Esta es la única referencia directa que tenemos de que Jesús, al morir, descendió al mundo de ultratumba. Entre otras cosas, es ahí donde se iba a librar la batalla final por nuestra salvación, y la misma se iba a librar contra dos seres: Satanás y la Muerte. Sí, la muerte no es un concepto, es un ser que también tenía que ser vencido al igual que Satanás, el Diablo.
El apóstol Pablo nos relata algo que sucedió allí:
Gracias a este pasaje nos enteramos que no solo en el cielo se “anota todo”, sino también en el Hades (lugar de los muertos), con la diferencia que en el cielo se anota lo bueno y lo malo; lo primero tendrá recompensas, lo segundo castigo. Esto es, claro, para los que se salvan; para los que se pierden no hay entrada en los cielos ni recompensas, solo castigo eterno.
Pero ¿qué es esta Acta de Decretos? (Otras versiones lo describen con otras palabras). Es el Acta donde están anotados los cargos por los cuales merecemos la muerte, es decir, los pecados. Y sea uno o muchos, basta solo uno para que se labre tal Acta. Es esa Acta la que se leería en el Juicio Final y de acuerdo a ella se dictaría la sentencia de condenación eterna a sufrimientos indescriptibles.
Solo para comprender un poco imaginemos lo que pasó ahí: Digamos que hay un lugar donde están Satanás y la Muerte y esas Actas. Se presenta ante ellos Jesús de Nazaret y entonces ellos piden el “Acta” del Nazareno para ratificarla. Un demonio trae la carpeta, y al abrirla encuentran un papel en blanco. Ambos, asombrados, no entienden, pues si no ha cometido ningún pecado, cómo es que está ahí, en el lugar de los muertos.
El demonio trae entonces el archivo mayor, pero éste es inmenso, contando con millones de Actas donde están anotados todos los pecados cometidos por los hombres desde Adán. De nuevo, ambos no entienden, pero de pronto… como que se dan cuenta de la jugada. Jesús está muerto, pero no cometió ningún pecado, más -por poner un ejemplo- miran en el archivo mayor el Acta de Abraham y para su asombro ven como el mismo se va borrando, y al mismo tiempo ven que el Acta va apareciendo en el archivo en blanco de Jesús.
¿Qué pasó aquí? se preguntan.
Pues que Abraham murió con la esperanza de que algún día, estando en el Hades, Dios lo sacaría de ahí, aun si saber -tal vez- cómo se haría esto. Y, al llegar el tal Mesías al Hades, debido a que Abraham creyó en él, sus pecados fueron borrados y se cargaron a cuenta de Jesús, quien, ajusticiado en lugar de Abraham, hace que éste quede libre de la muerte eterna. La sentencia de “la paga del pecado es la muerte” se cumplió, pues Abraham murió, pero ahora ya no sería más condenado al no existir más ningún Acta contra él al haberse cargado todos los pecados a Jesús de Nazareth. Entonces ahora saben que sí, Jesús murió por tener pecados, pero esos no eran “sus” pecados, sino de otros.
Entonces Satanás y la Muerte nada pueden hacer. La sentencia se llevó a cabo, y nada puede impedir que Abraham salga en libertad pues no hay Acta contra él. Dice la Escritura que Jesús de Nazaret arrebata este Acta de Decretos y los exhibe públicamente ante los principados y potestades de las tinieblas en desfile triunfal, y luego clava la misma en la cruz y libera a los cautivos y estos pasan al paraíso, donde estarán espiritualmente hasta que resuciten en la segunda venida de Cristo al final de esta era.
Con la misma, Jesús de Nazaret también debía salir libre, pues ciertamente Él no cometió ningún pecado y por ende no debía estar ahí, ni tampoco pasar al paraíso, pues eso es para los que gustaron una muerte física debido a sus pecados. Como Cristo no pecó, pues la Muerte no lo puede retener; debe volver a su cuerpo una vez terminada su obra salvadora en el Hades.
Entonces resucita al tercer día, conforme lo había proclamado.
Todos aquellos que murieron en la esperanza de que algún serían salvados de la condenación eterna por creer, no EN Dios, sino A Dios (pues los demonios también creen, y tiemblan – Stg. 2.19), de que éste proveería para la salvación de ellos, fueron liberados en esos tres días que Jesús de Nazaret estuvo en el Hades.
Jesús resucita, y entonces, conforme lo menciona Pedro en el primer discurso a la Iglesia registrado en Hechos 2.36, Dios declara que este Jesús de Nazaret es hecho Señor y Cristo. (Esto tiene una fuertísima connotación para los judíos, no tanto para nosotros que no fuimos criados conforme a la Ley de Moisés).
Ahora, no solo Jesús, sino Jesucristo, habiendo resucitado en cuerpo humano, sube al cielo, es glorificado de nuevo con la gloria que tuvo antes de venir al mundo, luego desciende y pasa 40 días con sus apóstoles y discípulos y finalmente asciende a los cielos y se sienta a la derecha del Trono de Dios, esperando se cumpla lo profetizado en el Salmo 110.1, que el Padre le diría en ese momento luego de haber ascendido:
Y es ahí donde está ahora, a la derecha del Padre. Sí, un hombre como nosotros, de carne y sangre, que sufrió como nosotros y fue tentado en todo, está sentado reinando sobre Su Iglesia e intercediendo por nosotros mientras el Padre maneja el curso de los tiempos hasta poner a todos los enemigos de Jesús de Nazaret, Su Cristo, bajo los pies de Su amado Hijo. Y en eso estamos, y ya vemos profecías de los últimos tiempos tomando forma ante nuestros ojos en estos días, con el tema de Israel.
Ahora bien, ¿y qué de nosotros hoy en día? ¿Cómo los hombres y mujeres obtuvieron y obtienen la salvación estando vivos y habiendo ya resucitado Jesús de entre los muertos? ¿Hay Acta de Decretos de muerte contra nosotros?
Por razón de espacio, de esto hablaremos en nuestra próxima nota.
Que Dios nos guarde y bendiga a todos.