Jamás seré feminista o feministo porque soy varón y me encantan las mujeres y el feminismo no es femenino. Entonces, cuando veo algo realmente femenino, sea en el ámbito que fuere, me deleito.
No me atraen los delirantes desfiles de Victoria Secret por más bellas modelos que incluyan, seguramente son organizados por una caterva de homosexuales que en fondo odian a las mujeres, por eso la moda suele ser tan estrafalaria y en casos ridícula. Miro desfiles de vez en cuando, de bikinis en Miami o modelos asiáticas que promocionan automóviles deportivos en Hong Kong o Corea del Sur, son bellísimas, sensuales y no tienen problema que se les vea la bombachita.
También suelo ver, aunque no mucho, competencia de atletismo de mujeres en las cuales hay bellezas y mucho cuero, algunas son prácticamente diosas irresistibles como la campeona española Clara Fernandez quien se especializa en salto con garrocha, por Dios que belleza, ¡Gracias Señor! Te alabamos Señor. O la corredora alemana Alicia Schmidt, por favor, no se puede creer, llamen a los bomberos. Nuevamente gracias Señor.
Lo que no miro ni en pedo es tenis femenino porque no lo es, no sé donde está lo femenino ahí, excepto cuando jugaba Sharapova contra alguna que otra eslava y los suspiros que exhalaban eran excitantes.
No obstante, a lo que me quiero referir es al mundial de vóley femenino que se lleva a cabo en Holanda y Polonia a la vez y concluye hoy con dos partidos. Por el bronce se enfrentan USA contra Italia y por el título Serbia versus Brasil.
Comencé a seguirlo desde los cuartos de final, y aunque se ven muchos lindos cuartos bien tonificados, no he visto belleza muy resaltante, tampoco lo miré buscando eso, claro que hay algunas más llamativas que otras, más todas tienen femineidad y algunas las uñas pintadas. No se observa a ninguna marimacho como Lilian Samaniego, ni machona como la tenista Arantxa Sanchez, más masculina que el propio Rafael Nadal quien es más lindo luego que «ella». Nada de esto se ve en este hermoso espectáculo femenino de un deporte que le va muy bien a las mujeres. No como el rugby «femenino», patético y ridículo lleno de «elles», vergonzoso.
Si bien hay varias de mucha altura y huesos grandes en este torneo internacional de vóley, son las menos sexys por decirlo de alguna manera pero las más efectivas para sus equipos como la capitana serbia Tihana Bucovich de 1 metro 93, jugadora sensacional que hizo la mayor cantidad de puntos en este mundial hasta ahora y con su equipo llegó a la final.
Algo que destacar también son los relatos de los partidos, conducidos por dos locutores y dos comentaristas mujeres ex jugadoras de mundiales de vóley, Alejandro Coccia y Carolina Costagrande en Países Bajos, argentino y de origen argentino nacionalizada italiana respectivamente y, Mariano Ryan con Daniela Gutierrez Arango, el primero argentino y ésta colombiana. Ryan se pegó el lujo de explicar cómo comenzó la segunda guerra mundial en esa misma ciudad polaca donde se desarrolla el mundial; Gliwice, luego de una operación de falsa bandera llevada a cabo por los alemanes para comenzar las acciones bélicas; la Blitzkrieg. El silencio total de la colombiana ante ese comentario demostró que la ignorancia no tiene género, penosamente fue muy notorio porque no dijo ni «piu». Por su lado, Carol Costagrande me pareció perfecta, linda voz, de hablar pausado y tranquilo, habla con conocimiento por su experiencia y algunas risas suaves, muy femeninas y sensuales ante comentarios de su compañero con respecto al juego. Algo llamativo, todos los entrenadores son hombres, es que a las mujeres no les gusta someterse a otras mujeres, por lo menos en un 80% según estadísticas recientes. ¿No lo sabían? Chupense esa teta, digo mandarina.
Los dos estadios modernos y coquetos de tamaño justo, con tecnología de punta, efectos especiales fantásticos, animación de locutores y buena música pop con sonido espectacular. Se transmite por ESPN, muy recomendado por ser algo que no se ve mucho actualmente, un digno y hermoso espectáculo femenino de verdad.
Shabat shalom