¿Cómo el gran dragón rojo puede interferir en la política paraguaya? Voy a comenzar estas breves líneas, recordando que ya desde finales del año pasado el Comité Permanente de Procedimientos y Asuntos Internos de la Cámara de los Comunes en Ottawa interpeló a dos ministros del gabinete del liberal Justin Trudeau, además de miembros de Inteligencia como del Departamento de Elecciones, e incluso hasta ex asesores del primer ministro, ello tras el escándalo de la supuesta infiltración china en la política canadiense. Pero no todo quedó allí, recientemente el fantasma de la infiltración china en política canadiense volvió a reaparecer generando un escándalo político que nuevamente ha colocado en el ojo del huracán al propio primer ministro.
En medio del escándalo, tras nuevas publicaciones de información del Servicio Canadiense de Inteligencia de Seguridad (SCRC, por sus siglas en francés), el Premier canadiense declaró: “… el gobierno chino y otros regímenes como Irán o Rusia han tratado de injerir no solo en nuestra democracia sino en el país en general”, según reseñó Infobae la semana pasada. Al mismo tiempo, el jefe del gobierno de Canadá anunció que nombrará un relator independiente para investigar la supuesta injerencia china en Canadá, pero los partidos de la oposición, encabezados por el Partido Conservador liderados por Pierre Poilievre, insisten en la creación de una Comisión independiente.
Pero Ud. me dirá, ¿qué tiene que ver el caso canadiense con el paraguayo?, ¿acaso una potencia como China podría concentrar sus energías en un país tan remoto como Paraguay? Y la respuesta es un enfático ¡SÍ!, pues, Paraguay no sólo está en el corazón de Sudamérica, sino en medio de una disputa geopolítica a escala mundial. China –como todo régimen totalitario- pretende imponer al mundo su arbitraria y obstinada política de “una sola China”, por su parte, el mundo libre encabezado por Estados Unidos, intentan mantener el status quo en el Indo-Pacífico, lo cual implica condición sine qua non, el reconocimiento de Taiwán como un Estado libre, soberano e independiente, tal como lo ha reconocido históricamente el Paraguay desde mediados del siglo pasado.
China, para imponer su hegemonía en el mundo, también “… ha ampliado su capacidad para extraer recursos, establecer puertos, manipular a los gobiernos a través de prácticas de inversión depredadoras”, publicó Infobae la tajantemente declaración ante el Congreso hecha por la General Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los Estados Unidos. Pero las prácticas chinas en la política de los países de las Américas, no sólo se limitan a las comentadas por Richardson, sino que también implican prácticas abusivas e ilegales, como la injerencia y por supuesto, la guerra comunicacional: medios de comunicación, redes sociales y hasta académicos, quienes deben construir una narrativa conforme a los lineamientos emanados por el Partido Comunista Chino (PCCh) o de personas que voluntariamente convergen con la ideología marxista-lenninista, maoísta o más sutilmente auto-denominados progresistas.
Como ejemplos en el Paraguay, tal vez podemos considerar algunos artículos publicados recientemente, el 6 de marzo en ReporteAsia de Julieta Heduvan y Juan Manuel Harán, así como también, el 12 de marzo en UH en la pluma de César Barreto Otazú.
En lo que respecta al primer caso mencionado, presenta un cierto vuelo académico y aparentemente neutral, pero una aguda lectura encuentra elementos que rápidamente lo tipifican como un artículo sesgado y por tanto abiertamente pro-China comunista. Las bases para sostener tal afirmación la encontramos en la cita de la entrevista de septiembre de 2022 del presidente Mario Abdo Benítez al Financial Times y el supuesto pedido de un influjo de inversión taiwanesa a Paraguay por 1.000 millones de dólares estadounidenses. Sin embargo, omitieron el Comunicado de Prensa emitido el 29 de septiembre por la cancillería paraguaya titulado: “Paraguay no pone condicionamiento alguno a la continuidad de su relación con la de China (Taiwán)”.
Adicionalmente a ello, el artículo de Heduvan y Harán señalan que en los casos de Panamá, El Salvador, Dominicana y Nicaragua los giros a China se dieron en el marco de “grandes anuncios de inversiones y préstamos (…) que Beijín ha podido afrontar con facilidad”, lo cual es una absoluta mentira, pues, la realidad ha sido totalmente contraria y así lo confirman literatura como fuentes periodísticas abundantes.
Finalmente, el artículo de Barreto, quien hace una consideración ciertamente sólida sobre la complejidad del tablero mundial en términos geopolíticos como volatilidad e incertidumbre del mercado global, también subraya el poder de China a escala planetaria, siembra dudas sobre USA ante un eventual conflicto entre las dos Chinas. Igualmente omite, el papel USA en el Indo-Pacífico, sobre todo en el fortalecimiento de la alianza militar AUKUS, el actual proceso de reame en la región, el incremento de la presencia militar yankee en la región y también olvida en sus análisis el poderoso factor RIESGO que implica la sustitución de Taiwán por China, basado justamente en las experiencias recientes en El Caribe o África. En consecuencia y dada las falencias observadas, a mi juicio, es un artículo un tanto sesgado hacia el ala pro-China Comunista, más que una visión netamente imparcial u objetiva.