La Organización Mundial de la Salud, que tantas alegrías nos dio en la más desastrosa gestión de una pandemia que vieron los siglos, pisa el acelerador y llama a las naciones a ceder (más) soberanía en favor de una nueva burocracia transnacional que se ocupe de diversos desafíos globales como emergencias sanitarias, cambio climático y las desigualdades sociales y económicas, que ya me dirán de cuándo es competencia de la OMS.
Hay prisa, pero no han podido elegir peor momento en lo que a Estados Unidos se refieren, justo cuando los republicanos mayoritarios en la Cámara de Representantes han lanzado fuertes críticas contra el presidente Joe Biden por poner en almoneda la soberanía nacional sobre pandemias sin contar con el Congreso.
Los republicanos de la Cámara lo tienen claro: la OMS gestionó de forma desastrosa la pandemia, y darles más poder sobre los ciudadanos en próximas pestes sería un precedente terrorífico para la libertad de los ciudadanos y la soberanía de la nación.
Pero Tedros Adhanom Ghebreyesus, actual director general de la OMS, en vez de envainársela sube la apuesta y publica un informe en el que sugirie que los países carecen del marco global necesario para abordar diversas emergencias que pueden afectar al mundo. Y da la solución: el mandato de la OMS debe extenderse más allá de las pandemias para abarcar temas como el hambre, la pobreza, la degradación ecológica, el cambio climático y las desigualdades sociales y económicas. En resumen: todo.
Según Tedros, los países miembros deben establecer una arquitectura mundial para la preparación, prevención, respuesta y resiliencia ante emergencias sanitarias, que incluya la gobernanza mundial, la financiación y los sistemas de emergencia sanitaria.
A nada de esto están dispuestos los republicanos, y lo han dicho alto y claro: el derecho internacional no debe reemplazar la Constitución de los Estados Unidos.
La diputada por Wyoming Harriet Hageman subrayó que no se puede obligar a los estadounidenses a seguir leyes y reglamentos que no hayan sido aprobados por su propio gobierno federal. Su colega de Tennessee Tim Burchett, por su parte, expresó su preocupación por la vaguedad del tratado pandémico de la OMS, su impacto en la soberanía y la posible explotación del acuerdo al dictar decisiones de atención médica durante una pandemia mundial.
Los republicanos de la Cámara ahora piden que Estados Unidos se retire de la OMS una vez más, citando preocupaciones sobre la influencia indebida del Partido Comunista Chino dentro de la organización. El diputado Andy Biggs se refirió a un informe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara para acusar a los comunistas chinos de encubrimiento durante la pandemia de Covid-19 y recordó cómo la OMS se plegó servilmente a la línea de Pekín.
Este año, los republicanos en el Congreso presentaron una legislación para romper los lazos con la OMS, incluida la Ley de Retiro de la organización supranacional que pondría fin a la participación de Estados Unidos en la funesta institución. La Ley de No Financiamiento de los Contribuyentes para la Organización Mundial de la Salud también pondría fin a las contribuciones financieras a la OMS.
La Embajadora Pamela Hamamoto representa actualmente a Estados Unidos en las negociaciones del Acuerdo de Pandemia de la OMS, y está previsto que los 194 países miembros de la organización supranacional firmen el acuerdo en 2024. Las enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional (RSI) también se están discutiendo bajo el auspicio de la OMS.
El objetivo de estas negociaciones es establecer tratados y acuerdos jurídicamente vinculantes que faciliten una respuesta unida entre los países miembros durante las emergencias sanitarias, con la autoridad para la toma de decisiones conferida en gran medida a la OMS.
Con información de La Gaceta (España)