Una de las senadoras que representaba el sentir de la mayoría de los paraguayos, Lizarella Valiente, cayó en la trampa del progresismo luego del terrible asesinato de una joven a manos de su expareja.
“Es hora de que las autoridades nos pongamos las pilas y trabajemos en serio para resguardar la integridad de nuestros ciudadanos, declaramos emergencia social para que podamos implementar una campaña de cambio cultural a fin de evitar la pérdida de más vidas en nuestro país”, escribió en sus redes sociales y adjuntó imágenes de un proyecto de ley que lleva su firma.
En el proyecto, se declara la “Emergencia social ante la violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes y establece mecanismos urgentes de prevención promoviendo cambios culturales, a través de talleres y campañas de concientización de igualdad de género entre hombres y mujeres”.
Sin entrar en consideraciones legales, respecto de las leyes paraguayas, que hablan de sexo y no de género; discutir los problemas en los términos que plantean quienes anteponen la ideología a la biología, implica bajar los brazos ya en el primer round.
La lucha, ésta lucha, no es nueva. Ya la dieron las familias paraguayas con la Ley 5.777 “De protección integral de las mujeres, contra toda forma de violencia”, donde el “progresismo local” pretendió imponer la palabra género como sinónimo de sexo.
Hoy, a diferencia de entonces, son ustedes, los que se dicen llamar conservadores, defensores de las familias los que abren las ventanas para el ingreso de quienes se oponen a lo que dicen defender. Y quisiera creer que lo hacen por un descuido, incluso si fuera por ignorancia podría “pasar” siempre que se rectifiquen a la brevedad.
Quiero creer que lo harán, que se rectificarán de su error porque, cuando uno quiere quedar bien con Dios y con el Diablo, queda mal con ambos. Ellos no te van a creer y nosotros… nosotros tampoco lo volveremos a hacer.