Por José María Quevedo
John Fitzgerald Peña; así me referí al presidente el día de la toma de mando. Joven, preparado, locuaz, amable y seductor. A nivel imagen, estábamos ante el “Kennedy paraguayo”.
Sus primeras semanas al frente del Ejecutivo parecían confirmarlo. Su manejo de la crisis generada por el peaje en la hidrovía fue inobjetable y aunque el listón en la Argentina está muy bajo, generó la envidia de la opinión pública de ese país.
Mientras tanto, se movía a nivel doméstico aprovechaba la impunidad mediática, que a todo mandatario recién asumido se le otorga en forma de “concesión aparente”, esa que antes duraba 100 días y ahora no más de 45.
El periodismo de opinión tiene la cómoda ventaja de poder sentar postura con el diario de lunes. Y es “argel” advertir posibles problemas en un gobierno que inicia. Genuinamente, el elector (el que le votó y el que no) le da a toda nueva gestión un margen de confianza.
Vamos a estar mejor
A diferencia de su principal adversario (improvisado y primitivo) Santi trabajó su slogan de campaña de manera profesional y a partir de estudios semióticos sobre el electorado.
“Vamos a estar mejor”. La imagen de Peña (cercano, sonriente, churro, accesible, preparado) no solo contrastó con la de su principal adversario, Efraín Alegre (Serio, esquivo, argelado y poco agraciado) sino también con la del presidente que se iba, Mario Abdo (distante, inexpresivo, pererí).
Este contraste lo convirtió en un candidato imbatible (Para los que no quieren hacer autocrítica y revisar sus errores, todo se reducirá “al fraude y la plata”, un “método” que los autocondena a la derrota perpetua).
Ahora bien, una vez en Palacio de López, el exitoso slogan se volvió una trampa para JFP.
¿Qué entendió el elector medio por “Vamos a estar mejor”? Quizás el equipo del ahora presidente tiene este dato. Yo deduzco (aclaro): si tengo moto, poder comprarme un auto. Si le compro a mi hijo unos botines de 100 mil, comprarle unos de 200 mil. Si mi hija tiene que trabajar y dejar los estudios al terminar la secundaria, que pueda ir a una Universidad Privada, pasar de la costillita de oferta a la de primera, etc…Y esas demandas, hijas de la confianza en un candidato, no pueden esperar.
Desde la perspectiva del poder, lo prioritario es sumar o consolidar apoyos políticos. Esto implica dedicar tiempo y energía a cuestiones que al ciudadano común (que espera “estar mejor”) no le importan. Comunicar la voluntad y compromiso de cumplir con lo prometido deber ser el objetivo UNO de toda gestión. Y esa voluntad y compromiso se comunican con acciones ejecutivas.
Hoy el mundo no se divide entre republicanos y demócratas, liberales y socialistas; hoy se divide entre sistema y anti-sistema. En términos prácticos: “El poder que te dimos ¿lo vas a usar para beneficiar a los del sistema o al resto?”
JFP; afuera y adentro
Al defender el libre tránsito por la hidrovía, Peña defendió una causa nacional ligada a la soberanía y los derechos históricamente reivindicados por el Paraguay.
“Pelea por lo nuestro” y “se enfrenta a la Argentina” fue la percepción general.
Pero cuando el presidente se autoaumentó el salario, el paraguayo medio ya dudó.
La metida de pata total se produjo cuando decidió incrementar la remuneración de los miembros de la institución con pero imagen más del país en medio de una crisis generada por la expropiación y venta de tierras públicas en beneficio de personas de alto nivel económico promovida por el líder de su espacio político en el Congreso.
La lectura social no es la misma que hacen los actores del poder; es más sencilla y general. Por más que los que se opusieron al proyecto de entrega de tierras en Chaco`i se pronunciaran públicamente y censuraran la iniciativa, la percepción general es “los políticos usan el cargo para beneficio propio”, que según un estudio de Latinobarómetro es lo que piensa el 98% de los paraguayos.
Y “políticos” no son solo “Bachi” Núñez y Celeste Amarilla; son todos. Un colectivo teatral que todos los miércoles por la mañana ofrece funciones a orillas de rio.
Y el presidente no tuvo mejor idea que aceptar la sugerencia de su vice y “hermano” Pedro Alliana, de otorgar un aumento de Gs 5.000.000 a estos patriotas “olvidados” de la mano de Dios.
Riera y Barchini
La toma de Tacumbú por parte del Clan Rotela le puso punto final a los cien días a los 60. Y Peña cometió su primer gran error de gestión: puso la cara en un conflicto que debieron resolver (a mi criterio) sus dos peores ministros; el de Interior y el de Justicia.
“Desde la grada” para el autor de esta nota es simple; el ministro que no está a la altura se va, al mes, la semana o a los dos días.
Todo el mundo se equivoca y si Peña destituía a Barchini no mostraba debilidad sino determinación, liderazgo y exigencia. “Con Santi, el que no anda se va” hubiese sido el mensaje.
Santiago Peña debe ser el presidente más preparado que ocupó alguna vez el Palacio de López. Pero sus competencias no incluyen el manejo político de un espacio como el Partido Colorado.
Su sonrisa, su predisposición y su voluntad no son atributos que sirvan a la hora de administrar el poder. Ser CEO de un banco o ministro de Hacienda de un país no te preparan para desempeñarte con mediano éxito en un cargo donde las intrigas, las mezquindades y las ambiciones, no tienen límites.