Los hermanos menores de Argentina han preservado bien una antigua costumbre proveniente del glorioso Imperio Español: es el picaresco desafío de vates guitarreros que, en una pulpería de pueblo o villa, se dedican mordacidades más o menos hirientes ante el aplauso caudaloso del público que vitorea a tal o cual cantor según su talento. No faltaron episodios en los que esta actividad de diversión y juerga acabó en tragedia, en gente apuñalada, asesinada por la “pichadura” de haber perdido en la batalla de los ingenios musicales y de la poesía popular.
Como las costumbres van transmutando a lo largo del tiempo, actualmente son los “barrabravas” de los clubes de fútbol quienes llevan a cabo tan gracioso acto lúdico que sería de lo más divertido sí no fueran estos “ultras” lo que son… Pero esta no es la ocasión en la que criticaremos a los “hinchas fanáticos” del fútbol mundial, fenómeno que merece ser tratado en una diferente entrega.
Un grupo de aficionados de la selección argentina, en un programa del canal televisivo TyC Sports, hicieron uno de esos cánticos capaces de incendiar cualquier tribuna, sea esta de propios o extraños. La letra decía:
La prensa internacional y especialmente la gabacha hizo toda una delirante alharaca sobre el tema, acusando a los argentinos de racismo y demás firuletes. No diremos aquí que nuestros hermanos menores del Río de la Plata son precisamente “santos”, que no. Pero en realidad, si la canción de unos humildes barrabravas hizo tanto efecto, no fue por el presunto “racismo” o “xenofobia” de la misma sino porque toda ella, en brevísimas palabras, contiene verdades como puños que son prácticamente irrefutables y que reflejan a la perfección el estado absoluto de hipocresía y degradación moral de la llamada “civilización occidental”.
Los hispanos somos, por la misma naturaleza de nuestra raza, enemigos de las imposturas e hipocresías. La lengua española nos impide caer en nominalismos y artificios fantasiosos para manipular y generar escapismos pseudo intelectuales. Don Quijote de la Mancha, al decir del pensador Jesús G. Maestro, es la obra suprema de la literatura humana que ya se encargó de dejar en ridículo a toda artificiosidad anterior y posterior. Nada que se construya sobre las prístinas letras cervantinas puede fallar jamás, porque en la esencia misma de la literatura en español se encuentra el “espíritu del desengaño”, de quitar los velos a las mentiras, de lucha en contra de máscaras y presunciones absurdas, de arremeter en contra de construcciones que son mero armatoste sin esencia. La locura es simplemente eso: locura y por ende, nadie debería celebrar a los desquiciados por el mero hecho del desquicio, ni siquiera sí son tan graciosos e ingeniosos como Alonso de Quijano, muestra más patente de que el camino al Paraíso está repleto de malas intenciones.
En fin, que una simple canción de barrabravas, con la potencia inmarcesible de la lengua española, desnudó a medio mundo en sus hipocresías. ¿O acaso mienten nuestros “hermanos menores argentinos” al decir que la selección de Francia se aprovecha del talento de pueblos africanos, a los que no solamente quitan sus mejores jugadores sino que también les expolian otros recursos?
Ejemplo de esto, véase un reciente discurso de la Primera Ministro de Italia, Doña Giorgia Meloni (tecnopopulista, todavía tenemos que darle tiempo para juzgarla por sus obras, no por sus palabras). En su penetrante y fervorosa intervención, la italiana dijo en el fragmento más incendiario:
¡Tremendo rapapolvos contra la hipocresía! ¡Es que los italianos también son hispanos en esencia, véase los antiguos reinos españoles en Nápoles, Cerdeña, Saboya y demás!
Yo hasta quiero parafrasear un poco a la Meloni, cambiando ciertos elementos en la ecuación sí me permiten, desde luego:
“Éste es un dólar estadounidense. Es la moneda colonial que la Reserva Federal de los EEUU imprime para todos sus vasallos en las naciones occidentales, a los cuales aplica el señoreaje por medio del cual explota los recursos de esas naciones… Este es un obrero argentino que trabaja de sol a sol en los ricos campos del Río de la Plata… Para la Argentina, con tantas riquezas, EEUU imprime su moneda colonial (en forma de préstamos y fondos buitre, etcétera) y a cambio pide que terminen en las alforjas del tesoro estadounidense el 50% de toda la riqueza que la Argentina produce… La riqueza que el obrero argentino debe extraer de sol a sol termina mayormente en las bolsas del Estado Yanqui… Entonces la solución no es dolarizar a la Argentina y eliminar su moneda soberana… La solución es liberar a la Argentina de la usurocracia estadounidense que la explota para que ella pueda vivir de sus recursos”.
Sí, sí, me emocioné un poquito, sin embargo ese discurso se puede aplicar perfectamente con Paraguay también, ojo. Pero volvamos a los barrabravas y el Mundial de Catar, que estamos hablando de la hipocresía de este sistema nefasto en el que vivimos.
