Está claro que somos cada día más idiotas. No, no nos toman por idiotas, somos idiotas.
Cada mañana escuchamos impávidos el mismo discurso, nos cambian el color de los espejos y es así como seguimos aceptando mansamente el discurso de la corrección política.
Es amor si lo hacen ellos, odio si lo hacemos nosotros; progreso o fascismo, dependiendo del actor; ciencia o conspiración, según quien pague sus cuentas.
Si «menchi» pide abortar un bebé, es una defensora de los derechos humanos, si alguien pide pena de muerte para un violador, es un asesino.
Si “muñequita” se caga en la “puta iglesia católica” es cool; si yo me cago en su puta madre me como un juicio porque, según los abogados de esta gente, no es lo mismo que yo me sienta afectado a que sean ellos. Yo soy un ciudadano de a pie, ellos… “importantes comunicadores”.
Si Oscar Acosta juega a ser Kevin Costner y se para “firme y amenazante” para defender (vaya uno a saber de qué) a su mujer, es “amor y civismo” como dijo Luis Bareiro; si vos te parás para defender a tus hijos de una ideología perniciosa sos un terrorista, un oscurantista como dijo el que muy pronto será exministro de educación.
Un “zientífiko” como Edu Quintana puede pedirles a las autoridades nacionales que pongan mayor atención a los “grupos de trogloditas que, en nombre de sus dioses o dogmas, proponen violencia en Paraguay” y vos no podés pedir lo mismo si los orcos y los ballenatos con pelo verde destruyen todo a su paso cada 8 de marzo, porque sos un antiderechos, un patriarca opresor y violador.
Así transcurren nuestros días, soportando gratuitamente insultos, agresiones, descalificaciones y el desprecio de estos pseudo progresistas (ellos no traen progreso), eso sí, no vayas vos a insultarlos porque no va a ser gratis.
Están acostumbrados a dar golpes sin recibir ninguno y están confiados que así va a seguir siendo, pero cuidado, tal vez un día la «masa de comunes» tenga una epifanía y sin más, los manden hasta donde Cristo perdió la sandalia de una patada en el culo y entonces sabrán que no somos idiotas.