Audrey Hale, de 28 años, entró el lunes por la mañana en el colegio cristiano del que había sido estudiante en 2005 y 2006. Con dos fusiles de asalto, una pistola y munición abundante, disparó contra seis personas a las que no conocía (3 niñas), antes de ser abatida por la policía luego de haber respondido a una llamada de emergencia.
En una primera rueda de prensa, el jefe local de policía identificó a Hale como trans, pero admitiendo que no contaba con una información confirmada. Un portavoz policial precisó después que “Audrey Hale era una mujer biológica que en un perfil de una red social utilizaba pronombres masculinos”.
Como era de esperarse, los medios progresistas intentaron tapar el hecho y, ante la imposibilidad de hacerlo, sacaron el raído discurso de la discriminación. Las críticas mas fuertes fueron por el tratamiento del hecho por parte de los otros medios que se limitaron a titular sus ediciones impresas con la verdad: «Asesino transgénero ataca una escuela cristiana» (New York Post).
Convertir a los agresores en víctimas es una estrategia habitual en las guerras culturales, tan «normales» en los EEUU; es esencial acusar al enemigo de los crímenes cometidos por los propios, desviando la atención del hecho concreto y del posible destino de la sociedad si ésta deja que las ideas equivocadas se extiendan.
¿La respuesta del lobby LGBT? Prepararse para la violencia. Toda una comunidad de seguidores del lobby político LGTBI están declarando la guerra en redes sociales y amenazando con armas a los ciudadanos cristianos estadounidenses después de que el terrorista trans.