El Gobierno de Lula da Silva profundizará su sablazo fiscal sobre Brasil para el año 2024. Esta vez, el Gobierno apunta a cumplir con una de las demandas de la agenda del G20 y los países más desarrollados, la cual consiste en implementar un impuesto mínimo del 15% sobre los ingresos de las empresas multinacionales.
Este impuesto tiene por objetivo gravar a las empresas incluso en episodios en los cuales se registran pérdidas (la base imponible deja de ser las ganancias, y pasan a ser los ingresos meramente contables independientemente del resultado del ejercicio).
Actualmente la tasa impositiva de Brasil sobre las utilidades no distribuidas de las empresas asciende al 34%, ubicada entre las 10 más altas del mundo, junto con Chad, Suriname, Puerto Rico, Colombia, Guinea Ecuatorial, y Sudán, entre otros países.
Brasil podría ejecutar esta reforma como parte del plan de reorganización del sistema tributario que propone el Gobierno socialista para el período fiscal 2024. La propuesta más relevante del proyecto, tanto desde el punto de vista recaudatorio como desde el impacto en la sociedad, sin lugar a dudas será el lanzamiento de un nuevo “Super-IVA” con una tasa consolidada del 27,5% (la más alta del mundo).
El presidente demócrata Joe Biden impulsa esta agenda activamente en el mundo con el fin de desalentar la competencia fiscal entre jurisdicciones, una estrategia abiertamente funcional a su propia agenda fiscal en Estados Unidos, que consiste en aumentar drásticamente los impuestos y, en particular, el impuesto de Sociedades del 21% al 28% para 2024.
Con información de la Derecha Diario