El sueño de la razón produce monstruos, decía Francisco de Goya. La verdad sea dicha, vivimos en un mundo donde todos tenemos un poco de esa locura quijotesca, ha excepción de los locos de verdad. El mundo a enloquecido y basta con encender la televisión, salir a la calle, leer la prensa, discurrir por las redes sociales o, asomarse al balcón. ¿Acaso el mundo no se ha vuelto loco? Se ha dejado seducir por los arcanos del delirio, del placer dionisiaco, y si no comulgas con el, eres expulsado, excluido y censurado. Esto es lo que han estado planeando durante años en el parque temático de Disney. Pero, tras los últimos acontecimientos ocurridos en el parque temático de Disney, y me refiero con ello, «a la derogación de la ley que permitía hasta ahora que el parque de Walt Disney, funcionara como un distrito independiente, con sus propias leyes, parque de bomberos y una policía propia», resulta que va a pasar a la historia, como así lo hicieron, los Castillos rosados, los sofás parlantes y objetos que cobraron vida gracias a la imaginación exacerbada de un loco soñador: lo que suena como fantasías de la animación pionera de Walt Disney Animation Studios, eran en realidad los productos de los coloridos salones del París rococó. Aun así se acaba de dar un paso para que vuelvan a ser libres de la tiranía woke o, eso esperamos.
Como señaló el escritor de Florida Carl Hiaasen en su libro «Team Rodent»:
«Nunca antes o después se le ha dado un dominio tan extravagante a una corporación privada».
Llevo un tiempo volviendo a ver las películas de Disney, sentado en el sofá, viendo la Cenicienta, luego, La Bella y la Bestia, Blancanieves y los siete enanitos, Alicia en el país de las maravillas, Frozen, y así sucesivamente, una amalgama de animaciones que nos retrotrae a los años de la Francia más barroca. Ojalá pudiera decirte que mi sofá es una réplica rococó, pero sería mentira y tapizaría la verdad. Eso sí, disfruto con ellas, mientras esbozo una sonrisa maliciosa, al saber que el gobierno de Florida trabaja sin descanso para devolver Disney al redil de los buenos, del cual nunca tuvo que haber salido, y en la renovación de las leyes que les han permitido manipular bajo una agenda diabólica a la ciudadanía, en especial a los niños. A ver si de una vez se vuelven a centrar en el verdadero negocio y espíritu mágico y se dejen de guerras culturales e ideológicas.
En estos instantes de desasosiego para la cultura woke, les remitiría a la exposición que se organiza en el Metropolitan Museum of Art y The Wallace Collection en Londres, donde la exposición se inaugura está primavera de 2022, anteriormente en Nueva York.
«Tanto las películas animadas de Disney como las obras de arte decorativas rococó están infundidas con elementos de narración lúdica, deleite y maravilla», dijo Max Hollein, director francés de Marina Kellen de The Met. «Los artesanos del siglo XVIII y los animadores del siglo 20 por igual buscaron encender sentimientos de emoción, asombro y maravilla en sus respectivas audiencias. A través de exquisitos objetos y artefactos de Disney, esta exposición proporcionará una mirada sin precedentes al impacto del arte francés en las producciones de Disney Studios desde la década de 1930 hasta casi la actualidad».
Disney ha querido convertir un territorio fronterizo entre la libertad de expresión y la tolerancia, en otro bien distinto, un recinto carcelario solo para lesbianas, homosexuales, liberales y wokianos. Pero empezaron a cojear del pie izquierdo derivado del mal gusto y un libre albedrío con malas injerencias, indignando a propios y extraños. Convirtiendo un mundo que debería ser de fantasía en una imposición ideológica. Durante unas vacaciones en París, visite Euro Disney, se celebraba el 25 aniversario de su inauguración, y para nada vislumbraba que ese recinto mágico a 7.300 kilómetros de distancia en Florida se estaba convirtiendo en una conjura, una maquinación abominable e intolerable. Estas cosas deberían preverse y prohibirse.
Aunque como dijo Borges:
Es natural: en las divinas alturas o en las honduras luciferinas se encendió esta guerra / cuyo teatro es hoy toda la tierra…
A lo que iba… que el mundo se ha vuelto loco, Erasmo lo llamaba el Elogio de la Locura, yo me sumo a él, pero esta vez en busca de nuevos gigantes por caminos de la Mancha, y viejos molinos.