El gobierno de Joe Biden confirmó el envío de municiones de racimo a Ucrania, para ayudar a su ejército a hacer retroceder a las tropas rusas atrincheradas, ya que están experimentando dificultades para avanzar en la contraofensiva.
Las municiones de racimo, también conocidas como bombas de racimo, son proyectiles que tienen, en su interior, decenas de bombas más pequeñas, conocidas como submuniciones. Dependiendo del objetivo del que se trate, y a una altura preestablecida, los proyectiles se abren, para que las bombas en su interior se esparzan.
Estados Unidos había tomado la decisión de comenzar a eliminar gradualmente a estas municiones a partir del 2016, extremadamente controvertidas ya que, como las submuniciones caen en áreas amplias, pueden poner en peligro a un gran número de no combatientes. Como hasta un 40% de ellas fallan, según el Comité Internacional de la Cruz Roja, las bombas sin explotar tienen la capacidad de ser detonadas con posterioridad por la autoridad civil. “Las municiones de racimo siguen siendo una de las armas más traicioneras del mundo. Matan y mutilan indiscriminadamente y causan sufrimiento humano generalizado”, dijo el vicepresidente del Comité, Gilles Carbonnier, el año pasado.
Es por ello que gran parte del mundo ha prohibido el uso de estas armas: 123 Estados, incluyendo gran parte de los aliados de Estados Unidos en Europa Occidental, firmaron la Convención sobre Municiones de Racimo (CCM) en 2008, que prohíbe el uso de estas bombas, pero también su desarrollo, producción y transferencia. Cabe destacar que, entre los 74 países que no se han unido a la Convención, se encuentran Estados Unidos, Ucrania y Rusia.