A menudo son 3 las mentiras que esgrime la pintoresca oposición paraguaya en contra del partido de gobierno que, suele ser, el Partido Colorado. Estas tres mentiras, que buscan ser rentables política y electoralmente son:
- No hay alternancia en el poder desde hace 70 años.
- Queremos gobernar, pero no nos dejan.
- Nosotros no gobernamos.
No hay alternancia en el poder desde hace 70 años.
Es mentira que no hay alternancia en el poder hace 70 años. Naturalmente, si hay gente tan imbécil que solo mira el color del pañuelo del partido de gobierno, se quedará con aquella superficial impresión. Pero si de algo se trata el análisis político es de examinar los principios bajo los cuales se gobierna y, en ese sentido, ¿quién sería tan imbécil de decir que el gobierno del colorado Nicanor Duarte Frutos, con la gorra del Che Guevara, operó bajo los mismos principios que los del expresidente Horacio Cartes? ¿quién osaría decir que el expresidente Wasmosy gobernó sobre principios similares a los del pretoriano Alfredo Stroessner? ¿Y acaso Mario Abdo Benítez, tan variopinto en su forma de gobierno, ejerció el poder como lo está haciendo el presidente Santiago Peña? La realidad es que si analizamos los principios políticos de los gobiernos colorados no solo ha existido alternancia en el poder, sino que esta diversidad valórica dentro de la ANR es lo que le da su extraordinaria fortaleza inmunológica.
El problema de la oposición es basar toda su acción política en un programa negativo, es decir, exclusivamente reactivo en función a lo que hace el partido de gobierno, la ANR. Los colorados dicen A, los opositores corren a llorar que B; la ANR grita “blanco”, la comparsa opositora se sube sobre la mesa y declama que “negro”. Esta disposición opositora a no ofrecer nada, excepto un programa de gobierno puramente negativo es sistémica y es su debilidad fundamental: no tenemos nada nuevo que decir.
Queremos gobernar, pero no nos dejan.
La oposición dice querer gobernar, pero en realidad están muy cómodos siendo segundones y terceristas. La realidad es que desde esas posiciones también pueden manotear la caja, hacer negociados, sobornar, sucumbir a los lobbys y sus millones de dólares y todo, todo, desde una imaginaria tribuna donde putean que ellos son los honestos porque “no gobiernan”.
Ya hace tiempo que la oposición paraguaya descubrió la verdad verdadera de lo que alguna vez, se le atribuyó decir un conocido animador de fiestas: “Ser el número 2, el segundo, es mejor que ser el número 1, el primero; porque el número 1 paga la luz, el agua, el alquiler; mientras el segundo, llega, se sienta, come rico y se va”.
El que quiera entender, que entienda. Tampoco se me da el arte de explicar a los que no quieran entender.
Nosotros no gobernamos.
La realidad es que en una república democrática y con división de poderes la oposición siempre gobierna: sea por acción u omisión, sea por fortaleza o debilidad. Es mentira que no gobiernan ya que todo proyecto de ley pasa por el congreso y es ahí donde la oposición hace su contrapeso ¿Qué les gustaría que su peso sea superior? Gánenselo. Pero la realidad dice que, hechas las reglas, si gobiernan. Al final del día, ustedes, la oposición fueron parte del juego político del poder, y en esa medida, lo han ejercido, aun cuando hayan perdido.
Decir que ustedes, la oposición, no gobierna, es tan estúpido como decir que Olimpia perdió contra Fluminense porque no jugó el partido. Jugó y perdió. Ustedes, en el juego del poder, jugaron sus cartas y perdieron. Que no les guste el resultado es tan tonto como decir que no se presentaron a jugar.
La oposición gobierna con el partido de gobierno, y en ese sentido, las democracias modernas suelen denominarse partidocracias. La ANR lo ha entendido muy bien, ustedes, la oposición, no.
Sugerencia
Bien haría la oposición en abandonar la posición de víctima de las circunstancias, en plantear un programa político positivo, propuestas propias fundadas en ideas fuerza, y no simplemente vivir de las migajas que caen de la mesa oficialista mientras lloran por tik tok.
Pero no creo que pase, les gusta ser segundones.