Se lo pregunto en forma directa. ¿Asegurar un presente y un futuro de trabajo para las generaciones presentes y por venir… o ceder a las presiones de los colectivos “inclusivos” y las operaciones enmascaradas bajo lemas de la Organización de las Naciones Unidas?
¿En donde se anota Ud., Sr. Presidente, cuál es su elección?
Mire, cuando Ud. termine 2022, 72.000 nuevos jóvenes saldrán a buscar trabajo y para cuando Ud. entregue el mando en agosto de 2023, otros 75.000 seguirán haciendo fila esperando una respuesta.
¿Qué mensaje les dejará Ud.? ¿Hagan una oenegé, agréguenle una letra más a ese creciente lgbtxyzr ante el que Ud. y sus colaboradores parecen retroceder por miedo a ser “políticamente incorrectos”?
LA CONSPIRACIÓN
Carajo, Sr. Presidente, no lo votamos para que tenga miedo o para que retroceda ante grupos de presión que Ud. y nosotros sabemos muy bien quiénes son, de donde provienen y quiénes les llenan los bolsillos para que gasten su tiempo envenenando al país.
Mire, Ud. está a punto de consagrar un sistema que borra de un plumazo la existencia de la familia como núcleo fundacional y como expresión genuina de la identidad paraguaya. ¿Cómo? Se llama Plan Nacional de Transformación Educativa. Lindo nombre, ¿verdad? ¿Se preguntó, si es que lo ha leído, en qué quieren “transformar” a nuestros hijos y nietos? Si busca con paciencia, encontrará a un montón de “transformistas” mimetizados en forma de especialistas y consultores.
¿Qué piensa hacer? Lea con detenimiento el tal “plan” y caiga en la cuenta de lo que propone. Es la destrucción lisa y llana de la familia como unidad social básica y la entrega de los hijos a la tutela no del Estado, como cazurramente sugieren, sino de organizaciones paraestatales. Adivine Ud. quienes están detrás.
¿Se imagina Ud. eso? No sé si a Ud. le habrá pasado, pero miles de paraguayos crecieron bajo el ala de sus abuelas. Y si no lo hicieron, ellas siguen siendo el refugio de una niñez feliz y dichosa. ¿Dejará Ud. que le quiten la figura de la abuela, paradigma de un amor inexpresable? ¿Va a permitir que ese vínculo indestructible e irreemplazable llamado “lengua materna” sea cambiado, de la noche a la mañana, por la jerga parásita y degradante de una advenediza anomalía biológica que pretende apropiarse de una civilización que hemos construido con siglos de evolución? ¿Va a cargar Ud. con ese estigma?
No lo veo, señor. Ud. ha construido una familia con raíces que debe honrar: la árabe y la itálica. Sus hijos tienen descendencia de pensadores y filósofos árabes como Avicena y, para qué entrar en detalles, de grandes de la cultura itálica como Galileo o Dante. Hágase cargo, Señor Presidente. Creo firmemente que Ud. cultiva valores familiares muy profundos y comprometidos como para permitir que un puñado de avatares lo impulsen a traicionar lo más sagrado que compartimos los paraguayos: la familia, los ancestros, el origen y, sobre todo, la indelegable obligación de abrir un camino recto y seguro para nuestros hijos. Cuídese mucho de ningunear esa misión, Sr. Presidente, porque hay herencias culturales que no se pueden traicionar con liviandad e impunidad.
Vea bien antes de que su ministro de Educación someta nada a su firma.
La nación paraguaya que Ud. hoy preside es ejemplo de integración, de convivencia civilizada y de cultivo de valores.
Ud. representa eso.
No lo olvide, por favor.