Dos escuelas definidas
Por un lado, la escuela más representativa del juego combinativo y del ataque organizado de Pep Guardiola con identificables antepasados en el mismo dream team de Johan Cruyff o el afamado Brasil del 70´; un modelo de juego propositivo en ataque a partir de controlar la posesión de la pelota y de ocupar el terreno en posiciones que puedan permitir romper bloques defensivos.
Por otro lado, la escuela de la defensa hecha ciencia y arte del Cholo Simeone con su única expresión en el Aleti y sus mejores versiones competitivas para tutearse con los más grande de Europa a partir de planteamientos demasiado competitivos.
Dos escuelas filosóficas, dos maneras de vivir, de sentir el fútbol, unidas sin embargo por la pasión y por la competitividad de sus sumo sacerdotes.
El falso dilema
Las escuelas tienen la característica de generar adherencias hasta el fanatismo y, lógicamente, detractores con la misma pasión. Se puede ver, gracias a la exposición de las RRSS, a fanáticos no del City sino de Guardiola; como también fanáticos de Simeone. Los siguen a donde van, bueno más en el caso de Guardiola que ha recorrido tres clubes.
En este fértil caldo de cultivo, los sesudos periodistas que fungen de analistas han creído ver que existe una irreconciliable rivalidad entre las escuelas, y han empezado a alimentar un debate (que siempre es rico) fundado en un falso dilema que pretende afirmar que toda la verdad del fútbol está de manera exclusiva en una de las dos escuelas.
Para facilitar y azuzar el dilema y el debate, lo presentan como una paleta dulce que afirma que atacar (o defender) está bien y que defender (o atacar) está mal. Y con esta fórmula simplista, han conseguido encender el debate y atraer las versiones y los puntos de vista de diferentes tipos de actores: desde el público futbolero hasta propios entrenadores y jugadores de los más diversos eslabones.
Ha sido tan efectiva la fórmula empleada que han conseguido que Pep muerda el anzuelo y hable del planteamiento de Simeone. Y, claro, pos eliminación y con la calentura propia, que Simeone responda con los tapones altos.
¿Por qué es un falso dilema? Básicamente, los fundamentos que dicen que una escuela es buena y la otra mala se apoyan en una sola de las fases del juego (atacar defender), y no analizan la globalidad y la unidad indisoluble de un partido de fútbol.
En un partido de fútbol, todo equipo está realizando, en todo tiempo ataques y defensas. Mientras está atacando, hay una parte del equipo que está preparándose para la defensa; mientras está defendiendo, ya se está preparando para recuperar el balón y lanzarse en ataque. Y esos momentos preparatorios y el paso de defensa a ataque y viceversa son conocidos como transiciones.
¿Cómo se puede decir que los equipos de Pep son mejores porque atacan más? ¿Analizamos cómo defienden, en dónde lo hacen, con qué estrategias?
¿Cómo podemos decir que a Simeone le interesa solo ganar? ¿Y al resto? Es decir, a Guardiola solo le interesa que sus jugadores se pasen la pelota, y no importa si ganan o si pierden. Justamente el entrenador más ganador de estos tiempos, recordman en cada liga en la que jugó y juega.
¡Todos buscan ganar! Los caminos difieren, los modos difieren, pero todos buscan ganar. Faltaría más encontrar un entrenador de fútbol de primeros planteles al que solo le interese pasarse la pelota o que no le hagan goles en contra. Y porque jugar bien es otra cosa, señores. ¡Otra cosa!
¿Qué es jugar bien?
Jugar bien es hacerlo de tal manera que el modelo de juego elegido destaque las virtudes de los recursos (jugadores que dispone el equipo), y sea coherente con eso. Un equipo juega bien si elige jugar pelotas largas y disputar la caída de esa pelota (el rebote); juega bien si decide presionar en campo rival y hacer contragolpes para aprovechar la desorganización defensiva del rival; juega bien si decide esperar en su propio campo, juntar líneas y salir de contragolpe; juega bien si apuesta a las posesiones largas y el juego de posición; juega bien si planta los diferentes números de teléfono: 1-4-4-2, 1-4-3-3, 1-5-3-2, etc., etc., etc.
En todos esos casos juega bien, si hace un buen uso de las virtudes de sus jugadores.
El entrenador llega a un equipo, el plantel está conformado (o casi), lo analiza y saca conclusiones. ¿Podría imitar el atildado juego combinativo de pases del excelso Pep team si la característica de sus jugadores no es la del juego asociativo, y sin embargo sí son buenos en las transiciones rápidas?
¿Podría apostar a las brutales transiciones de los equipos de Klopp si no tiene mucho recorrido en sus jugadores, o si no están habituados a altas intensidades?
¿Podría apostar a repliegues intensos y salir en contragolpes si no tiene jugadores con perfil para eso?
Nuestro pobre entrenador si no cumple con estos modelos, ¿entonces quiere decir que hace jugar mal a su equipo?
¡No!
Estaría haciendo jugar mal a sus equipos si pretende hacerlo jugar emulando a las grandes escuelas si sus jugadores tienen características diferentes a esas escuelas.
Jugar bien es otra cosa: es lograr que tu equipo realice los comportamientos adecuados en todas las fases del juego, de acuerdo al modelo de juego elegido que tiene que estar basado en la calidad de jugadores que dispones.
Jugar bien es lograr ser competitivos tanto en ataque como defensa como en las transiciones como en las acciones de balón parado. No importa si para hacerlo juntas 5 pases o 25 pases. No importa la zona del campo dónde eliges defender y cómo presionar. Solamente tiene que ser coherente con el perfil del plantel. Es por eso que Guardiola ficha cierto perfil de jugadores. Lo mismo hacen Mourinho, Simeone, Klopp. Son referencia por eso: no intentan emular por solo hacerlo. Diseñan modelos de acuerdo a lo que tienen y a lo que creen.
El perro que se muerde el rabo
El debate es bueno, enriquecedor. Pero las bases son engañosas porque no se analiza el juego en la globalidad: se ataca bien porque se defiende bien; se defiende bien porque se ataca bien. Se ataca y se defiende bien porque se es bueno en las transiciones.
Los periodistas especializados deberían afinar un poco más los criterios. Cuando uno se aleja, la perspectiva que se ve es que este falso dilema creado por muchos de ellos es como el perrito que se muerde o busca morderse el rabo.
Da la impresión de que muchos de ellos asumen la bandera con mayor fervor que los propios protagonistas. Se diría de ellos que son fundamentalistas y que, además, son más papistas que el propio Papa.