“El mito de Narciso nos permite analizar uno de los peores defectos de un líder: un exceso de amor propio y arrogancia que hace que esa persona transmita una idea desproporcionadamente positiva de sí misma. Cristina Fernández de Kirchner es un ejemplo de líder narcisista que lleva esta patología a un punto de no retorno”.
Hace 7 años, Nelson Castro, médico, escritor y periodista, sabía que su último libro estaba destinado a «generar polémica». «Secreto de Estado, la verdad sobre la salud de Cristina Fernández de Kirchner» (Editorial Sudamericana) ha cumplido con las expectativas. A lo largo de 250 páginas el autor da cuenta de la colección de patologías que padece la viuda de Néstor Kirchner y de su fragilidad emocional.
Entre otras, enumera: «Es bipolar, tiene atrofia del lóbulo frontal bilateral, padece el síndrome de Hubris y el de Moria». Traducido a lenguaje doméstico, se trata de «trastornos neurológicos, de orden psiquiátrico y de conducta importantes», con fuertes dosis «narcisistas», «intervenciones fuera de contexto» e «incapacidad para reconocer la realidad y para escuchar al otro».
La vicepresidenta de Argentina, fruto de estos diagnósticos, observa Castro– «imagina un universo casi paradisiaco que refleja en sus discursos. Su visión equivocada de las cosas –añade- se acrecienta con el estrés».
A mi parecer como profesional de la salud mental, la Sra. Cristina Fernández denota indicadores de “locura histérica” y una descompensación temporal. Eso la lleva a ser parcialmente imputable. No es responsable de sus actos.
Castro reconoce que la conclusión a la que llega la gente después de leer el libro es que la jefa del Estado «está loca sí, pero, técnicamente, no es una persona demente».
Según «los especialistas que la han tratado», la todavía Presidenta de Argentina «no esté capacitada para tomar decisiones porque lo hace –y lo ha hecho- sobre bases de la realidad equivocadas». Dicho esto, los «efectos negativos de las mismas los ha sufrido la Argentina», advierte Castro. Para ilustrarlo recuerda la implantación «del cepo» (prohibición de compra de divisas) «que tanto daño ha hecho a Argentina» y la «inflación a la que llegamos» (el año pasado rozó el 40 por cien).
Según Matías Ruiz, analítico de Marketing e investigador. Durante el año 2015 escribió un artículo muy interesante sobre el análisis de la personalidad de Cristina (Wilhelm) Fernandez de Kirchner. Es el análisis más acertado dentro de la observación psicológica y en donde me atribuí a complementar y expresar mis aportes desde un análisis psicomediatico comparativo.
La Segunda mandataria padece un trastorno narcisístico de personalidad grave, con componentes megalómanos extremadamente acentuados, con sus correlativos elementos paranoides propios del cuadro patológico de referencia. Estas configuraciones y estructuras psíquicas han recibido diferentes nombres: Trastornos narcisistas de la personalidad, patologías de la identidad, personalidades infantiles, síndrome de narcisismo maligno -entre otros.
Conforme refiere el Retrato de Narciso (aspiración narcisista): ‘Ser único, todopoderoso por el cuerpo y por el espíritu encarnado en su verbo, independiente y autónomo no bien lo desea, pero del que dependen todos los demás sin que él se sienta portador del menor deseo para con ellos […], una figura de lo mismo, de lo inmutable, lo inmortal y lo intemporal’ (Green, Elmer y col. ‘Psychophysiological Training for Creativity’). Las diferentes formas clínicas del trastorno narcisista comparten una serie de rasgos en común, a saber: -Investimiento libidinal de la propia imagen;-Problemática centrada en el sí mismo, preocupación constante por la definición de la propia identidad y la estima que la imagen de sí pueda merecer ante los otros y ante sí mismo;-Angustia constante, centrada en la ubicación de esos resultados interaccionales con los otros, en términos de responder a un Yo Ideal o al absoluto opuesto, el negativo del Ideal;-Alteraciones en la percepción y en la configuración de una imagen del propio cuerpo;-Frecuentes temores hipocondríacos;-Reiteración en la demanda de modos primarios de vínculos;-Ansiedades vinculadas con objetos sexuales parciales, pregenitales, a menudo integrados en fantasías perversas (oralidad, anal retentivo, conductas expulsivas evacuativas);-Pensamiento confusional prevalente, correlativo de las modalidades de vínculo infantil preservadas como predominantes hasta edades adultas;-Estados depresivos frecuentes. Fondo depresivo constante; -Dificultad para el registro y la comprensión empática de la conducta y los motivos de los otros, lo cual conlleva perturbaciones en la esfera social; Las alteraciones citadas posicionan y colocan al sujeto en un clima de ataques, conforme cada capítulo de confrontación con el mundo lo pone en tela de juicio, de forma radical.
