No hace mucho tiempo, en una época memorable, me refiero a esa clase de literatura que ahora no se lleva en el campo educacional, y por eso, así nos va. Me refiero a los clásicos, la vida era más ajetreada, pero también había tiempo para el disfrute y la reflexión. Algo que no era exclusivo de los griegos en las ágoras, pero que en pleno siglo XXI estamos queriendo denostar.
Pero no voy a referirme a los clásicos occidentales, voy a ir un poco más cerca en el tiempo, pero al otro lado del hemisferio, a Japón. Digamos que a 1947, cuando nace el dibujante y mangaka nipón Jiru Taniguchi, uno de mis mangakas preferidos. Un autor de culto fuera y dentro de Japón y que promueve unos valores que ahora mismo occidente intenta destruir con la cultura de la cancelación. Las obras de Taniguchi se han traducido a varios idiomas, entre ellas, El Olmo de Cáucaso, El gourmet solitario, Tierra de sueños o, Crónicas del viento. Pero me voy a centrar en un libro en especial «El caminante» publicado en la revista Morning de Kodansha a principios de los 90 y que fue recopilado en un tomo único. En España, actualmente se puede encontrar este manga en una edición definitiva publicada por la editorial Ponent con, quien también ha publicado otros muchos títulos de este autor. Una obra que nos muestra como caminar sin rumbo, observar el vuelo de los pájaros, curiosear en los puestos callejeros sin adquirir nada, darse un baño. Acciones cotidianas y aparentemente sin importancia que el hombre moderno ha dejado de disfrutar y con las que pueden conectar consigo mismo y con el mundo. Esta es la sencilla y poética idea que subyace en la obra El caminante (Aruku Hito, 1990) del ilustrador japonés Jiro Taniguchi.
Taniguchi ha conseguido el éxito, manteniéndose fiel así mismo, su estilo y sus temas. Tampoco podemos decir que sus obras sean cortas: Botchan o La cumbre de los dioses, ambas con guionistas superan las mil páginas. Como polifacético toca infinidad de temas. Le lleva desde el naturalismo, el intimismo, que iremos desgranando más adelante en otros artículos, como al pasado y la infancia en obras como Barrio Lejano, una obra impresionante, junto al Almanaque de mi padre. Tambíén pasa por Thriller o ciencia ficción hasta llegar a obras de corte histórico. Pero su máxima es un desprendimiento total, un amor a la vida y a la naturaleza, junto al retrato triste de nuestra existencia.
El caminante es un seinen (manga destinado a un público adulto, generalmente masculino, pero que también podría representar a una mujer) que reúne varias historias protagonizadas por un hombre de mediana edad que dedica su tiempo libre a pasear y que disfruta precisamente de esos instantes pequeños, pero enriquecedores, llenos de silencios, canto de pájaros, o el tintineo de las hojas de los árboles cuando el viento se levanta. En un mundo donde la inmediatez, la velocidad y los estímulos son imperativos constantes, parece que Jiro Taniguchi quiere subrayar la necesidad de vivir lo más plena y conscientemente posible esos instantes. El planteamiento del ilustrador japonés no difiere mucho, por tanto, de las composiciones poéticas niponas por excelencia, los haikus, donde se celebra la belleza y la fugacidad del instante. Acompañando al protagonista de El caminante por sus paseos observamos con el mismo deleite el vuelo de un ave o la llegada de una lluvia repentina, tan vivamente como el delicado y minucioso trazo del dibujo de Taniguchi nos permite experimentar. En este sentido, este es uno de los principales aciertos (y señas de identidad) del trabajo del artista: a través de un dibujo naturalista de gran realismo y riqueza en los detalles, es capaz de transmitir atmósferas y emociones. Puro trazo sensorial.
El caminante es una de las grandes obras del ilustrador nipón. Sin apenas diálogos y con la emoción que transmiten sus dibujos, el lector se enfrenta a un ejercicio de virtuosismo que transmite la necesidad de disfrutar con calma y en armonía de nuestro día a día. El Caminante, es una serie de relatos cortos, bien calculados y ejecutados a la perfección, que da pie a muchísimas interpretaciones y, con el paso de los años, puede volver a mirarse desde un nuevo punto de vista. Los relatos están planteados como un ciclo, empiezan y terminan con la misma imagen, otorgando una circularidad clarividente que nos atrapa y embarga hasta el final. En esta maravillosa obra hay varias constantes como: la naturaleza, la relación intimista, la búsqueda constante de algo, pero, sobre todo, el planteamiento de la sencillez es algo que lo hace único. Convirtiéndolo, en su mejor arma, dando pie a nuevos caminos.
En un artículo de María Victoria Sotomayor dice: «¿Qué leemos hoy?», podría preguntar un niño a sus padres cuando llega la hora mágica del cuento. «¿Y qué leo ahora?», piensa, inquieta, la adolescente conmovida aún por la emocionante novela que acaba de terminar. «¿Qué pueden leer mis alumnos este mes?», se plantea ese profesor comprometido con su trabajo y preocupado por descubrir a sus chicos la necesidad y el placer de la lectura.
Vivimos tiempos de liquidez como diría Bauman, todo desaparece con demasiada rapidez como si los valores fueran algo de antaño que tiene caducidad.
Yo me pregunto hoy en día, ¿Quién se toma el tiempo de trepar a un árbol para recuperar un juguete extraviado? ¿De quedarse mirando volar a los pájaros, de saltar los charcos después de una lluvia? ¿O de bajar a la playa para devolver una concha? El Caminante nos invita a acompañarle en sus paseos, a menudo tranquilos y solitarios, y disfrutar de los placeres que procuran sus andanzas por su barrio. Una historia que nos entra por los ojos y nos hace estremecernos por dentro, una historia de ilusión y no tanto de fantasía como de veracidad.
Deberíamos dejarnos llevar por este espíritu que nos llega desde este mundo tan característico y como dice Keiichi Makino, profesor de la Facultad de Manga de la Universidad de Seika de Kioto, nacida en 1973:
Es en el silencio y no en el ruido de nuestro día a día, en el paseo minucioso, donde percibimos esa sabiduría eterna y ancestral que debemos volver a recuperar si queremos un mundo mejor y más sensato. Sigamos aprendiendo de estos creadores de historias que tanto tienen que enseñarnos.