En una entrevista concedida a la publicación francesa Valeurs Actuelles, el cardenal guineano Robert Sarah, prefecto para el Culto Divino, arremete contra quienes quieren imponer la inmigración masiva como un imperativo evangélico.
“Es una falsa exégesis utilizar la Palabra de Dios para valorizar la migración”, asegura, contundente, el cardenal Sarah. “Dios nunca ha querido estos desarraigos”.
Las palabras del cardenal resultan especialmente valientes en un momento en el que, desde la Curia romana hasta la abrumadora mayoría de las conferencias episcopales de Occidente, están convirtiendo la defensa de la inmigración masiva e indiscriminada en un caballo de batalla, normalmente acompañada de citas evangélicas y la insinuación (o la declaración explícita) de que quien piensa lo contrario “no es cristiano”.
La condición de subsahariano de Sarah le da una particular autoridad en este asunto y lanza la voz de alarma contra este novísimo fenómeno. “Esta voluntad actual de globalizar al mundo suprimiendo a las naciones, las especificidades, es una locura total”, afirma. Y en cuanto a las analogías bíblicas, recuerda que el pueblo judío “tuvo que exiliarse, pero Dios lo condujo de nuevo a su país. Cristo tuvo que huir de Herodes y refugiarse en Egipto, pero volvió a su país cuando Herodes murió”.
La identidad, la pertenencia, son importantes para Sarah. “Cada uno de nosotros debe vivir en su país. Como un árbol, cada uno tiene su terreno, su ambiente donde crece perfectamente. Más vale ayudar a las personas a crecer en su cultura que animarlas a venir a una Europa en plena decadencia”.
Sarah ve en lo que está sucediendo, eso mismo que se aplaude desde tantos púlpitos, como una nueva esclavitud, algo que no solo es negativo para el país de acogida, sino muy especialmente para los supuestos ‘beneficiados’: “Todos los inmigrantes que llegan a Europa están hacinados, no tienen trabajo, ni dignidad… ¿Es esto lo que quiere la Iglesia? La Iglesia no puede colaborar en esta nueva forma de esclavitud en que se ha convertido la migración de masa”.
Pero mientras que el destino y los riesgos que corren los migrantes son personales, afectan solo a los individuos cegados por el espejismo de Occidente, para Europa supone un riesgo existencial. “Si Occidente continúa por este funesto camino, hay un gran riesgo de que, debido a la falta de natalidad, desaparezca, invadido por los extranjeros, como Roma fue invadida por los bárbaros”, dice Sarah, y añade: “Hablo como africano. Mi país es mayoritariamente musulmán, creo saber de qué realidad estoy hablando”.
Con información de Infovaticana