Los retos que afronta el periodismo, van más allá de la transformación digital y fluyen entre las sombras de la libertad de expresión y la censura.
El periodismo, en ocasiones, ha sido un bastión en defensa de los principios democráticos y las libertades ciudadanas. Se ha preocupado por estar siempre en la vanguardia, impulsando sinergias, colaboraciones informativas, así como el uso de las innovaciones tecnológicas entre sus integrantes.
Los retos urgentes que afronta el periodismo contemporáneo abarcan tanto la apretada y cambiante agenda de transformación digital, como las sombras que no dejan de asomarse sobre la democracia y la libertad de expresión en nuestra región.
Sin duda, la defensa de la libertad de expresión es el reto determinante que ha tenido el periodismo en estos últimos 30 o 40 años. Han pasado las épocas de las dictaduras y nos encontramos en una etapa donde no aparecen las medidas de cancelación de medios, de prohibición de salidas a la calle —sobre todo cuando existía solo la versión papel—, pero igualmente la libertad de expresión en estos 40 años se ha visto muy amenazada. En algunos países más, en otros menos. Por ejemplo, en Venezuela, ahora El Salvador, también Argentina en su momento con una ley de medios muy pero muy arbitraria, pero la manera de presionar a los medios cambió. Antes era la cancelación o la prohibición de salida a la calle y ahora pasó a ser con medidas más indirectas, como por ejemplo excluir a medios opositores de la publicidad oficial, escrachar a periodistas, denostar a medios de comunicación a través de plataformas afines a los gobiernos, y hay que estar siempre muy atentos a todas estas amenazas. Cada vez que algún medio sufre algún atentado a la libertad de expresión, inmediatamente se debieran publicar editoriales conjuntas, informar y plantear que esas amenazas cesen. No cabe duda que la libertad de expresión sigue siendo un reto, está bajo amenaza y es un valor que hay que defender día a día.
La disrupción digital, a lo que se le ha sumado la pandemia por el Covid 19, ha planteado nuevos desafíos al ejercicio periodístico a la vez que lo ha obligado a reestructurar su modelo de negocio. Lo que ha sucedido con la pandemia ha planteado nuevos desafíos para el ejercicio de la profesión y para el modelo de negocio. Antes existía solamente la versión papel y la versión digital y ahora se distribuyen contenidos en muchas otras plataformas, con distintos formatos. Aparecieron los podcasts, los eventos virtuales, una serie de herramientas y nuevas maneras de distribuir el contenido en las que hay que estar presente porque permiten acercar y conectarse de diversas y nuevas maneras con las audiencias. No es un proceso que empieza hoy y termina mañana, es un proceso continuo y algunos medios están más desarrollados que otros en ese desafío de transformaciones hacia lo digital, pero todos van en ese camino.
Con relación al modelo de negocio, también se ha reformulado, todos debieran contar con paywall y estar recibiendo más ingresos de los consumidores. Es más, un negocio B2C que B2B en la mayoría de los países, incluso la publicidad digital sigue creciendo y en muchos ya está por encima de la publicidad print. Por tanto, el periodismo se ha de seguir aggiornando bien y encontrando su modelo, sabiendo que es un proceso continuo, un proceso de cambio cultural fundamentalmente, donde hay que poner el foco hacia lo que crece, que es lo digital, y por otro lado tratar de mantener la versión papel porque también sigue siendo muy importante. Hasta que los costos puedan ser solventados por el negocio digital, el papel va a seguir ayudando.
Así como se dijo que la televisión anularía a la radio y que el cine haría lo propio con la televisión, se ha dicho que internet acabaría con la prensa escrita. Si bien el impacto ha sido duro y fuerte, los diarios han sabido de alguna manera adaptarse a la nueva realidad y defender sus fueros.
Siempre hubo gente que pronosticó la muerte de determinados medios, al principio se decía que la televisión iba a terminar con el cine y lo mismo con la radio, y ahora que internet iba hacer desaparecer a los diarios impresos. Las tiradas no son las mismas que las de décadas atrás, pero los diarios impresos siguen manteniéndose vigentes para un determinado tipo de público, y creo que así va a continuar por muchos años más. Por ejemplo, Mark Thompson pronostica que The New York Times impreso va a seguir por lo menos 10 años más. Antes de que cambiara el siglo algunos pronosticaban que los diarios impresos no iban a llegar al año 2000. Pasaron 20 años y aún siguen siendo muy importantes en el modelo de negocio de todos y cada uno de los medios en el mundo. Y dentro de las virtudes del diario impreso una que se destaca es la jerarquización de los contenidos. Una página web cambia continuamente, pero esa selección que tiene el papel, donde con el título del diario te dicen cada mañana cuál es la noticia más importante del día y en cada sección jerarquizan también la información que el lector no puede dejar de saber, es única. Esto cobra más relevancia hoy cuando hay tanto caudal de información y sigue siendo muy apreciado por mucha gente, sobre todo por mayores de 45 o 50 años.