Tenemos a los franceses que no solamente explotan a la antigua África Colonial que dominaban sino que también les expolian a sus mejores jugadores. ¿Acaso se dijo alguna mentira en la canción de los hinchas argentinos? Ninguna. A Mbappé así como a las actuales élites francesas les encantan los 108 mosqueteros, eso está visto. Lo triste para los argentinos, probablemente, sea que este mismo “le putain” de Killian Mbappé les haya metido… Unos goles en el Mundial pasado… Pero eso es pacata minucia e ironías de toda la vida, que nunca faltarán. ¡Bueh, acaso los porteños no nos mandan a sus Moriakazán o sus Flordelaverga cada tanto, para vergüenza de propios y extraños! Bien por “le putain” de Mbappé entonces, vengando a la humanidad por los pecados del porteñismo…
De igual manera, volviendo a la seriedad, el Mundial de Catar ya se está convirtiendo en el mejor de los últimos milenios. Todos estos episodios exponen perfectamente el estado de degradación moral y la hipocresía absoluta del mundo occidental. Todos desgarrándose las vestiduras por una “canción de tablón” poderosa, pegajosa y bien hispana que dice la verdad, simplemente la verdad, en unas breves líneas cómicas.
Todos estirándose del pelo y arrojándose ceniza sobre la cabeza porque Catar es un país que no permite que los 108 mosqueteros estén jugando a los espadachines junto a Mbappé en cada esquina. Todos espantados hasta el absurdo porque los cataríes no permiten que se vendan bebidas alcohólicas en las proximidades de los estadios de fútbol, cosa tan lógica como razonable porque el deporte riñe con la borrachería, se supone que lo importante es el fútbol y nada más que el fútbol, no andar de juerguistas putañeros en las calles de un país que intenta preservar ciertas sanas costumbres, ¿verdad? ¿O acaso la gente se junta a ver los duelos futbolísticos solamente para embriagarse como cosacos? Aclaro que no quiero caer en moralina puritana, pero es inentendible que muchos estén considerando como “poco razonable” lo que dictaminaron las autoridades cataríes. Que los beodos empedernidos sean beodos empedernidos, pero en sus casas y establecimientos privados, no en lugares públicos. ¿Hay algo de malo en esto? Yo no lo veo… No lo veo…
Desde luego que tengo mis críticas a la sociedad catarí, pero estas vienen por lugares muchísimo más profundos y auténticos. Mi cuestión con ellos es teológica, ni más ni menos. La herejía mahometana que profesan sus jeques explotadores es archienemiga de la recta razón y de la Verdadera Religión, que es la que enseña la Iglesia Católica. Por ende, los errores gravísimos que tienen los cataríes en su vida social y cultural, se explican por su condición de musulmanes que no reconocen al único Dios, Salvador y Redentor, que es Jesucristo. No entraré en honduras aquí… Pero solamente diré que criticar a los cataríes desde los cánones decadentes del liberalismo posmoderno y globalista es caer en la trampa de siempre…
De hecho que el fútbol no debía ser un canal de conflictos, sino una simple fiesta internacional en la que los hombres más talentosos en la práctica de dicho deporte se ponían a competir para ver qué país es el mejor en dicha disciplina. ¿Por qué el Mundial de Catar no podía ser simplemente esto? ¿Por qué se tenía que mezclar todo el doblez de la politiquería posmoderna a un asunto tan mundano y que debía servir para pacificar y no para acicatear los ánimos de confrontación?
Lo que nos regresa a la hipocresía del mundo occidental, que dice respetar la “diversidad” pero solamente cuando esta es según su propia visión de “diversidad”. O sea, a la manera anglosajona (que es bastante alevosa y sin filtros) o quizás, a la manera francesa (más sórdida y clásica, como nos lo muestra la canción de tablón de los hinchas argentinos así como el discurso fulgurante de la italiana Meloni que mencionamos).
Afortunadamente, los hispanos recordamos, de vez en cuando, esos destellos de genialidad que han caracterizado siempre a nuestra raza. Esa búsqueda del “desengaño”, esas palabras que desnudan la mentira de propios y extraños, esos cánticos picantes y picarescos que dicen lo que no se podría expresar ni con mil libros. ¡Basta de tanta careta, manga de mentirosos y farsantes! ¡Basta de vender espejitos e ilusiones, que no hay mucha diferencia entre la abyecta y degenerada sociedad occidental posmoderna con la opresiva y herética sociedad catarí! ¡Ambas son horribles, e inclusive, quizás la gente de Catar tenga más razón de la que nos gustaría admitir en muchas cosas, a pesar de sus horrores!
¿Y a quién vamos a alentar en este Mundial, como paraguayos?
A España la tengo como mi segunda opción… Lo lamento, pero los de hoy no me caen tan bien como los de hace 50 años atrás… ¿Y cuál es mi primera opción? No lo duden un solo segundo: el país que fue capaz de hacer semejantes cánticos de barrabravas, tan sórdidos, tan punzantes y villanescos en su mordacidad, lo único que se merece es SER CAMPEÓN DEL MUNDO, VAMOS ARGENTINA.