Por Aníbal Paredes
La faceta cool del globalismo totalitario; el magnate Elon Musk (socialista confeso) se adueñó de la red social escribiendo “el ave es libre”.
Thierry Breton, comisario europeo de Mercado Interior y Servicios de la Comisión Europea, le respondió que “en Europa, el pájaro volará según nuestras reglas” (Recordemos la U.E., los mismos que financian la aberración de la transformación educativa es la U.R.S.S. pintada de azul).
Y eso es solo el principio…
El abuelo canadiense de Musk, Joshua Haldeman, fue un ávido defensor de la Tecnocracia (forma de gobierno en el que los cargos públicos no son desempeñados por políticos, sino por especialistas en sectores productivos o de conocimiento), se desempeñó como director de Investigación y, en última instancia, se convirtió en el jefe del partido de Technocracy, Inc. en Canadá.
Tema recurrente de estas ideas es que la tecnología supera a la sociedad, dejando a los políticos obsoletos (siempre lo fueron). Como con el impacto de la imprenta, la máquina de vapor o la computadora o el internet. Nuevamente hoy con la edición de genes, las redes sociales y la inteligencia artificial, cambiando el fenómeno mundial de parasitar y malversar fondos por el fenómeno mundial de guiarse por inteligencias artificiales frías e inexactas.
Era comprensible que surgieran movimientos radicales en los EE. UU. En los 1930 en respuesta a la Gran Depresión, al igual que otros movimientos despóticos como el comunismo o el fascismo que proliferaron en Europa, el movimiento tecnocrático argumentó que la mejor manera de salir de la crisis era rechazar el desorden del mercado y las políticas anticuadas y adoptar un «punto de vista científico moderno».
En su Introducción a la tecnocracia, publicada en 1933, los líderes del movimiento declararon que el «riff-raff» de las instituciones sociales obsoletas estaba bloqueando el progreso y que los políticos deberían ser barridos (no suena mal), como los alquimistas y astrólogos habían dado paso a la ciencia.
Para estos religiosos de la ciencia, la economía trataba entonces de mecanismos de fijación de precios arbitrarios en lugar de la producción racional, que no era más que la «patología de la deuda» y no se equivocaban precisamente en eso.
Irónico, hoy día proponen “un impuesto al carbono; ayuda a cobrar ese costo por adelantado y equilibrar la balanza. Es una estrategia que, al implementarse junto a la eficiencia, la innovación y la infraestructura de energías limpias, así como estrictas regulaciones de las emisiones, puede llevarnos a un futuro más “limpio y más próspero””.
Ira furor brevis est pero esta aberración anti-científica propuesta por científicos es completamente irreal dado que no se puede pretender limitar la actividad humana respecto a un supuesto de algo que ocurrió desde mucho antes que el hombre domine el planeta, los cambios climáticos los cuales no son y nunca fueron antropogénicos.
“En contraste con las formas tortuosas de la política, los métodos torpes de las finanzas y los negocios. . . tenemos los métodos de la ciencia y la tecnología «, declaró el manifiesto del movimiento. «El sentido común moderno ahora hace un llamamiento a la ciencia física y la tecnología para ampliar las fronteras de su dominio».
El historiador William E Akin identificó tres fuentes tecnocráticas: una moda creciente para la planificación centralizada entre los reformadores progresistas (para quien entiende historia económica reciente es un mal chiste); la mitología popular del ingeniero como salvador de la sociedad estadounidense (apóstoles técnicos de religiones de la modernidad); y las teorías de gestión científica de Frederick W. Taylor.
Notaran la similitud del sistema propuesto enemistado con la realidad y otro sistema contemporáneo suyo, la veneración a la arrogancia de la razón desplazada hacia la técnica, cambiando a los intelectuales- burocráticos y militares (como estos antes habían reemplazado a la nobleza y clero) por técnicos y su tecnología.
Una forma de socialismo que conocimos en China actual, un rígido sistema de control absoluto por medio de tecnología, centralización total, sistema de crédito social anulando totalmente la individualidad, derechos y personalidad de sus habitantes, un sueño Marxista.
Como había dicho el polémico ex-presidente Trump sobre que Musk le rogo subsidios para sus autos que no van a ningún lado, o para sus cohetes que no vuelan (a pesar de que terminó otorgándole los subsidios suplicados, así como cerró jugosos contratos con Microsoft a la vez que aumento el presupuesto militar por más que no invadió ningún país como tiranos anteriores que además eran genocidas).
Así como su éxito económico con emprendimientos anteriores mantenidos ilegítimamente por los bolsillos de los contribuyentes americanos, la libertad de expresión en Twitter fue una mentira.
Cito uno de sus últimos tweets: “La nueva política de Twitter es la libertad de expresión, pero no la libertad de alcance. Los tweets negativos/de odio se reducirán al máximo y se desmonetizarán, por lo que no habrá anuncios ni otros ingresos para Twitter. No encontrará el tweet a menos que lo busque específicamente, lo cual no es diferente del resto de Internet.”
Supuestamente nos iba liberar de la irritante dictadura “woke” de las redes y termina con otro engaño.
La libertad de expresión es sagrada, si no es total, no es.
Musk es un mentiroso.