Hace un tiempo, el filósofo Mario Ramos-Reyes, escribió un confuso artículo en el Diario La Nación denominado “¿Ha fracasado el liberalismo?”, basado en el libro “¿Por qué ha fracasado el liberalismo?”, de Patrick Deneen, catedrático de ciencias políticas de la Universidad de Notre Dame. Me es particularmente difícil comprender la concurrencia simultánea de tantos errores conceptuales en tan breve ensayo, a menos que el mismo, y por cierto que también el libro en el que se basa, hayan sido escritos, desde la ignorancia, la mala fe, o quizás desde el lugar común donde se amontonan todos los malos entendidos. Siendo Director de Investigación y Desarrollo de la Fundación ISSOS para la Libertad y el Desarrollo, el centro de pensamiento liberal clásico más relevante del país, respondo a ese ensayo y explicaré cuáles fueron algunos de sus errores, con la esperanza de que usted, lector cabal, tenga a disposición dos opiniones y pueda sacar sus propias conclusiones.
Antes que nada, honestamente los invito a leer el artículo del profesor Ramos-Reyes, he aquí el link, a fin de que cada quien pueda analizarlo y también, entender dentro de su contexto, mis alusiones:
Leer: ¿Ha fracasado el liberalismo? de Mario Ramón Reyes
En el artículo del profesor Ramos-Reyes los equívocos se encuentran por doquier. Confuso, nunca define el tema del que habla; anuncia con fanfarria que “el liberalismo fracasó”, y, sin embargo, jamás explica qué entiende por “liberalismo”. Se otorga licencias teóricas para usar de formas indiscriminadas palabras como “modernidad” o “ideología” y mezcla categorías políticas hasta el esperpento al decir, “liberalismo conservador libertario” o “liberalismo progresista libertario” ¿Qué quiso decir? En su torre de marfil solo él lo sabe. El magro análisis continúa con una falsa equivalencia, donde liberalismo es igual a democracia. Sorprende que invocando a un supuesto experto sobre Alexis de Tocqueville _a Deneen_ Ramos-Reyes tropiece teóricamente, siendo que Tocqueville, el liberal clásico, fue el que alertó que la democracia no era sinónimo de libertad, e incluso, profetizó que “según lo que tengamos, la libertad democrática o la tiranía democrática, el destino del mundo será diferente”. Lastimosamente la historia no lo desmintió y en la actualidad existen democracias opresivas a través de todo el globo que, religiosamente, cada 4 años desfilan como ovejas a las urnas. Para sumar a sus entuertos conceptuales, el ensayista, declara que Patrick Deneen elabora una crítica “desde el riñón mismo del liberalismo”, lo cual es absolutamente equivocado, pues Deneen no es liberal, sino un declarado comunitarista y tradicionalista. La sintaxis del artículo es terrible, y además de los errores teóricos hay que tolerar, de buen grado, errores gramaticales y omisiones de palabras. No existe ni una sola referencia seria; alude a Rothbard, pero no lo cita; y, además, sin ruborizarse, Ramos-Reyes, acude como exponente de una pretendida definición de libertad al ex presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, político del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ¿Habrase visto mayor confusión? ¿Para este profesor son los comunistas los que ahora definen la palabra “libertad”? Con este antecedente cabría esperar que el mentado, Ramos-Reyes, en un próximo editorial, le consulte a Nicolás Maduro qué significan los “Derechos Humanos”.
