Un estudio sobre 12 países realizado por Associated Press muestra las consecuencias de que esos gobiernos tomen cientos de miles de millones en préstamos de la República Popular China (RPC), y que el régimen comunista se apresura a prestar pero no está dispuesto a perdonar.
Los países que AP analizó en su informe del 18 de mayo incluyen a Pakistán, Indonesia, Sri Lanka, Laos y Mongolia, que se encuentran en Asia; Etiopía, Kenia, Zambia, Chad y Uganda, que están en África; así como Ecuador y Honduras, ambos en América Latina.
Según AP, las deudas que estos países tienen con Beijing están consumiendo los ingresos fiscales en la medida en que está afectando la capacidad de los gobiernos para proporcionar servicios básicos, como la educación o la electricidad.
La República Popular China tiende a no perdonar las deudas que otros países tienen con ellos, ni trabajar con esos gobiernos para mantenerlos a flote.
En Pakistán, que es casi un aliado de China, los trabajadores textiles están siendo despedidos porque el gobierno no puede permitirse producir la electricidad necesaria para mantener sus fábricas en funcionamiento. El gobierno paquistaní ha agotado más del 50 por ciento de sus reservas de moneda extranjera, que se necesitan para comprar combustible, alimentos y otros artículos esenciales en el extranjero, al pagar los intereses de sus deudas externas, gran parte de las cuales está en manos de la República Popular China.
Pakistán, como muchos otros países en desarrollo, había obtenido préstamos con China para construir infraestructura, como represas hidroeléctricas, como parte del esquema de inversión de la Franja y la Ruta de la República Popular China. El BRI es ampliamente considerado como un método utilizado por el Partido Comunista Chino (PCCh) para descargar la capacidad de producción excesiva fuera de China, que a su vez sufre una burbuja inmobiliaria masiva.
Sri Lanka, la nación insular económicamente asediada frente a la costa sureste de India, ya está en mora, incapaz de pagar ni siquiera los intereses de sus préstamos chinos. El informe de AP señaló que medio millón de trabajadores industriales perdieron sus empleos y que, en julio del año pasado, los disturbios obligaron al presidente de Sri Lanka, Mahinja Rajapaksa, a abandonar su palacio en Colombo.
Rajapaksa se convirtió en un pararrayos para la ira por los acuerdos de Sri Lanka con la República Popular China que dejaron al país paralizado financieramente, situación que se repite cada vez más en los países que toman esos préstamos con China.