Por Walter Paredes
El 22 de junio de 1966, la diplomacia nacional, logra una victoria contundente y soberbia, muchos la catalogan de milagrosa, prefiero denominarla, como el más brillante accionar en cuestión de negociaciones bilaterales, frente a la gigante e imbatible de la política exterior brasilera, ITAMARATY.
Brasil, fiel a su clásica conducta de «suave en las palabras y duro en las acciones» invaden los Saltos del Guaira (cabe recordar que era zona no delimitada) en pleno ajetreo entre gobiernos por no estar de manera precisa, la demarcación de límites fronterizos ante su discurso de «cooperación y estudio» para el aprovechamiento integral de la energía hidráulica del Salto del Guaira. Esto conllevó a una conmoción nacional, gobernados y gobernantes asumieron que, tal acto de agresión, incitaba a un enfrentamiento armado por parte de la República Federativa del Brasil.
Todos estos atropellos, fueron el motor para la excelencia en la labor diplomática, encabezada por el nunca bastante aplaudido, Canciller Dr. RAÚL SAPENA PASTOR, que conocía a la perfección la idiosincrasia brasileña y por supuesto de la política diplomática de Itamaraty. De manera excepcional, el cuerpo diplomático demostró toda su capacidad de negociación, ante un inminente enfrentamiento bélico, supo manejar la ansiedad de Itamaraty, que no contaba con documentos que sustentaran sus derechos para el «uso exclusivo», siempre un paso adelante, incluso ante las mañas de los mapas adulterados y encuentros entre autoridades, la extraordinaria documentación paraguaya desarticuló al gigante de América.
La planificación, para el aprovechamiento en forma conjunta, tomaba forma, en cada nota que llegaba a las oficinas del Ministerio del exterior del Brasil, en exponer a través de las embajadas paraguayas, el actuar atroz por parte del gobierno brasilero, en la dilatación del negociado a el punto que «solo el trabajo en conjunto» evitaría más escaramuzas, sosteniendo que los Saltos del Guaira, formaban parte de la heredad nacional.
Tras años de puja política y diplomática, un día como hoy, pero en 1966, se firma el acta final entre ambos cancilleres, Magalhães y Pastor, el Acta de Iguazú constituye el entendimiento bilateral y para orgullo nuestro la astucia y capacidad negociación de la Cancillería y el arduo trabajo de la Comisión Mixta y del Consejo Nacional de límites. Con este acuerdo, el Paraguay, no sólo evitó una usurpación territorial y un enfrentamiento armado, ganaba su participación como socio igualitario en el futuro emprendimiento binacional.
Está herencia Olvidada, típica de la conducta paraguaya, debería ocupar el sitial de honor y altivez.