Unos 35 millones de argentinos están llamados a las urnas y el país entero se asoma a un territorio desconocido. Una elección de tercios, inédita en 40 años de democracia en la Argentina. Inédita porque el bipartidismo tradicional que se ha disputado el control de la política en lo que va del siglo, esta vez lo máximo que podrá arañar será un segundo o primer puesto en primera vuelta. Para el próximo 19 de noviembre, difícilmente tenga chances.
En ese escenario de tercios, abierto, está Sergio Massa, el ministro de Economía de un Gobierno peronista en crisis y desgastado; Patricia Burlich, una exministra de Seguridad conservadora que se impuso en las internas de la derecha tradicional; y Javier Milei, un ultra, agitador contra la política tradicional. Detrás de los tres candidatos fuertes, se encuentran la trotskista Myriam Bregman, por el Frente de Izquierda, cautivadora del progresismo, y por último, el peronista conservador Juan Schiaretti, gobernador de la provincia de Córdoba y voz del federalismo, dentro de un escenario político que mira hacia y desde la capital. Entre Bergman y Schiaretti, obtuvieron el 6,3% de los votos en las primarias. Serán importantes en una inminente segunda vuelta.
El termómetro (no las encuestas) indica que al parecer ninguno de los tres candidatos principales alcanzaría los resultados necesarios para evitar una segunda vuelta: el 45% de los votos o al menos el 40% con un margen de 10 puntos sobre el segundo. El rival a vencer y favorito es Milei, la duda es con quién irá a segunda vuelta.
Además de la carrera a la presidencia, dos cuestiones importantes para la gobernabilidad se definen hoy domingo: cómo quedará conformado el Parlamento, que en el mejor de los casos, ninguno de los tres candidatos fuertes tendrá mayorías. Ante una eventual victoria de Milei, no creo que supere unos 60 diputados y un tercio del senado. La segunda cuestión, también importante para cierta gobernabilidad, es la elección del alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el gobernador de la provincia que la rodea. El 44% de los 35 millones de argentinos que pueden votar, viven entre estas dos demarcaciones.
¿Qué llevó a Milei, de no existir hace 2 años a ser favorito?
Entre todo lo que se pueda decir, hay una palabra que lo resume todo: DISRUPCIÓN.
Milei es el disruptivo que vino a interrumpir el bipartidismo histórico del peronismo y el radicalismo. Un asesor de economía, tertuliano televisivo que reventó audiencias a los gritos, devenido en diputado nacional hace dos años. Siete millones de argentinos lo votaron en las primarias de agosto pasado, quedando primero con el 29,08% de los votos y rompiendo todos los esquemas.
Su discurso electoral se fundamenta en dos puntos principales: el «fin de la casta” que tiene chofer y vive de los impuestos de la gente, y la dolarización.
Fin de la casta
Representa el discurso antisistema, antipolíticos inmorales, anti-establishment. Milei se pone a la par del ciudadano, mostrándose como uno más de los cansados de lo mismo. Pero…
Pero aparece asociado a una figura emblemática de la casta, el sindicalista José Luis Barrionuevo, máximo dirigente del gremio gastronómico, quien coordinará los operativos de fiscalización del partido libertario en 11 provincias durante las elecciones presidenciales.
El fin de la casta es más un componente del discurso político que una parte de un programa concreto de gobierno, que ni siquiera ha mencionado el sistema de justicia ni la corrupción durante la campaña. Es más, el fuego hacia el enemigo ha ido mayormente al macrismo y poco hacia el peronismo. Incluso, en sus filas hay mucha presencia peronista. Por tanto, el «fin de la casta» es más bien un slogan electoral disruptivo, que le funcionó y realzó su figura personal.
Dolarización
El discurso de la dolarización es de un oportunismo mayúsculo, pues viene dar solución al otro gran problema de la Argentina: la inflación. Eso, repito, según el discurso electoral.
La Constitución argentina prohíbe sustituir el peso como moneda oficial, pero el país ha discutido durante meses la propuesta de Milei de dolarizar la economía. El libertario sin estructura partidaria, impuso el debate sobre la dolarización de una economía con la inflación disparada y con la necesidad de un ajuste fiscal sin paliativos, pero la verdad de la milanesa está por verse. Donde Milei ve una solución, una buena porción de especialistas económicos ven turbulencia.