La personalidad analíticamente narcisista de CFK
Sería el grado más elevado y grave de patología narcisista, en virtud de que tales síndromes remiten a la psicología de masas y fenómenos de grupo. Los sujetos portadores de esta estructura psíquica no han logrado integrar ese Yo normal (como parte de la definición de narcisismo normal) sino a base de grandes conflictos entre amor y odio, derivados todos de una condensación entre conceptos y vivencias preedípicas y edípicas, con un elevado predominio de agresión preedípica. Como tampoco han logrado Cristina Kirchner, biométricamente proyectar representaciones integradas de objetos normales, por lo cual se mantienen estas profundas escisiones. A consecuencia y en tanto defensa secundaria, se configura un Yo ‘Grandioso’ Patológico, basado en la condensación de imágenes idealizadas de uno mismo y de objetos externos, lo que provoca efectos devastadores. Es un Yo patológico en constante peligro de impacto contra la realidad. Estos sujetos exhiben una tendencia a verse como regentes todopoderosos o ‘Reyes del Mundo’; esto en relación con ellos mismos y en su juego de interacciones con el mundo externo.
Lo contrario y esperable sería que estos componentes idealizados de sí mismo y del objeto se integrasen en un Yo o Superyo que conjugue tanto las prohibiciones como las idealizaciones. Pero es en este estadío que nos encontramos también con patología de esta última instancia psíquica mencionada, lo cual trae aparejado como efecto la predominancia de estructuras agresivas persecutorias de este Superyo patológico que, a su vez, se proyectan; todo lo cual da lugar a la pérdida de la función normal de esta instancia de proteger el narcisismo normal (o yoico). En concreto, la dinámica psíquica se configuraría del siguiente modo: empobrecimiento de las representaciones de objeto y del mundo interno de los demás, absorción de los aspectos idealizados de los demás y la reproyección de lo indeseado, lo malo y persecutorio a objetos exteriores que, a su vez, son desvalorizados. Su autoestima fluctúa entre una grandiosidad habitual y quiebres repentinos en extremo profundos, con predominio de sentimientos de inferioridad subyacentes. El Yo patológico, grandioso, investido con libido -la cual en gran medida ha sido retirada de los objetos externos- defiende al sujeto contra la agresión, excepto cuando graves heridas narcisistas ceden terreno a estados de furia. En los casos más graves, debido a un deterioro más extremo del Superyo, se produce una infiltración del yo patológico con agresión. La causa común a estos desarrollos deriva en el predominio cuantitativo mucho mayor de agresión en los conflictos profundos inconscientes, una envidia tan exacerbada como destructiva, y un predominio de la emoción de odio como la estructura caracterológica más profunda. A consecuencia de estos predominios, se tolera menos el Superyó prohibitivo (en extremo sádico), y se proyecta bajo el formato de tendencias paranoides. La agresión invade al Yo patológico grandioso y se produce una autoadmiración en cuanto a la agresión, esto es, una agresión egosintónica, un sadismo caracterológico, con el consiguiente y correlativo sentimiento de ausencia de temor a la muerte, herida, etcétera -posicionándose el sujeto por encima del conjunto de los mortales corrientes.
