Los números están ahí, irrefutables, junto a los logros colectivos e individuales. Sin embargo, abordar a este genio desde la frialdad de esos datos ya no da, ¡che! Es necesario hablarlo desde el caos, desde la locura frenética que significa intentar dimensionar sus logros. Esa insania mental que implica compararlo con otros actuales y con los que ya no están. Messi pasión no solo ha conseguido llevarle la ansiada tercera Copa del Mundo a su país si no que además ha roto por siempre el debate en torno a su figura y ha tenido el mérito de instalar una cultura diferente a la camiseta 10 albiceleste.
Pasión y locura desde Rosario para el mundo
Internet colapsa de referencias acerca de Leo Messi y su inigualable trayectoria como jugador. No hubiese abordado esta empresa de escribir sobre tamaño hito si no fuera desde la pasión; no se puede escribir sobre él si no es desde el lugar del caos arropante, de esa sensación de ser llevado por un huracán. Sí, soy un apasionado por Messi. Celebré cada una de sus victorias y me sumí en profundos silencios cuando los días no eran buenos y toda la troupe de los exitistas se abalanzaban sobre las carroñas como hienas hambrientas.
La clave para referirnos al mejor jugador de todos los tiempos es abordarlo desde la locura que significa su fulgurante paso por el deporte que tanto amamos. No hay manera. Este es uno de esos casos en los que la realidad se me hace impenetrable porque mi horizonte lingüístico no me permitirá nombrar, describir todas sus hazañas más que con palabras ordinarias. Y las palabras ordinarias no lo describen, no pueden hacerlo.
De Rosario, Argentina, para el mundo la estrella más brillante de todo el firmamento futbolístico: un genio, un loco lindo, y un ser inmensamente paciente con quienes lo mataban todos los días sin entender un centímetro de césped de este deporte.
El lugar en el mundo
Rosario con sus potreros pelados de la década de los 80-90´acuñó las primeras diabluras en forma de regates infinitos que terminaban chocando invariablemente contra las precarias redes del arco rival en los afamados partidos de baby – fútbol. Esos rectángulos repletos de chicos ávidos por ser felices detrás de la pelota fueron los primeros escenarios dónde, sin saberlo, sin imaginarlo jamás todos ellos presenciaban al futuro amo y señor del fútbol contemporáneo.
Barcelona, sin embargo, fue el epicentro donde se iba a desarrollar el cataclismo. Ahí calzó perfecto en una disciplina metodológica que contó con los recursos necesarios para contener y guiar el necesario desarrollo de la ojiva nuclear que era Lio. Crianza y asunción de la madurez como indiscutida figura del fútbol, todo en Barcelona, mediado por múltiples trofeos colectivos e individuales.
Definitivamente, fue su lugar en el mundo. Todo cuajó a la perfección.
El rebelde de la granja
Metodología y modelos de juego eran, son, esquemas muy rígidos para ese torbellino que agarraba el balón y no paraba hasta depositarlo en la red contraria. ¿Cómo hacían para meterlo en rondos, terrenos marcados, consignas para entrenar el modelo? Cuentan los que saben de él que rompía con todos los entrenamientos, y, sobre todo sus entrenadores en etapas menores estaban a punto de tirar la toalla. El rebelde de la granja nunca se desprendió de sus mañas de felino voraz que ni siquiera consintió alguna vez alguna caricia en la cabeza o en el hocico.
Los años y la pérdida de velocidad fueron abriendo espacio para todos esos saberes adquiridos emergieran para transformar al león rey de la selva en el líder de la manada. Líder sabio a pesar suyo.
El maestro llega en tiempo y forma
Si no, no es el maestro. Una de las cualidades del gran maestro es estar en el tiempo justo. En el caso de Guardiola, se puede decir que juntos fueron haciéndose el uno al otro. Un novel entrenador tuvo el albur de cruzarse en su camino con la estrella fulgurante que marcaría también su camino hacia los grandes cielos.
Uno podría hasta preguntarse: ¿por qué justo él? Sin pruebas y sin dudas me animo a decir que la justificación es el hilo de este desprolijo alegato a favor del mejor jugador del mundo: la pasión los unió. Messi se merecía un Guardiola en su camino; Pep se merecía a un Lío en su periplo a convertirse en un entrenador de referencia.
La sabiduría los fue encontrando, entrenamiento a entrenamiento, charla a charla, partido a partido, goles, récords, campeonatos. No lo sabían, tenían una relación dinámica y bipolar de maestro – alumno; una vez uno, otra vez el otro.
Por como es, creo que Guardiola, en algún tramo del viaje juntos tuvo la intuición certera, innegable, cartesiana, de que se encontraba ante un hito inigualable. Desde entonces, se dedicó a buscar las palabras para darnos a entender sin que lo acusáramos a él, al mensajero Guardiola, al maestro, de pretencioso.
La «selesión»: Ni kururú no chutai (los queremos, hermanos argentinos)
¿Y quiénes son los que lo tildan de fracasado? La turba del teclado, la terrible barra brava de los que no aguantan ver un partido completo porque lo leen desde Twitter y creen que todo se reduce a ese 11 contra 11.
Ellos lo llamaban fracasado: “nunca salió del Barcelona”, “que venga a jugar a Tembetary (Defensores de Cambaceres, etc.)”, “es un pecho frío”, “con la selesión, nada de nada…” Y están hablando de un animal que jugó 3 finales consecutivas de Copa América, jugó 2 finales de 3 posibles de Copa del Mundo, es Medalla de Oro y Campeón del Mundo Juvenil. Hoy, goleador absoluto de la albiceleste, jugador con más minutos en los mundiales.
En fin, ¡para qué entrar en esos datos! Sí, vuelvo a apuntar a los que lo mataban. Los pobres, como diríamos en el hermoso y dulce idioma vernáculo: ni kururu no chutai, pero ellos sí son capaces de juzgar.
Predestinado a la gloria
Salvo en algunos momentos, la expresión de felicidad de Messi al convertir un gol o del final victorioso de un partido, no denota la de un ser humano consciente de lo que acaba de lograr. Goles fantásticos, campeonatos, etc., nada parece abstraerlo de ese disfrute interno. La procesión va por dentro, al parecer. Recuerdo el gol al United en la final de la Champions en donde se lo ve como muy pocas veces sacado de su rol, o el gol que le hace a Estudiantes de la Plata en la final del Campeonato Mundial de Clubes.
Un momento icónico fue su festejo en el Bernabeu exhibiendo su dorsal. Por lo demás, este muchacho parece que no es consciente de lo que ya hizo. Se lo ve siempre con el mismo semblante, con la misma fijación en tomar el balón y llevarlo al arco contrario, una y otra vez. Ve balón y ya se prepara para llevarlo al arco rival.
Tal vez estemos ante un caso en el que el hacedor no dimensione la magnitud de su obra. Un chico, hoy señor, hoy maestro ignorante del polvo estelar que fue derramando a lo largo de su carrera. Un maestro del viento o el verdadero pequeño saiyajin.