Después de la implosión de la Unión Soviética, el cuartel general del crimen transnacional se trasladó de Moscú a La Habana. Por obvias razones, la «defensa» de los trabajadores no podía seguir siendo el banderín de guerra. Por eso, las pandillas socialistas tuvieron que rearticularse alrededor de nuevas consignas, entre ellas, el indigenismo.
La tesis central del indigenismo consiste en mostrar a los pueblos amerindios como víctimas de un genocidio promovido por España y la iglesia católica. Los pocos que sobrevivieron siguen siendo víctimas de explotación. Pero ya no por los españoles, sino por los gringos y el malvado capitalismo.
Sin bien, los indigenistas reclaman ser creadores de un pensamiento autóctono, la verdad es que todo su arsenal ideológico ―además, el sin fin de mentiras que lo sostienen― no pasa de ser un recalentado de los viejos dogmas marxistas salido de la mente de personajes como Otto Bauer, Ernesto Laclau o Álvaro García Linera. Pero la peligrosidad de las fábulas indigenistas no radica en sus sofismas y falacias, sino en servir como pretexto para cometer toda clase de crímenes y atentados terroristas.
Por ejemplo, entre el 1990 y el 2003, Evo Morales y sus matones se atrincheraron en el indigenismo para aterrorizar Bolivia. Sin embargo, ya de presidente (2005 -2019), Evo fue el mayor destructor de los territorios de los indígenas de las tierras bajas bolivianas. Las etnias originarias de los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando vieron como sus territorios eran invadidos por productores de coca y cárteles del narcotráfico.
Asimismo, el «libertador» de los indígenas no dudó un segundo en alinear a Bolivia con una de las peores tiranías del mundo: Irán.
De acuerdo con las cifras del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), en las dos primeras décadas del Siglo XXI, las exportaciones nacionales a Irán apenas representan el 0,002% del total exportado por Bolivia al mundo. Es decir, nada. Por eso que Evo Morales y Arce Catacora nos digan que las relaciones con Teherán son importantes para potencializar la economía boliviana no pasa de ser una gran burla al sentido común. Recuerde algo, Evo Morales, Hugo Chávez y los demás patanes piensan que los ciudadanos de sus naciones son imbéciles.
Sucede que desde el 2011, cuando el ministro de la guerra de Irán, Ahmad Vahidi, inauguró la Escuela de Defensa del ALBA en Santa Cruz, la narcodictadura de Bolivia ha estado fortaleciendo relaciones militares con Mahmud Ahmadinejad y sus sucesores.
Por si esto fuera poco, ya en el 2009 se divulgó un informe del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. El documento afirmaba que Venezuela y Bolivia están implicadas en el programa nuclear iraní a través del suministro de uranio. Esto ocasionó una feroz reacción del entonces ministro de la presidencia, Juan Ramón Quintana, que acusó a la «derecha», a los «oligarcas» y al «imperio» de ensuciar el nombre del país.
El fallecido diplomático boliviano, Marcelo Ostria-Trigo, en la contratapa del Libro: Relaciones peligrosas, autoría de Emilio Martínez, comentaba lo siguiente: «Es muy preocupante el plan nuclear de los ayatolas iranies y sus fuertes conexiones con los gobiernos populistas afiliados al Foro de Sao Paulo como potenciales proveedores de uranio para los designios iraníes».
A principios de octubre, en un acto de genuflexión ante la teocracia iraní, Romina Pérez, embajadora de Bolivia en Teherán, afirmó:
«Bolivia e Irán son países hermanos. Tenemos ideas antiimperialistas y nos hemos mantenido unidos contra el imperialismo. Nuestro gobierno condena los recientes disturbios en Irán, perpetrados por los sionistas británicos y estadounidenses, y estamos seguros de que todos los problemas se resolverán con la solidaridad, el conocimiento y la comprensión del querido líder de Irán. Es muy importante el frente común formado por los pueblos contra el sionismo y el imperialismo occidental. El pensamiento sionista es un pensamiento salvaje y no reconoce ninguna religión, nacionalidad o idioma».
En resumen, la embajadora celebró que miles de mujeres sean reprimidas por las fuerzas de seguridad de la nación islámica. Extraña reacción para alguien cuya carrera política se construyó sobre varias consignas feministas, entre ellas, la lucha contra el acoso político hacia las mujeres. Aunque, para quienes entendemos las falsedades del feminismo, no es nada más que otra de sus grandes contradicciones. Pues a las feministas no les gusta el patriarcado, al menos que sea el patriarcado musulmán.
Por su envidiable posición geográfica, Bolivia siempre estuvo en la mira de todos aquellos que sueñan con conquistar el mundo. Los nazis, Fidel Castro y Ernesto Guevara nos eligieron como el núcleo del cual exportar sus proyectos a la región. Ahora el país, con complicidad de la pandilla que tiene secuestrada a nuestra patria, es nuevamente parte de un peligroso enroque geopolítico. Juego del que no va a ganar nada, pero puede perderlo todo.