El 25 de mayo pasado se cumplieron dos años de la muerte de, quizás, el afroamericano más famoso de los últimos cinco años, George Floyd. En los días posteriores a su fallecimiento, las redes sociales se llenaron de protestas contra la «brutalidad» policial y el racismo «sistémico» en los Estados Unidos. Además, los famosos de Hollywood pusieron de moda el hastag #BLM (Black Lives Matter). Obviamente, toda la izquierda alrededor del mundo condenó al «fascista» de Donald Trump.
¿En verdad el movimiento Black Lives Matter estaba tan interesado en la vida de los ciudadanos negros, o sólo se trató de una estrategia para desestabilizar la gestión de Trump y, de esa manera, favorecer a la izquierda norteamericana? Los hechos indican que más se trató de lo segundo. Pues, mientras que, en julio del 2021, miles de cubanos —muchos negros incluidos— eran masacrados por la dictadura más larga de la región, Black Lives Matter optó por criticar a los Estados Unidos y defender la «revolución» comunista.
Dos de las tres fundadoras de Black Lives Matter se han declarado marxistas entrenadas. La tercera, Opal Tometi, condecoró a Nicolás Maduro en Harlem, Nueva York, y viajó personalmente a Venezuela, donde llamó contrarrevolucionaria a la oposición al régimen. Tampoco debemos olvidar que Patrice Cullors pregona que los blancos paguen más impuestos y que los negros, como compensación a la «deuda histórica», reciban un salario mínimo por parte del Estado.
El acto más grande de cinismo y sinvergüenzura de BLM es el silencio que guardan sus voceras ante la masacre de más de 50 católicos —muchos de ellos niños— en una iglesia en Nigeria. El genocidio cristiano en Nigeria no es nuevo. De hecho, junto con Afganistán, Corea del Norte, Somalia, Libia, Yemen y Eritrea, el país africano es uno de los más hostiles con los fieles de las diferentes denominaciones cristianas.
Desde 2009, después de la insurgencia del grupo islamista Boko Haram, Nigeria ha tenido que lidiar con atentados contra iglesias, escuelas y otras organizaciones. En los Estados del norte del país la situación de las mujeres y niñas cristianas es extremadamente preocupante. Muchas son violadas, forzadas a esclavitud sexual, secuestradas y hasta asesinadas. Pero nada de lo anterior mueve un pelo de la prensa occidental ni de las organizaciones que el 2020 aplaudían que BLM incendie los Estados Unidos. Es evidente que la vida de Deborah Samuel —estudiante de economía que fue lapidada y quemada por musulmanes— no es tan importante como la de Floyd.
El periodista italiano Marco Repinti, director de International Family News, en una entrevista para el diario católico Aciprensa explicó: «Contra los cristianos nigerianos se ha desatado una violenta locura terrorista de matriz tanto religiosa como político-económica, que busca deshacerse de ellos por X razones hasta que hayan desaparecido todos o queden todavía un número de ellos cuantitativa y cualitativamente pequeño. Lo de los cristianos en Nigeria es un genocidio, porque los cristianos en Nigeria son vulnerados como cristianos religiosos, como cristianos culturales, como cristianos sociales, como cristianos identitarios».
Si la matanza no la hubieran sufrido un grupo de católicos, sino unos militantes del colectivo LGTB, estaríamos frente a un escandalo planetario. Pero no. Pues, aunque son negros, se trata de files celebrando la misa de pentecostés. En ese caso, que se jodan. No todas las vidas negras importan. Así de hipócrita actúan la prensa dominante y los voceros de BLM.
A modo de cierre, en los años 70, el Obispo Fulton John Sheen nos advirtió que el mundo se volvería cada más hostil contra Cristo y su palabra. Pero también nos llamó a la defensa de la verdad. Mantengamos la esperanza. Ya que la verdad nos hará libres.
Dios dé consuelo a los católicos perseguidos y asesinados en Nigeria y en otras partes del mundo.