¡En conclusión, Seamos conscientes que cada Candidato político debe ser analizado psicológicamente antes de asumir un Poder!
Según la mitología griega, un vidente le había hecho una predicción a Narciso: que viviría muchos años siempre y cuando no se viera reflejado a sí mismo. Pero su arrogancia pudo más y al verse reflejado en una fuente se enamoró de su imagen y acabó arrojándose al agua. Suicidio para Narciso, suicidio profesional para cualquier líder que quiera abrazar la filosofía de Narciso.
El mito de Narciso nos permite analizar uno de los peores defectos de un líder: un exceso de amor propio y arrogancia que hace que esa persona transmita una idea desproporcionadamente positiva de sí misma. De esa forma, sobreestima sus habilidades y éxitos. Cristina Fernández de Kirchner es un ejemplo de líder narcisista que lleva esta patología a un punto de no retorno.
Para un líder político como Cristina Kirchner o un líder empresario, un cierto grado de narcisismo podría ser beneficioso siempre y cuando esto pueda ser controlado por la persona y no al revés: que la patología domine las acciones del líder. ¿Cuáles son las características del líder narcisista? La expresidenta de los argentinos nos permite entender claramente rasgos de esa personalidad y las consecuencias que ese tipo de liderazgo puede tener a nivel organizacional.
Cristina ha tenido un desproporcionado sentido de su importancia. Ha estado más preocupada por fantasías exageradas de su éxito y poder que de la realidad que el contexto le imponía. Ella también cumple con otra condición del líder narcisista, que es sentirse un ser especial, “la arquitecta egipcia” reencarnada, tal su propia descripción. Demuestra que ella solo puede ser comprendida y relacionarse con otras personas especiales como ella. Esto genera aislamiento del líder del mundo que lo rodea, ya que él o ella se centran en sí mismos. Ese es el centro del mundo, su mundo.
Cristina ha exigido una admiración excesiva esperando que sus palabras y deseos se cumpliesen automáticamente. Esto genera una sordera intelectual a cualquier sugerencia que al líder narcisista le hagan. Como Cristina, los líderes narcisistas carecen de empatía. Esto significa que no reconoce o se identifica con los sentimientos del otro. Cristina, sin embargo, es una líder carismática, con llegada a las masas. Pero un líder carismático y no empático genera alguien distante, arrogante y soberbio. Vale recordar la tragedia de Once y su imposibilidad de acercarse a los familiares a compartir ese momento tan terrible con ellos.
Al líder narcisista le cuesta tener un grupo directivo que lo rodee donde él o ella pueda establecer relaciones saludables. El equipo directivo de ese líder sufre el egocentrismo de su jefe y termina siendo un equipo de profesionales obsecuentes. Recordemos el maltrato de Cristina a Parrilli (ex director general de la AFI) en los audios que dieron vuelta por todas las redacciones del país.
Cristina ha exagerado sus logros, comparando al país con Alemania y Australia, al inflar y manipular las cifras de crecimiento e inflación. Es que el líder narcisista es híper sensible a las críticas, por lo que necesita exagerar sus resultados. Cristina nunca ha sido propensa a reconocer el error como así tampoco reconocer que ha perdido una elección. Esto es típico del narcisismo: reconocer el error o el fracaso sería reconocer una debilidad, algo impensado para los narcisistas. Sería minar las bases de su propio liderazgo y poder: “No nos alcanza para superar a nuestros adversarios” dijo al perder las elecciones generales de octubre 2017. “Debemos estar orgullosos de esta construcción porque el resto de las fuerzas opositoras no han resistido el avance del oficialismo y nosotros hemos crecido” enfatizó Cristina, que no fue capaz de saludar a su adversario y se encapsuló junto a aquellos que la idolatran.
La relación con el jefe narcisista es tóxica y, quienes eran aliados del líder, terminan separándose y se convierten en acérrimos críticos, producto del cansancio moral que el líder les provoca. Massa, de hecho, es una creación del narcisismo de Cristina.