El positivismo, esa corriente de ideas materialistas, basada en la premisa de que la fe en la ciencia «todo lo puede», trajo consigo la fiebre fatua de considerar que es posible cambiar, deliberadamente, la naturaleza humana.
Esa arrogante pretensión, sin embargo, nos ha acompañado desde los albores de la civilización, desde que el hombre ha abrazado intentos de hacer ciencia, técnica y tecnología ha querido abandonar la condición humana y jugar a ser Dios.
La frenología del siglo XIX, esa disciplina elaborada por Francis Galton, al calor del un creciente positivismo y materialismo, postulaba que en el cerebro existen zonas que, conforme a su tamaño y extensión gobiernan, inflexiblemente, las operaciones cognitivas y morales de los seres humanos. La frenología causó furor en Europa alimentando muchos ímpetus eugenésicos y ansias de ingenieros sociales que buscaban un método para cambiar la sociedad desde arriba hacia abajo. En nombre de la frenología se realizaron calamidades: sangrientos experimentos, se abrieron cráneos, se hicieron ablaciones cerebrales, se asesinó muchísima gente en el altar de la experimentación, mientras a la par se justificaba la dominación racial, la esclavitud y la negación de derechos civiles y políticos a las mujeres.
Las ideas equivocadas a menudo nos llevan a cometer atrocidades debido a que la acción humana no sucede en el vacío ideológico y este fue el caso de la frenología.
La época de las ideologías no se ha acabado. Los seres humanos somos propensos a elaborar, abrazar y dejarnos dirigir por ellas y en la actualidad la ideología dominante es la superstición del género, basada, nuevamente en ideas equivocadas, entre ellas el relativismo radical, la negación de la naturaleza humana y altas dosis de la venenosa fatal arrogancia de ingenieros sociales e ideólogos. Actualmente se están realizando a niños y adolescentes de todo el mundo, atroces y espantosas operaciones de una pretendida «reasignación de género». Se les extirpan órganos sanos (penes, glándulas mamarias), se les inventan cavidades vaginales (vaginoplastia); se los somete a terapias hormonales (con bloqueadores hormonales, y posteriormente con hormonas) para posteriormente cobrarles por desfilar por supuestas terapias psicológicas de reafirmación de género. Todo es un inmoral y asqueroso negocio, que crece, una vez más, al amparo de ideas equivocadas: creer que se puede cambiar la naturaleza humana.
En un futuro no muy lejano recordaremos a la ideología de género como la frenología del siglo XXI. Las mismas atrocidades que se cometieron alguna vez por la frenología hoy se cometen en nombre del omniexplicativo «género», en aras a una ingeniería social.
Pero tengan presente lo que decia Frédéric Bastiat, el liberal clásico francés: