En poco más de 24 horas mucha agua corrió bajo el puente de las relaciones bilaterales entre las Repúblicas de Paraguay y Argentina.
Que Sergio Massa, que Santiago Peña, que el ministro Giuliano, que el ministro Ramírez Lezcano, que la hidrovía, que Yacyreta y que la mar en coche, como decía mi abuela. Mucha tinta y mucha saliva en un tema que sabemos definido desde el minuto uno: Santiago Peña se equivocó.
Se tensaron las relaciones bilaterales con el vecino país y, hay que decirlo, se tensaron también las relaciones multilaterales; porque pensar que esta situación, este malentendido no se va a trasladar al Mercosur sería una ingenuidad, un nueva.
Argentina es un país muy complejo, en extremo complejo diría. Ni hablar si querés analizarlo desde el sentido común o desde la lógica habitual de las relaciones internacionales. No es posible, porque los políticos argentinos suelen trasladar sus internas a todos los ámbitos. La política argentina no es como las demás, y no quiero decir con esto que nuestra política sea buena, que tampoco lo es, pero la política argentina es demencial, atípicamente histriónica y particularmente hipócrita, pero, aun así, muchas veces es fascinante.
Sergio Massa, vino a nuestro país no en su condición de ministro de economía, lo hizo en su carácter de candidato presidencial por el oficialismo y, como consecuencia de eso, ahora está pagando un costo político por la equivocación de Santiago Peña. Massa vino buscando una foto de «estadista» siendo recibido por un presidente vecino y, en cambio, se llevó un problema por culpa del malentendido.
Ahora tenemos a ministros, secretarios, senadores y diputados, hasta el propio presidente dando una explicación tras otra, una interpretación tras otra de algo que se pudo haber evitado.
Espero, de verdad lo digo, que Santiago Peña entienda la magnitud de su error, asuma su equivocación y entienda, de aquí en adelante, que nunca hay que creerle a un peronista.