La política es la ciencia de la administración de la cosa pública. Los objetos de análisis de las Ciencias Políticas son los impuestos, la diplomacia internacional, el modelo educativo, la estructura económica, la gestión de obras de infraestructura pública, la repartición del poder entre el gobierno central y las regiones, en general, la búsqueda del bien común. Los políticos son servidores públicos sujetos al imperio de las leyes y la fiscalización ciudadana.
El Socialismo del Siglo 21, también llamado: «Castrochavismo», no cumple ninguno de los requisitos para ser considerado un movimiento político. Su objetivo central no es la búsqueda del bien común, sino el mantenimiento indefinido del poder. En ese afán, han creado mitos alrededor de matones como Evo Morales, Hugo Chávez, Nicolas Maduro y, en el último tiempo, Pedro Castillo. De igual manera, han cometido toda clase de crímenes, desde violencia callejera, hasta narcotráfico en gigantes proporciones. Pero también, usando enormes cantidades de dinero, han falsificado los hechos históricos para aparecer como «victimas» de crímenes cometidos por ellos mismos. Veamos.
Evo Morales llegó al poder el 2006. Su mandato era de cinco años, pero se quedó catorce. Para eso se valió de varias jugarretas.
Primero, suplantar la Constitución de la Republica de Bolivia por la del Estado Plurinacional. Segundo, forzar a que sus lacayos del Tribunal Constitucional de Bolivia adapten la Constitución a los caprichos del cocalero. Por ejemplo, el 2017, los magistrados emitieron un fallo constitucional que afirmaba que la Elección Indefinida es un «Derecho Humano». Tercero, como lo certificó la OEA y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, manipular elecciones para siempre salir ganador. Y cuarto, ejercer el terrorismo de Estado mediante sus grupos de choque, mal llamados: «Movimientos sociales», como se vio el 2019 luego del fraude electoral y su posterior huida a México.
No obstante, una vez que el Movimiento Al Socialismo retomó el poder en Bolivia, Morales empezó a perseguir a opositores y miembros del gobierno de Jeanine Añez, ella misma incluida, bajo el sofisma de «Golpe de Estado». Una vulgar mentira que no soporta el más mínimo análisis historiográfico o jurídico, pero en Bolivia, penosamente, hace rato que la mentira suplantó a la verdad y al sentido común.
En Perú, Pedro Castillo disolvió el Congreso, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y la Fiscalía. Asumió todo el poder para gobernar por decretos leyes. Además, siguiendo la receta del Castrochavismo, se atrevió a convocar a una constituyente. Eso sí es un golpe de Estado, pero fracasó porque el Congreso determinó su vacancia con sucesión constitucional, Castillo fue detenido y procesado. Esta verdad, con todo el mundo de testigo, está tratando de ser falsificada para presentar a Castillo como víctima de un «golpe» organizado por los «racistas» de la derecha peruana y otros «lacayos» de Estados Unidos. El mismo cuento que los operadores cubanos vienen repitiendo desde los años 60.
Argentina, Bolivia, Colombia, México se han sumado a la falsificación de la verdad con el objetivo de incitar y sostener la violencia en Perú. Los terroristas ahora exigen una constituyente, lo mismo que había pedido Castillo, y pretenden que las víctimas mortales sigan sumando. Esa es su coartada para acusar al gobierno de haber violado los Derechos Humanos.
Pedro Yaranga, experto en seguridad, en entrevista con el programa Ampliación de Noticias, afirmó:
Es evidente que lo que vive el Perú es la repetición de los hechos que sufrieron Bolivia el 2003, Chile el 2019, Ecuador el 2020 y Colombia el 2021. Son acciones subversivas llevadas a cabo por expertos en desestabilización y terrorismo. No buscan fines políticos, sino la toma del poder por medios violentos. Son pandillas de tercera generación entrenadas en Cuba y financiadas por el narcotráfico. No son políticos, son hampones. Es hora de empezar a tratarlos como tal. ¡Fuerza Perú!