El “peluca”, se refiere a la moneda local como un “excremento”, al mismo tiempo que muestra una motosierra agitando su “melena”. La motosierra es el símbolo que encontró para representar su plan de recorte al Estado.
Una campaña que se centró en ofrecer tratamiento y rehabilitación para el cansancio de los argentinos: el fin del sistema político tradicional (el fin de la casta) y el fin de la inflación (dolarización).
¿Qué Milei veremos, de resultar ganador?
A pesar de la tenacidad y la efervescencia de su agitado discurso, no veo a un Milei persistiendo de igual manera, durante el tiempo poselectoral. Me puedo equivocar, pero veo a un Milei más moderado ese mismo domingo por la noche, ante una eventual victoria. Y uno aún más moderado, después de los resultados de segunda vuelta en caso resulte ganador. Lo veo pasando de la disrupción total a la moderación, casi automáticamente.
Una cosa es llegar otra cosa es estando. Reitero, me puedo equivocar, pero voy aún más allá: no me sorprendería que, de resultar ganador, pase hablar antes de un proceso de reestructuración y búsqueda de eficiencia del Estado, que de dolarización. Aunque sin descartarla, por supuesto.
A Milei todavía le ha faltado encontrar moderación, pero pudiera mostrarla una vez obtenida la victoria. Pero además va necesitar la templanza que exige el liderazgo para llegar a una situación que, desde el punto de vista social y económico, va a ser por demás caótica, de todos modos.
No es más que una opinión, sólo intento leer lo que está escrito en la escena y para mí, una victoria cambia todo: disrupción para ganar la elección, moderación para gobernar y conseguir los consensos que no fue capaz de conseguir en período electoral. Allí su mayor dificultad, porque sin mayorías parlamentarias, va tener que sudar la gota gorda para conseguir la aprobación a sus “ambiciosos y desafiantes” proyectos, por decirlo de alguna manera.
No menciono mucho lo que podría ser la segunda vuelta, porque el único panorama que pudiera ver complicado a Milei, es si Burlich sorprende y deja a Massa tercero. Esa sería otra elección, y aunque no la descarto debido a la vulnerabilidad de Massa, estimo que no va suceder. Veo más posible que Massa quede primero y Milei segundo, que Massa tercero.
Me arriesgo decir que Milei aguarda rival para 2da vuelta, aunque no estoy seguro si entra primero o segundo. Y a pesar de leer en todos los medios que éstas son las elecciones más inciertas de los últimos tiempos, no lo veo tan así. Y no lo veo tan así porque en el medio de la incertidumbre que nos muestran los medios y unas encuestas fallidas, encuentro algunas certezas, para mí, contundentes.
La sorpresa estuvo en primera vuelta, por lo que estimo que Milei irá con Massa al ballotage y lo destrozará en segunda vuelta. Y aquí la primera de las certezas, reitero, según mi lectura: Massa no tiene chances de ser presidente. Es el ministro de economía de un país con 180 por ciento de inflación anual y la mitad de la población en la pobreza y la indigencia. Además, le ofrece al voto joven, lo mismo que los políticos prometieron siempre y no cumplieron: el Estado brindando salud, trabajo, empleo y educación. El nuevo votante parece estar diciendo, a mí dame libertad, sólo quiero que no interfieras pues puedo arreglármelas sólo, si me dejas.
Entonces ¿por qué Massa llega con chances de segunda vuelta? Porque tiene el respaldo de un animal mitológico argentino que no está conforme con él, pero lo va votar de todas maneras: el peronismo, ni más ni menos. Le alcanzará para la primera vuelta, no para la segunda.
La segunda certeza: Argentina tiene el mayor gasto público de la historia con el mayor nivel de pobreza de su historia. La economía define la elección. Aquella célebre frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña contra George H. W. Bush en 1992, que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos: «The economy, stupid» (La economía, estúpido).
Concluyendo, a los argentinos les llegó la cuenta y alguien la va tener que pagar. Sea quien fuere que resulte ganador, como escuché decir a un periodista argentino, el país tiene una herida que se viene profundizando hace demasiado tiempo y ya no se puede tapar con una curita: hay que entrar al quirófano.
Esperemos que así sea y les deseamos pronta recuperación.