Ramos-Reyes cae nuevamente en la falacia de la falsa equivalencia cuando trata como si fueran la misma cosa, la tradición de Thomas Hobbes y la de John Locke. Hobbes y Locke, son teóricos del contrato social, pero parten de antropologías, o concepciones del ser humano absolutamente antagónicas y es una desvergonzada mentira decir que, para el segundo, padre del liberalismo clásico “los individuos no son considerados naturalmente sociales o políticos, ni criaturas relacionales” sino que “son independientes, egoístas, y la sociabilidad se logra, exclusivamente, a través de una voluntad contractual, impuesta desde el Estado”. Eso sencillamente no es cierto. En la teoría lockeana:
¿Entonces a quién leíste Ramos-Reyes para hablar del liberalismo si ni siquiera atinas a definir apropiadamente la antropología del autor que citaste, a saber, John Locke? Todo se ve peor cuando agrega que el concepto liberal de la libertad es algo que Deneen llama “autonómico”, es decir, una libertad “cuyo objetivo final sería dar el gusto a los apetitos”. Evidentemente ni Ramos-Reyes ni Deneen, se tomaron la molestia de leer hasta la página 15 de la obra fundamental de Locke, donde afirma: “La libertad no es el derecho de hacer cada cual lo que le apetezca, como quiera y no estar sujeto a ley alguna”.
Parte del horror teórico que condena el comentario editorial de Ramos-Reyes es hablar del fracaso del liberalismo usando como referente a Thomas Hobbes, el autor que proponía un estado absoluto o Leviatán, que gobierne nuestras vidas, incluso de formas arbitrarias. ¿Cómo puede caberle a alguien en la cabeza que para hablar de liberalismo haya que mencionar a Hobbes como un hito? Un estudiante de filosofía de primer año lo sospecha, otros no dudan ni siquiera en el error.
Pero definamos liberalismo, a fin de sortear el abismo conceptual en el que cayeron nuestros colegas Ramos-Reyes y Deneen. El gran pensador liberal Friedrich Hayek, lo definió como la filosofía política según la cual “en la ordenación de los asuntos (sociales) debemos hacer todo el uso posible de las fuerzas espontáneas de la sociedad y recurrir lo menos que se pueda a la coerción”. Usted, lector cabal, ¿dilucida acaso que esta idea liberal se encuentre perdida en la sociedad en la que vivimos? Cada uno de nosotros aun reconoce sagrado el derecho que cada individuo posee de llevar adelante un plan de vida, personal y único, con la certeza de que, generalmente, ese plan beneficiará a la sociedad en su conjunto, y nadie tiene el derecho de planificar por y para otro, por más buenas intenciones que declare tener.
Los liberales de verdad, como ejercicio de honestidad intelectual, solemos reconocer que el liberalismo quizás fracasó en varios asuntos, concediendo alguna razón a los que festejan por lo que denominan “fracaso”. Por otro lado, negar los progresos generados por las ideas del liberalismo no solo es presbicia, sino mala fe. Esos avances sociales, mejoras técnicas, económicas y tecnológicas de las que todos disfrutamos, solamente continúan disponibles porque atesoramos todavía algunos principios liberales en nuestras instituciones, cultura y política. Pero un día podríamos perder todo el terreno ganado. El progreso no es un curso inevitable, no estamos destinados a progresar, especialmente, si nos aferramos a ideas equivocadas, si confundimos a Hobbes con Locke, si permitimos que los enemigos de la libertad la definan o si caemos en la trampa avizorada por Tocqueville, la de abrazar la democracia como sinónimo de libertad. Por ese sendero dilapidaremos todas las conquistas sociales, económicas y culturales de Occidente: el respeto por el individuo y su proyecto de vida.
Para los que creen, como el profesor Ramos-Reyes, que el liberalismo fracasó, les invitaría a leer a Friedrich Hayek, el liberal clásico que ganó el Premio Nobel de Economía en el año 1974. Especialmente para aquellos que, como él, consideran original la hipótesis de Deneen que “el triunfo del liberalismo fue su fracaso”. En realidad, no, aunque muchos lo ignoren, ya en el año 1945 Hayek escribió:
Así se ve que la tesis de Deneen es copiada, y, además, mal copiada. El liberalismo, para pesar de él y de otros, sigue vivo, y es por eso el tema favorito de los que aún no logran entenderlo.