Ernesto Laclau, filósofo posmarxista muy cercano al Foro de Sao Paulo, describió al populismo como una forma de «construir» lo político. Ergo, sería un método de otorgar identidad política a un grupo y, al mismo tiempo, identificar a un «enemigo» del pueblo. Ese alguien que sería portador de todos los defectos y maldades.
El propio Laclau admite que el “pueblo” del populismo es algo menos que la totalidad de los miembros de la comunidad. Sin embargo, es una parte que aspira a ser concebida como la única totalidad legítima. Por ejemplo, el Movimiento Al Socialismo, un grupo liderado casi exclusivamente por productores de coca, se declara el portador de todas las virtudes posibles y representante «legítimo» de los intereses nacionales. Obviamente, quienes no estamos de acuerdo con sus ideas pasamos a ser el “antipueblo”.
En resumen, la lógica populista es una expresión de supremacismo identitario, cuya función principal fue otorgarles nuevos elementos discursivos a los delfines de Fidel Castro en la región.
Aunque es importante mostrar lo inconsistente del discurso populista, el análisis no puede ni debe reducirse a ese elemento, sino que debe incluir otras categorías como el narcotráfico, la violación a los Derechos Humanos, el terrorismo de Estado y la inseguridad ciudadana. Porque, al final del día, el populismo fue solamente el discurso que usó la delincuencia transnacional para encumbrarse en el poder, y conformar los narcoestados de la región, Bolivia incluida.
En “La vida oculta de Fidel Castro” Juan Reinaldo Sánchez (guardaespaldas del dictador por 17 años) relata que para Fidel la cocaína era un arma revolucionaria. Además, nos cuenta que ya a principios de los años 80 el Instituto Cubano de Amistad con los pueblos cerró acuerdos con Pablo Escobar y Roberto Suarez (el rey de la cocaína en Bolivia en esas épocas).
No obstante, como esa sociedad duró poco, y la Unión Soviética estaba a punto de colapsar, Castro pensó en nuevos mecanismos para sostenerse en el poder. Esa fue una de las razones para fundar el Foro de Sao Paulo. La nueva cofradía socialista le permitiría dos cosas: Primero, reagrupar a las viejas izquierdas bajo nuevos discursos populistas (desde el indigenismo hasta el feminismo). Y segundo, establecer una red de narcoestados para, en sus propias palabras, perforar el bloqueo norteamericano.
La expansión de la dictadura de Cuba a partir de 1990 ―pero con mayor fuerza desde que Hugo Chávez la sacó de su periodo especial el año 1998― llevó al establecimiento de dictaduras en Venezuela con el propio Chávez, Nicaragua con Daniel Ortega, Ecuador con Rafael Correa y Bolivia con Evo Morales. Estos regímenes muy pronto se estructuraron como narcoestados, cuyas principales características son la corrupción de las fuerzas de seguridad y la violación sistemática de los Derechos Humanos.
Al respecto, de nuevo Reinaldo Sánchez en un artículo titulado “La metodología cubana de control social», explica como Fidel Castro infiltró la prensa, las universidades y las fuerzas de seguridad de varios países latinoamericanos para implantar métodos de control social, sistemas de torturas y mecanismos de manipulación informática. El modelo para seguir sería el de COPEXTEL. La empresa se encarga de censurar y manipular la información que los cubanos pueden ver en internet. Pero su trabajo principal es, mediante un espionaje minucioso, anular cualquier idea disidente.
Eso es justamente lo que sucede en Bolivia desde el año 2005. Pues la justicia no garantiza los derechos de los ciudadanos, sino el sostenimiento de la dictadura. Hoy ―y a pesar de que no se cuenta con una prensa plenamente libre― es de público conocimiento los abusos que sufren los perseguidos políticos por el régimen del Movimiento Al Socialismo. Siendo los casos emblemáticos el de la expresidenta Jeanine Áñez, que guarda prisión preventiva desde el 15 de marzo de 2021 por el supuesto «golpe de Estado» de 2019, y de los miembros de la Resistencia Juvenil Cochala.
Durante un seminario a partidarios del MAS en agosto del 2021, el exministro de la Presidencia de Bolivia Juan Ramón Quintana ―gran admirador de los métodos cubanos― aseguró que la expresidenta Jeanine Añez se encuentra «en la frontera de su quiebre emocional». En esa época Añez intentó quitarse la vida producto, según versiones de su defensa y familiares, de las torturas psicológicas a las que fue sometida.
También es muy común que altos mandos de la Policía Boliviana estén involucrados en delitos de narcotráfico. Por ejemplo, Maximiliano Dávila (excomandante de la Fuerza Especial de Lucha Contra El Narcotráfico) tiene un pedido de extradición por parte de la DEA y el gobierno de los Estados Unidos.
Por todo, el Foro de Sao Paulo no puede ser analizado con el marco teórico de la Ciencia Política, sino con el instrumental metodológico de la Criminología. Es hora de dejar de hablar de populismo, empecemos a hablar de narcoestado.