Una vez más ha tenido lugar otra Asamblea General de la ONU, por tanto, es el evento diplomático más importante del año en todo el planeta, ¿por qué?, pues, simplemente porque es una cita donde se congregan los Jefes de Estados y dignatarios de todo el mundo.
La edición de este año está marcada por dos grades acontecimientos, primero porque se volvió al formato presencial luego de la interrupción de dos años producto de la pandemia del virus de Wuhan y; en segundo lugar, por el contexto de la guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania.
En cuanto a la primera jornada del evento, el protagonismo lo tuvieron los mandatarios latinoamericanos, sobre los cuales, me detendrá más adelante. Como también tuvieron lugar, los discursos del presidente de Estados Unidos, el del Canciller alemán Olaf Scholz y vía telemática con formato grabado, el del presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, cuyos discursos me referiré en otra entrega.
En lo que respecta a los discursos de los mandatarios latinos, comenzaré por Mario Abdo Benítez del Paraguay, quien realizó su última presentación en ese escenario dado que no estará en el cargo en la próxima Asamblea. Su breve presentación, que no superó los siente minutos, centró sus palabras en la libertad, pero lo que más destacó fue su enérgico cuestionamiento al régimen autoritario de Maduro y su esfuerzo para que el país caribeño recupere la democracia y la libertad, sin duda, algo por lo que el pueblo oprimido pueblo de Venezuela no lo olvidará y su posición trascenderá los anales de la historia diplomática paraguaya.
En cuanto a un discurso pronunciado con una sencillez poco habitual para este escenario, fue el discurso del mandatario de El Salvador, Nayib Bukele quien en todo metafórico se refirió a dos vecinos, el de una casa grande y una pequeña. Enfatizó en los logros y la gran transformación positiva que ha experimentado al pasar de uno de los países más peligrosos del mundo en uno seguro y donde la ciudadanía está ampliamente satisfecha por haber arreglado las cosas en la casa.
Por otra parte, está el discurso del mandatario brasileño Jair Bolsonaro, quien ofreció un discurso un tanto extenso, donde fustigó al expresidente Luis Ignacio Lula DaSilva –sin nombrarlo- al señalar que 270 billones de dólares fueron robados de PETROBRAS, lo que no sólo conllevó a comprometer seriamente la propia operatividad de la industria sino la economía del país, razón por la cual, el culpable de tales males fue condenado en tres instancias diferentes.
Bolsonoro, criticó a los medios por difundir noticias manipuladas o falsas, les recordó que en su gobierno cuando el mundo se hunde en inflación en el Brasil hay estabilidad, además que más personas salieron de la pobreza en su gobierno que en los periodos de gobiernos socialistas. También subrayó la defensa de la Amazonia y les recordó que es un espacio donde viven 20 millones de personas.
Se refirió a la crisis de Venezuela, cuyo gobierno autoritario ha expulsado 6 millones de personas al mudo, de los cuales, 350 mil venezolanos han sido acogidos en el Brasil y hoy cuentan no sólo con documentación sino acceso a servicios públicos como seguridad social, por lo que el Brasil ha sido modelo de gestión en la atención de la masiva llegada de refugiados venezolanos. Cerró, declarándose defensor de la libertad y la vida desde la concepción, contra la ideología LGBT y ofreció sus puertas para recibir los sacerdotes nicaragüenses, víctimas de la persecución del régimen tiránico de Ortega.
Otro mandatario que pronunció un discurso con un tono diferente y coincidió con su estreno en dicho escenario, fue el ultra-izquierdista Gustavo Petro, quien inició su intervención con una la frase “vengo de un país de una belleza ensangrentada”. Con un tono de altura intelectual y hasta vuelo literario, se enmascaró un radical ataque al sistema capitalista, al que erróneamente culpó de los males ambientales y esa moda comunicacional del “cambio climático”. El presidente neogranadino, pareció que esos 20 minutos que pronunció su discurso, fue el gran jefe del mundo, en un nítido acto de soberbia infinita, pues, nos pontificó como debe ser la política mundial sobre las drogas y la coca en particular,
Finalmente, debo señalar su absurda comparación del petróleo con la coca, pues, el petróleo es una fuente de energía y materia prima para múltiples productos, mientras que la coca no es un producto esencial para la vida. Amén, que si tanto defiende la coca, ¿por qué no la ha despenalizado su producción y consumo medicinal o recreativo en Colombia? Sin duda, Petro es un gran orador, aún falta mucho para ser probado como tal al frente de la gestión de un complejo Estado como el colombiano, veremos cómo le irá a Colombia en su combate contra el capitalismo.