Aunque los problemas económicos de China ya le hicieron perder el crecimiento “a tasas chinas” que sostuvo desde los años ochenta del siglo XX hasta bien entrada la década pasada, muchas proyecciones geopolíticas y económicas internacionales le siguen asignando el rol de principal competidor y rival estratégico de EEUU y arriesgan incluso que lo superará en las próximas décadas.
Daron Acemoglu, uno de los diez economistas más citados del mundo y coautor, junto a James Robinson, del celebrado libro “Por qué fracasan los países”, cree en cambio que el gigante asiático ya empezó a declinar y se está “pudriendo desde la cabeza”.
Natural de Turquía, con ciudadanía de EEUU y profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, según su sigla en inglés) Acemoglu cuestionó, en una nota en el sitio Project Syndicate, la capacidad de China de mantener su crecimiento e innovación, por haber llegado a un límite de lo que un país puede desarrollarse bajo condiciones tan restrictivas como las del régimen que lidera el presidente Xi Jinping.
La pregunta del millón
“China pone de relieve una pregunta muy debatida sobre el desarrollo económico: ¿puede una autocracia verticalista superar a las economías de mercado liberales en innovación y crecimiento?”, se plantea desde el vamos el profesor del MIT. Las perspectivas, subraya, “parecen hoy mucho menos halagüeñas para China de lo que alguna vez fueron; el presidente Xi Jinping eliminó muchos controles internos y aprovechó el 20° Congreso Nacional del PCCh (Partido Comunista Chino) para asegurarse un inaudito tercer gobierno -sin que se prevean límites a su posible reelección- y llenar al todopoderoso Comité Permanente del Buró Político con partidarios que le son leales”, por lo que pagará costos.
Acemoglu recuerda que entre 1980 y 2019 el 8% de tasa anual promedio de crecimiento del PBI chino superó la de cualquier economía occidental y que en el siglo XXI, superada la etapa del crecimiento imitativo, “China comenzó a realizar sus propias inversiones en tecnología, registró patentes, produjo publicaciones académicas y generó empresas innovadoras como Alibaba, Tencent, Baidu y Huawei”.
El “modelo” generó intensos debates, pero dominó la impresión de una potencia imparable. “China controlaría al mundo gracias a su capacidad para dominar el campo de la inteligencia artificial. Debido a que tiene acceso a tanta información sobre su gigantesca población, enfrenta menos restricciones éticas y de privacidad que los investigadores occidentales y a que el Estado ha invertido tanto en la Inteligencia Artificial (IA) se decía que China contaba con una ventaja obvia en esa esfera”, recapitula el autor, con cierto escepticismo. “No se puede suponer simplemente que los avances en IA serán la principal fuente de ventajas económicas en el futuro, que el gobierno chino permitirá que continúe la investigación de alta calidad en ese sector, ni que las empresas occidentales sufran limitaciones significativas por la normativa de privacidad y relacionada con otros datos”.
La hora de los límites parece haber llegado con la profundización del control por parte de Xi Jinping, que en el reciente Congreso del PCCh hizo expulsar a su antecesor, Hu Jintao, y se aseguró “un inaudito tercer gobierno”, dice Acemoglu, para quien “esta consolidación del poder llega a pesar de los grandes errores no forzados de Xi que están debilitando a la economía y socavando el potencial innovador chino”. Cita al respecto la política de “Covid cero” y el apoyo a la guerra de Rusia en Ucrania. “Es probable que cometa aún más errores, y de mayor envergadura, ahora que su poder no tiene límites y está rodeado por personas sumisas que no le dirán lo que debiera escuchar”, señala.
Más allá del Palacio
Pero más allá de cuestiones de Palacio, sigue Acemoglu, China está chocando con sus propias barreras. Su crecimiento industrial en las décadas de 1990 y 2000s, dice, se basó en inversiones gigantescas, transferencias de tecnología occidental, producción orientada a la exportación y represión financiera y de salarios”. Pero el crecimiento basado en exportaciones tiene un límite, como reconoció Hu Jintao en 2012, cuando pasó el poder a Xi. En adelante, China debía crecer de modo “mucho más equilibrado, coordinado y sostenible”.
En vez de responder a ese desafío con reformas e incentivos basados en el mercado, Xi priorizó mantener el monopolio político del PCCh frente a una clase media en expansión y económicamente empoderada. “La respuesta más obvia —y tal vez la única— era aumentar la represión y la censura… exactamente lo que Xi hizo”, dice Acemoglu.
El presidente, su séquito e incluso expertos externos creyeron que en esas condiciones el PBI chino podría seguir creciendo y se apoyaron en la IA como “una herramienta poderosa para monitorear y controlar a la sociedad”. Según el autor, sin embargo, no advirtieron que China “pagará un alto precio económico por intensificar el control del régimen”. Y da ejemplos: “Después de las amplias medidas regulatorias que afectaron a Alibaba, Tencent y otras empresas en 2021, las compañías chinas se están centrando cada vez más en mantener el favor de las autoridades políticas en lugar de innovar”.
De ahí derivan ineficiencias y problemas, evidentes en el sistema financiero y el agotamiento de la capacidad de innovación liderada por el Estado. Acemoglu afirma, por caso, que “la calidad de la investigación académica china solo mejora lentamente” y que incluso en el campo de la IA, prioridad científica oficial, los avances están quedando rezagados frente a los de los líderes mundiales de tecnología, en su mayoría, en EEUU. Y concluye: “el endurecimiento del control de Xi sobre la ciencia y la economía implica que esos problemas se intensificarán. Y, como ocurre en todas las autocracias, ni los expertos independientes ni los medios locales darán su opinión sobre el desastre que puso en marcha”.
El financista Ruchir Sharma, presidente de Rockefeller International, ya había advertido que China no superaría a EEUU como mayor economía del mundo al menos hasta el año 2060 y fracasaría en su objetivo de convertirse en un país desarrollado de nivel medio en la próxima década. “Una China menor es más probable de lo que el mundo aún cree”, escribió en una reciente columna en Financial Times.
¿En el 2100 también?
Un reciente paper (The Future of Global Economic Power) publicado por la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas de EEUU (NBER, según su sigla en inglés), elaborado por economistas y académicos de EEUU, Rusia y China, basado en modelos generacionales, que asignan gran peso a las cuestiones demográficas, señala en tanto que, en un “escenario base”, hacia el año 2100 China y la India serán las dos potencias hegemónicas y darán cuenta de más del 50% del PBI mundial. El trabajo, sin embargo, reconoce una “gran sensibilidad” de esas proyecciones a las tasas de productividad, dependientes de innovaciones y avances científicos que –señala Acemoglu- están constreñidos en regímenes como el chino.
Con información de Infobae