Adicionalmente, las ediciones impresas siguen marcando las agendas noticiosas del día. Son la base de los noticieros de las radios y de la televisión y su punto fuerte es, además, el contexto, el análisis que aporta a los hechos noticiosos. En todo esto, la edición papel es de cierta forma, imbatible.
Las nuevas tecnologías han aportado nuevas herramientas de comunicación. Las plataformas digitales, inicialmente dedicadas a alojar contenido desechable, ahora florecen con producción periodística de alta calidad.
Las nuevas tecnologías han sido de gran ayuda y han permitido lograr una comunicación mucho más fluida. No cabe duda de que todos los medios han transitado por este proceso digital, compitiendo con las plataformas y estando en las plataformas de la mejor manera posible. Es un proceso continuo y hay que estar en todos los lugares donde está la audiencia, de las distintas formas y con los distintos lenguajes y soportes que sean necesarios, pero siempre sobre la base de la calidad periodística. Eso es lo que no se puede perder nunca.
El periodismo en este momento, y de aquí en adelante, va a ser cada vez más importante para la defensa de las democracias y de las libertades. Más que nunca es importante, sobre todo las grandes marcas. Y una prueba de ello fue lo que sucedió en la pandemia, donde la gente, ante tanta fake news, ante tanta desinformación, ante tanto caos, volvió a los medios tradicionales y a las grandes marcas, volvió a creer en los medios, y eso trajo aparejado un aumento de la audiencia muy importante.
El futuro del periodismo es un futuro que obviamente va a tener obstáculos y piedras en el camino, pero va a seguir subsistiendo porque es necesario para la democracia y para la convivencia social. Va a ser el que va a poner orden, el que va a decir qué es cierto y qué no es cierto, el fact-checking pasa a ser uno de los atributos más importantes ante tanta versión falsa que hay. Y, por otro lado, van aparecer, posiblemente, soluciones a nivel de derechos de autor. Lo que sucedió en Australia, lo que sucede en Europa y lo que sucede en Estados Unidos con la News Media Alliance, esa asociación que comprende 2 mil medios norteamericanos que va a poder discutir y negociar mano a mano con las grandes plataformas, va a hacer que en el mundo eso se traslade. Y va a redundar en que, en definitiva, a los medios den a la audiencia una compensación justa por la utilización de contenidos y por ese abuso de posición dominante que hace que lo que queda de la publicidad digital sea un porcentaje muy menor al que se llevan las plataformas, un 80% se lo llevan ellas y un 20% se lo llevan los medios. Creo que eso puede llegar a cambiar, es un proceso que vino para quedarse y va a ser una de las grandes herramientas con las que contarán los medios en los próximos años para seguir subsistiendo y siendo rentables.
Nuestro periodismo local, en particular, experimenta días delicados, en los que las grandes marcas asumen sin tapujos, sin ruborizarse, sus apuestas políticas, su dependencia de grupos de poder, en detrimento de la información veraz y ecuánime, que es un derecho ciudadano consagrado constitucionalmente.
A menudo la ambigüedad informativa ante un mismo hecho transforma la noticia original en un hecho nuevo, inventado, y quienes se suponen fuentes de información devienen en fuentes de desinformación. La narrativa prevalece a la exposición seria, y el análisis con rigor periodístico se convierte lisa y llanamente en propaganda.
Las grandes marcas hoy se muestran como lo que son: medios propagandísticos de grupos de poder, que someten a periodistas cuya independencia resulta imposible individualmente. Las editoriales dicen mucho al respecto.
Por ahora, la aparición de medios digitales independientes emerge, salvo excepciones, como extensión de las grandes marcas, de los mismos grupos de poder y no como contrapartida y contrapeso para equilibrar la balanza informativa.
Se hace necesaria, pero luce muy lejana la solidaridad entre colegas, la conjunción y alianza entre medios en aspectos básicos y fundamentales, para el ejercicio real del cuarto poder.
Si el periodismo no se une, sucumbe, muere y cede lugar a la propaganda. En el periodismo paga la veracidad, paga el rigor; en la propaganda, el dinero. La fórmula es convertir la veracidad y el rigor informativo en la mejor propaganda para hacer dinero.
Feliz día del periodismo a quienes aún no han sucumbido y se mantienen firmes en la lucha y el EJERCICIO de la libertad.