La victoria electoral y proclamación de «La Donna» Giorgia Meloni como Primera Ministra de Italia y sus recientes declaraciones respecto a política internacional, en las que se ha proclamado (al menos en el discurso) abiertamente favorable a la Unión Europea, a las líneas diplomáticas de EEUU y al militarismo de la OTAN, ha dado apertura a un nuevo fenómeno que nos atreveremos a llamar «tecnopopulismo».
Es decir, la unión de la tecnocracia atlantista y anglosajona en lo referente a la política y economía internacionales («tecno») mezclada con elementos que pueden tener gran arrastre de masas («populismo»).
Para todos es fácil entender el significado de «tecnocracia», que es una sociedad política gobernada por supuestos «técnicos o científicos» que ponen a los Estados-Nación al servicio de su sistema turbo-capitalista de libre mercado explotador y nocivo, en el que la humanidad queda reducida a meros sujetos de consumo masivo y unidades de servicios. Esto se ve administrado por entes supranacionales como la ONU, FMI, Banco Mundial, etcétera, que son unas instancias intermedias del poder verdadero. El ejemplo más patente de la élite tecnocrática es «Silicon Valley» en EEUU, pero en realidad todo el atlantismo anglosajón es, en mayor o menor medida, tecnocrático, enemigo de las tradiciones, de las identidades nacionales y de gobiernos fuertes que se opongan a sus designios totalitarios. Otra de las «patas» de la tecnocracia es el «poder blando» que ejercen sus personeros desde la cultura masificada. Hay personas que en verdad piensan que Elon Musk «salvará a la humanidad» (otros lo hacían hace 3 años atrás con Bill Gates), he allí uno de los elementos cruciales de una sociedad manejada por tecnócratas. Este tema, empero, requeriría de varios artículos y lo dejamos allí.
Luego tenemos al «populismo», que puede ser de derechas (proclamación de valores conservadores, exaltación de la religiosidad, de políticas natalistas y de familias, apoyo a los emprendimientos, a los deberes sociales, a la tradición, la jerarquía, naturaleza, etcétera) o de izquierdas (exaltación del liberalismo, la revolución permanente, el progresismo social, la irreligiosidad, el cosmopolitismo, el individualismo, anti natalismo, derechos positivos por encima de los deberes sociales, libertinaje sexual, hedonismo, ecologismo, etcétera). Ambas vertientes apelan a excitar a ambos polos del espectro político con discursos más o menos reivindicativos de cada ámbito. Esto es un resumen muy sucinto.
Ahora, de nuevo, ¿qué es el «tecnopopulismo»?
Es la postura política que combina como «dogma central» a los cánones de la tecnocracia. No la cuestiona en lo más mínimo sino que la acepta y la asume como verdad inapelable. Raras veces veremos que ambos bandos hagan electrizantes discursos en contra del Sistema de Reserva Federal o del Acuerdo Bretton Woods, en contra de las oligarquías y corporatocracias (con nombre y apellido), en contra del sistema financiero especulativo y usurario, en contra de la desindustrialización en pos de un falso ambientalismo, en contra del liberalismo social y económico en resumidas cuentas, que es la causa de los males de la posmodernidad.
No cuestionan a la OTAN, ni al rol que EEUU se auto asignó como «policía del mundo», ni a la desaparición gradual de las libertades monetarias de las naciones, ni al sistema de «dinero fiat» que no tiene respaldo alguno, ni a los dogmas de la democracia que es simplemente «el mejor método de gobierno que el dinero puede comprar» en famosa frase de un pensador argentino.
Mientras los «tecnopopulistas» no pongan a ninguno de los fundamentos de la tecnocracia globalista que actualmente tiraniza al mundo, tienen permiso de discutir los temas que agitan el avispero del pueblo, idiotizado por la propaganda y el consumo masivo.
¿Cómo podríamos explicarlo mejor? Digámoslo así: a los «verdaderamente poderosos» no les interesa, en lo más mínimo, que Giorgia Meloni grite que ella «es madre, es italiana y es cristiana, etcétera». ¡Guau, descubriendo América! ¡Desenvainando la espada para decir que el pasto es verde!
En realidad la cosa sale redonda para los tecnócratas globalistas. Zurdos y diestros discutiendo temas que ni deberían discutirse en sociedades más o menos sanas. Enormes cantidades de energía desperdiciadas para luchar contra esa calamidad aberrante que es el aborto, o el horripilante y repugnante negocio del supuesto «cambio de sexo». Todos estos temas son de vital importancia pero a su vez, no afectan a la «estructura de poder» de los oligarcas y cosmopolitas del sistema liberal que destruye al planeta.
Giorgia Meloni puede hacer discursos de un intenso «populismo de derecha» siempre y cuando ella esté perfectamente alineada al atlantismo, a la OTAN, a la democracia liberal, a la tecnocracia globalista con sus instituciones nefastas y decadentes, en resumidas cuentas. Ahora, el día en que Giorgia Meloni (la usamos de ejemplo porque se puso de moda en estos días) se ponga a decir que «Italia debería salirse de Bretton Woods y debería restaurar la lira como moneda nacional vinculada al oro y la plata y debería comerciar directamente con los demás países con su propia moneda», ese día a la Meloni la hacen volar por los aires como lo hicieron con Muamar Gadafi en Libia.
¿Son entonces los «tecnopopulistas» una farsa? Sólo el tiempo lo dirá, pero hay que darse por descontado que el «populismo de derecha» actualmente es más peligroso y amenazador contra el sistema tecnocrático globalista que el «populismo de izquierda», que hoy no es sino una caricatura tan manejada por las oligarquías burguesas cosmopolitas que hace que José Stalin se revuelque en la tumba por tanto lumpen incorregible y alienado por el turbo-capitalismo.
Tal vez el sistema haya «mutado» una vez más, haya hecho una «actualización 3.0.» y encontró con gente como Giorgia Meloni a la persona indicada para mantener «calmados» a los «populistas de derecha» y ocupados en constantes muchas contra los «populistas de izquierda». Es probable que ella misma esté en el poder llevada de la mano por un grupo de estos oligarcas que ven con «buenos ojos» mantener entretenida a la población con discursos rimbombantes mientras que ellos siguen gobernando en las sombras con su sistema, cada vez mejor aceitado y más totalitario.
Pero el «tecnopopulismo» es una jugada de doble filo, evidentemente, puesto que pretende mezclar de manera muy forzada dos aspectos que son casi inmiscibles entre sí. De allí que de tanto en tanto les aparecen líderes que a la larga les «patean el tablero» y no se dejan manejar del todo, eventualmente rebelándose contra el sistema. A un verdadero «Caudillo Nacional y Popular» jamás podrán controlarlo ni manejarlo del todo con el dinero, quizás lo logren por breve tiempo pero nunca de manera permanente.
¿Giorgia Meloni, Jair Bolsonaro, el mismo Donald Trump y en menor medida Viktor Orban son «tecnopopulistas de derecha»? ¿Funcionales al sistema pero con un discurso que cautiva a las masas en los ámbitos socioculturales? ¿Son ellos una amenaza al sistema o en realidad están allí para darle legitimidad al mismo, sin cuestionarlo en sus mismas bases? ¿O quizás, en el mejor de los casos, es una estrategia de la «derecha»?
Estas y otras preguntas solo serán reveladas (más temprano que tarde) con el paso del tiempo. Solo allí sabremos sí los «tecnopopulistas» fueron una falsa ilusión y simple disidencia controlada o si fueron sinceros en sus debidos momentos. El asunto aún es nuevo y promete muchos análisis y diferentes aristas de observación.