En un mundo polarizado en amantes y detractores apasionados de la obra guardiolista, la sensación es rara: Pep acaba de cerrar su tercera Champions como entrenador en uno de esos (pocos) partidos de forma desconocida; lejos de sus destellos de juego asociado, llevado a extremos que lo hicieron lucir en palidez por largos tramos de este partido que no de esta temporada. Al final, tal vez se premia la fantástica temporada porque lo fue. Aunque muchos se queden con la foto de este partido y sigan denostando contra la obra del catalán.
La maquinaria trituradora italiana
El planteamiento táctico de los de Inzaghi es destacable, así como la predisposición de los hombres interistas. Dispuestos a no permitir progresiones internas, lograron que, durante largo tiempo del partido los de celeste no pudieran recibir cómodos por dentro. Todos los balones por dentro debían ser rebotados porque los ingleses no tenían la opción de girarse ante el riego de pérdida: Acervi y Brosovich destacados en el cierre de los pasillos internos.
Ante el cierre de los pasillos internos, los de Pep estaban obligados a ir por afuera, en donde los del carril italiano estaban dispuestos a terminar la obra italiana del más puro estilo catenaccio.
Ante las pérdidas, los italianos estaban agazapados y ansiosos para atacar a campo abierto.
Esta postura llevó a las inseguridades tan notorias en el juego asociativo de los de Guardiola, hasta llevarlo a casi ser irreconocible.
Bucle: Atacas mal porque defiendes mal, defiendes mal porque atacas mal
La postura de Inter más las propias ansiedades del City llevaron a que el equipo de Joseph se sintiera desconocido por largos tramos: circulación cansina, insegura, resbalones, malas tomas de decisiones. Muy incómodo en campo, sin encontrar la posibilidad de progresar por los callejones habituales, no pudo encontrar a los internos para las superioridades; ni tampoco podía profundizar con los de afuera muy bien tomados: Di Marco se lo devoró al genio de Silva.
Manchester City atacaba mal porque defendía mal: mano a mano concediendo muchas esperanzas a las transiciones de los de afuera de Inter y ofreciendo muchas posibilidades al rival. Manchester City defendía mal porque la gestión del ataque fue, durante gran parte del partido, insuficiente, espesa, cargosa. La seguridad del pase, ausente; el City sin sentir su savia correr sus arterias, era un espectro de lo que supo ser.
La revolución “Joe”
La inesperada salida de De Bruyne por lesión saltó al campo a la revolución en los pies ágiles de Foden. Posicionado como interior, el City no ganó en fluidez en el pase pero sí empezó a amenazar con las conducciones internas que rompen estructuras.
Su ingreso fue el comienzo de los desajustes defensivos en la estructura defensiva de los neroazurri. Ya con el resultado a favor, fue el líder de las principales progresiones del equipo de Pep.
La innovación Guardiola: Un central muy alto (juego de posición)
El gol fue una escena más de la última puesta en escena de la obra guardiolista: un central muy alto en campo rival, atrayendo a un rival y clavando la puñalada letal; esta vez fue Akanji que se internó en cercanías del área rival obligó al desajuste interista, clavó la puñalada que fue el pase a Bernardo quien lanzó el letal pase atrás y luego de un rebote llegó el pivote Rodri para clavar el campeonato.
Dinámica de lo impensado
Sí, este partido Guardiola lo perdía en otras ocasiones. Jugando tal vez su peor versión en fases finales, el City logró el objetivo.
Tal vez Inter jugó con esa suerte, y planteó el partido así. Pero los caprichos del fútbol hicieron que todas esas pelotas caprichosas que en otras ocasiones entraban, hoy fueron afuera.
Por muy genio que sea, que lo es, Guardiola sabe que estas se cuentan, que estas suertes se cuentan. Que muchas veces le fueron adversas, incluso cuando lograron encajar mejores presentaciones que la de esta final. Pero como el fútbol tiene su propia lógica y su propio sentido de justicia, supo premiar la pasión extrema de este fantástico entrenador, protagonista exclusivo del cambio del fútbol contemporáneo.
El bueno el malo y el feo
De Guardiola se han dicho muchas cosas y se seguirán diciendo. No está bien ni mal. Los que lo aman y los que lo odian lo hacen con la misma pasión: no conocen de razones, o al menos, no se dejan alterar por el peso de los fundamentos.
Por sobre todas las posturas, hay una realidad imbatible: Joseph es un artista apasionado, lleno de contradicciones como todo humano lo es. Pero apasionado, enamorado de su trabajo, de su decisión, de su profesión, y ha conseguido establecer las condiciones del cómo jugar el fútbol contemporáneo.