel es el frente en un campo de batalla que abarca todo occidente a pesar de estar en medio oriente. Se lucha defendiendo la fuente de donde salieron los pilares de nuestra civilización basada en valores judeocristianos, más temprano que tarde se extenderá por el resto del campo de batalla.
Estas hordas apocalípticas quieren hurtar, matar y destruir nuestra civilización, están en todas partes y gracias a Dios en menor grado en nuestro subcontinente y menos aún en Paraguay.
Como lo afirmó claramente la finada y excelsa periodista italiana Oriana Fallaci, en su libro “Apocalipsis”, el mahometismo es uno de los jinetes del que habla el último y trágico libro de la Biblia.
No obstante, igual es necesaria la vigilancia permanente y me pareció excelente que en seguida se haya denunciado y virilizado ese letrero colgado en la avenida Kubitschek sobre cursos sobre la religión y cultura árabe. Esto no debe germinar por estos lares ni por si acaso, es semillero de terrorismo y no se debe ser “tolerante con la intolerancia” en palabras de Oriana Fallaci nuevamente quien acusó a Europa de haberlo sido a cambio del petróleo y la apodó “Eurabia” por toda esta inmigración de langostas humanas cuyo objetivo es destruir la cultura europea y someter sus habitantes al despotismo musulmán.
Anoche terminó el Janucá y así como los Macabeos lo hicieron, Israel vencerá. Hamas, es la punta de lanza de todo un entramado grotesco de enemigos del Estado de Israel que incluye a la misma ONU (Organización de Nazis Unidos), gran parte de los países europeos y sus “ayudas humanitarias” a un pueblo que en verdad nunca existió, como también casi todo el mundo árabe con sus generosas donaciones. El comienzo del desmoronamiento del grupo asesino Hamas coincidió con el inicio del Janucá lo que habrá influido categóricamente en la moral de las tropas de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel.
Maldito sea todo aquél que no está con Israel en esta hora crucial y bendito sea el Paraguay que siempre lo apoyó. Y recordar el evidente cumplimiento de una de las promesas más antiguas que sin embargo se cumple siempre:
Shabat shalom.